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'¿Se imagina sentir el dolor y las limitaciones físicas y sensoriales que padecen las personas mayores y con discapacidad?'. Una cuestión que los alumnos de Psicología, Terapia Ocupacional y Global Studies, además de otros asistentes, han podido responder este martes gracias al taller 'Ponte en mis zapatos' en la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca.
Se trata de una tecnología alemana con un objetivo claro: ponerse en la piel de los mayores y de las personas con discapacidad, así como empatizar y concienciar sobre la movilidad reducida. El simulador de edad y discapacidad—de la asociación independiente y sin ánimo de lucro 'Activos y Felices'— ofrece la posibilidad de que las personas jóvenes puedan experimentar también diferentes limitaciones típicas: opacidad del cristalino del ojo, restricción del campo visual, sordera de alta frecuencia, restricción de la movilidad de la cabeza, rigidez articular, pérdida de fuerza, reducción de la capacidad de agarre y reducción de la coordinación, entre otras.
«Apenas oigo y veo borroso. Además noto la rigidez articular a la hora de realizar movimientos y siento cansancio y dolor por el peso que llevo en las extremidades, tengo cargadas las piernas y los brazos y limitaciones como doblar los dedos, los codos, el cuello o las rodillas. Es duro tenerlo puesto un rato, no me quiero ni imaginar sufrirlo de manera crónica», ha explicado el alumno Alejandro Martín, de 1º de Terapia Ocupacional mientras portaba el simulador durante la actividad—organizada por el Centro Europe Direct de la Universidad en colaboración con la Fundación Movidep y la asociación 'Activos y Felices'—.
Según el estudiante, ponerse el «traje» es una forma de «empatizar» y «sensibilizar a la sociedad» porque sientes las dificultades de movilidad a las que se enfrentan sin tener que llegar a una edad avanzada.
La presidenta de 'Activos y Felices', Belén Aren ha detallado que el taller, impartido en diferentes colegios, institutos, universidades e incluso empresas, tiene un «éxito enorme»: «Antes y después de que los participantes prueben el simulador les realizamos un testrelacionado con la vejez, y es el mismo, pero cambian totalmente las respuestas tras probar el equipamiento».
Según la presidenta, es complicado sentir algo sin vivirlo, por eso es una «oportunidad excelente» para que los jóvenes se puedan ponerse, gracias al traje, en el lugar del abuelo que se queja de la vista, ha ejemplificado Belén Aren: «El objetivo es que sientan cómo sienten las personas que poseen alguna limitación y por otro lado trabajar la empatía, pues son futuros profesionales de la salud, les necesitamos».
El simulador posee un total de 27 kilos y diferentes partes. «Un chaleco de 10 kilos y otro de pinchos para experimentar el dolor de espalda. Los zapatos tienen una plataforma con una suela rígida que simula la falta de equilibrio e inestabilidad, los pesos en los tobillos (dos kilos en cada uno) y en las muñecas (un kilo y medio) simulan la rigidez articular. También se bloquean las articulaciones de las rodillas, codos y cuello. Así como limitaciones sensoriales a nivel auditivo y visual», ha manifestado la fisioterapeuta, Alicia del Cueto.
Para el profesor de Terapia Ocupacional, Eduardo Fernández, es «imposible» hacer cualquier tipo de intervención clínica sin haber tenido un proceso de empatía: «Siempre lo explico en clase, es fundamental ponernos en el lugar de las personas a las que vamos a tratar y en ocasiones es imposible, tan solo podemos imaginarlo o suponerlo, por eso es fundamental este tipo de iniciativas, ha confesado el terapeuta ocupacional mientras llevaba colocado el chaleco de pinchos.
Alivio y libertad. Así han descrito todos los usuarios el momento en el que se deshacían del simulador. Mientras que una señora mayor, sentada entre el público ha expresado emocionada: «Qué suerte poder quitárselo, ¿verdad?».
«Me cuesta estar recta y me duele la espalda, tengo que estar torcida. Es un taller perfecto para la concienciación», ha explicado Adriana Sánchez, alumna de 2º de Global Studies.
«El chaleco de 10 kilos acentúa aún más mi dolor de rodilla. Me resulta complicado agacharme con él», según el cocinero Sergio Fraile.
«Con el chaleco de pinchos siento un dolor... como si me clavaran agujas. Me da miedo agacharme», ha manifestado Lizbeth Aguilar, estudiante de 2º de Terapia Ocupacional.
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