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Manuel Álvarez en el quiosco de la plaza de Los Bandos. LAYA
El quiosco portátil que hay que montar cada mañana: «Mis primeros panes todavía se pagaban en pesetas»
GENTE DE PRENSA

El quiosco portátil que hay que montar cada mañana: «Mis primeros panes todavía se pagaban en pesetas»

Manuel Álvarez está al frente del quiosco de la plaza de Los Bandos desde hace una década. «Hay que echarle horas, sacrificio y estar al pie de cañón para sacarlo adelante»

María Regadera

Salamanca

Viernes, 14 de febrero 2025, 11:25

Manuel Álvarez regenta desde hace diez años un quiosco portátil situado en la céntrica plaza de Los Bandos. Llegó a Salamanca hace más de veinte años y apostó por un tipo de negocio similar al que había tenido su padre toda la vida en tierras vallisoletanas. «Tenía lo que llamábamos 'despachos de pan y leche' y le acompañé desde que era pequeño, aunque me lo tomé más en serio a partir de los dieciocho años», reconoce.

Respecto a ese local, el quiosquero recuerda sus primeros aprendizajes y aquellas anécdotas que significaron para él sus primeras experiencias en la venta de cara al público. «Aprendí lo que era el trato con el cliente y poco a poco me iba afianzando en el negocio. Recuerdo cuando cobré mis primeros panes, que todavía se pagaban en pesetas. Entre un pellizco de aquí y otro de allá fui cogiendo experiencia», explica.

Ya en Salamanca, el quiosquero apostó por lo que ha denominado «quiosco de calle artesanal». El motivo, cada día tiene que montar la estructura a pie de calle. «Esto no es un quiosco convencional que se encuentra dentro de un local y que se abre y cierra con llave. Cada mañana tengo que montarlo, lleva su tiempo y tiene sus trucos», afirma entre risas. Después de una década, Álvarez también ha notado cambios y una evolución en la sociedad. Una de las cosas que más le ha sorprendido desde que llegó a Los Bandos es la notable disminución de público infantil. «Cada vez hay mucha menos juventud en las calles. Hace años tenía muchas familias que eran clientes, pero las generaciones van creciendo y los niños escasean», explica.

En horario de 9:00 a 21:00 horas, el quiosquero solo descansa un día a la semana: los martes. «Es un tipo de negocio esclavo porque estás todo el día enganchado a él. Hay que echarle horas, sacrificio y estar al pie de cañón para sacarlo adelante», afirma. No obstante, para Álvarez lo más gratificante de su trabajo es su estrecha relación con los clientes. «El vínculo con algunos clientes es muy bueno y con los años vas apreciando a los habituales. Fidelizar y afianzar clientes es gran parte del capital del negocio y es muy importante tener eso muy claro», asegura.

En prácticamente el corazón de Salamanca, Álvarez ofrece sus productos desde un lugar estratégico. «No solo estoy para vender, siempre estoy dispuesto a ayudar a personas que necesitan indicaciones o cualquier otra cuestión. Soy cordial y cercano y cuido mucho a todo el que se acerca a mi quiosco. La amabilidad que se encuentran los clientes en el negocio local y de barrio no lo encuentran en ningún sitio», asegura. El quiosquero asegura que seguirá al frente del negocio y repartiendo sonrisas muchos años más.

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