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Hablar del Museo del Prado implica no solo referirse a la principal pinacoteca española, sino también a uno de los centros de arte más sobresalientes del mundo y también de los más visitados. Aunque la sede principal, así como sus colecciones más repesentativas, se encuentran en la sede principal de Madrid, lo cierto es que sus fondos están repartidos por toda España y nutren hoy en día a casi 300 instituciones de todo el país, con un depósito cercano a las 3.500 obras de arte. Es lo que se ha dado en llamar 'El Prado disperso', una práctica que arranca en 1898, con una etapa realmente efervescente en el año 1971, y que se extiende hasta la actualidad, aunque ahora el concepto ha variado y el proyecto se conoce como 'El Prado extendido'.
Salamanca, ciudad estrechamente vinculada con el arte y la cultura, no es ajena a estos depósitos, que en los últimos 177 años ha conseguido poner en valor la ya de por sí destacada colección de bellas artes que atesora el Museo de Salamanca (antiguo Museo Provincial, inaugurado en 1848). Aunque en el inventario realizado en 1984, los depósitos del Prado en la Casa de los Abarca alcanzaban casi el medio centenar de piezas, en la actualidad son 31 las obras entre los siglos XV al XX prestadas por la principal pinacoteca española, a las que hay que sumar otras 12 piezas procedentes del Centro de Arte Reina Sofía.
«Esta cifra viene a representar algo menos del 10% de las piezas de bellas artes que actualmente se exhiben en este espacio», señala el director del Museo de Salamanca, Alberto Bescós, consciente de que Salamanca «siempre ha sido un lugar en el que gusta la modernidad y se ha buscado la contemporaneidad».
A pesar del ir y venir de piezas, el grueso de los depósitos del Museo del Prado se mantiene estable desde hace más de medio siglo, «pues aunque en 1927 ya se realizaron importantes donaciones, el depósito más destacado llega en los años 70», confirma Bescós, quien reconoce que dichas piezas se depositaron «sin ningún tipo de selección, pues no existía mucho criterio a la hora de las donaciones», subraya.
Y, ¿qué lleva al Prado a dispersar sus fondos? La respuesta es sencilla: un exceso de obras. «Tenía un colección extensa y era incapaz de mostrar y almacenar todos sus fondos, por eso necesitaba prestar obra a los museos provinciales para desahogar sus almacenes y, al mismo tiempo, dar a conocer el rico patrimonio artístico que atesora; pero se hace sin ningún criterio», apostilla el director del Museo de Salamanca.
Con el paso de los años, se da la paradoja de que ni el propio Museo del Prado conoce realmente la cantidad y la calidad de las obras que tiene en depósito en otras entidades. Por eso, en los últimos años se realiza un inventario estricto de las obras que tiene prestadas con el fin de ver dónde están y en qué estado se encuentran. «El objetivo era tenerlo todo bien controlado y buscar mejorar la colaboración con estas entidades, de lo que surge el Prado extendido», aclara Alberto Bescós.
Por tanto, esta nueva visión lo que busca es poner orden a los depósitos repartidos por toda España, con el fin de crear en cada una de estas extensiones del Prado un discurso narrativo que conecte con el lugar en el que se exhiben en base a la autoría de las obras, su iconografía, su simbología, sus lugares de producción o procedencia y sus estilos artísticos. «Es una forma de establecer un diálogo».
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