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Hace 14 años, José Cornejo y Julio López llevaron a cabo uno de los cambios más significativos en la antesala de la Semana Santa: trasladar el pregón al Teatro Liceo. El pregonero reconoce que nunca pensó, cuando tomaron aquella decisión consensuada, que él mismo sería algún día el encargado de anunciar la Pasión salmantina. El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco —pregonero en 2012— será quien lo presente.
¿Qué sintió cuando le encomendaron pronunciar el pregón?
—Lo primero fue una tremenda responsabilidad, por lo que supone para mí y para la Semana Santa de Salamanca. En segundo lugar, a lo largo de estos veinte años desde que empecé a asumir competencias en el Ayuntamiento y a implicarme más con las hermandades, he sido testigo de una gran parte de su vida y de momentos vividos. Al final, se trata de devolverles parte de ese cariño, afecto y conocimiento que ellos me han dado sobre algo que representa una gran parte de lo que es su vida: su Semana Santa. Que me hayan hecho formar parte merece una respuesta por mi parte que esté a la altura. Pero también supone un tremendo honor. Al principio me dio cierto vértigo, pero cuando terminé el trabajo, entonces fue la ilusión la protagonista.
A pesar de ser político, ¿sentirá miedo escénico?
—Este es un discurso distinto. Nace del corazón, donde los protagonistas, a diferencia de mi día a día, no son los datos, sino las emociones. Dar forma a esos sentimientos y convertirlos en palabras no es nada fácil. Será una oportunidad para que mucha gente vea una parte de mí que desconoce. De hecho, lo afronté al principio con cierto rubor. Tengo la suerte de ser creyente y, por lo tanto, el mensaje de fe y mi relación con Dios están presentes y pertenecen a una esfera íntima. Poder dar forma a todo eso y expresarlo delante de tanta gente… reconozco que mientras lo escribía pensaba: madre mía. Luego me di cuenta de que era la única fórmula posible: tiene que haber verdad, porque los destinatarios saben lo que he vivido.
¿Qué le diría a quien no le conoce y tiene dudas sobre si acudir por su cargo institucional?
—Que lo escuche y lo lea. Lo importante no es que me descubran a mí, sino a la Semana Santa. El pregón es, en esencia, un anuncio y, como tal, debe hacerse de forma sugerente para que otros se acerquen. Si lo diera de forma institucional, como cualquier otro político, posiblemente todos diríamos lo mismo. Yo voy a incorporar dos vertientes más allá de la información objetiva de la Semana Santa: una, la de haber trabajado en los ámbitos del turismo, la cultura y el patrimonio, porque Salamanca es una pieza clave en nuestra Semana Santa; y otra, el componente personal, donde lo institucional no vale. Me he dado cuenta de que lo importante son las personas, y si algo caracteriza a la Semana Santa es el esfuerzo colectivo, la unión. El hecho de que se llamen hermandades lo representa perfectamente. Ese vínculo entre personas que, a través de la devoción a una imagen y a una fe, sacan lo mejor de sí para organizar procesiones con la máxima belleza, aprovechando al máximo nuestra ciudad. Eso no se puede contar desde un punto de vista institucional, sino personal. También lanzaré reflexiones sobre los grandes debates de la Semana Santa, que a veces no son fáciles. Si obviara esa parte, no lo estaría contando todo. Eso no es institucional, sino todo lo contrario: información, emoción y también reflexión sobre el mensaje, sobre esa herencia de fe que hemos recibido y cómo transmitirla. Una representación de religiosidad popular que estamos obligados a preservar y a pasar a las siguientes generaciones.
¿Hacia dónde irá ese debate?
—A reflexionar sobre los valores que transmite y que forman parte de la Semana Santa: valores que tienen mucho que ver con el esfuerzo colectivo. Hermandad, solidaridad, trabajo en equipo. Para que las cosas perduren hay que cuidarlas, como una talla que va a cumplir 500 años. Todo ello con dos protagonistas: los cofrades, a quienes va dirigido mi pregón, y Salamanca.
Más allá de su relación institucional, ha mantenido contacto con cofrades y con uno muy especial como 'Loren', recientemente fallecido.
—En los últimos meses de su vida hablamos mucho de nuestras pasiones compartidas: la Semana Santa, el vino, la política… siempre con sentido del humor. La fotografía, por ejemplo, era una pasión que nos unía. Hay muchos 'Loren' en mi vida que ahora faltan, y me quedo con su recuerdo y todo lo que me han enseñado, tanto los que ya no están como los que siguen. Eso nace de la convivencia, del paso del tiempo, y con eso se forja algo tan valioso como la amistad. En el pregón, todo lo que ocurra tendrá sentido gracias a todas las posibilidades que ofrece el Teatro Liceo.
¿Cuál es su momento inolvidable de la Semana Santa durante los 20 años que fue concejal?
—Lo que más recuerdo cada Semana Santa son los momentos previos a las procesiones. Es un bonito recuerdo porque representa a todas. Las procesiones las vemos en las calles, en el mismo contexto, pero yo he convivido con los cofrades en la intimidad de los templos, cuando se palpa esa tensión que se transforma en ilusión al abrirse las puertas. Y eso, puedo decir, se contagia.
¿Dejó algo pendiente que le hubiera gustado hacer?
—Ahora va a haber una colección de cromos, GPS en las cruces de guía, muchos medios de difusión de los cofrades, redes sociales… No se trata de lo que yo dejara sin hacer. La ventaja de la Semana Santa es que los verdaderos protagonistas, la mayoría anónimos, cargan con esta tradición y hacen que se mueva y perdure. Los personalismos, o lo que uno pueda hacer o dejar de hacer, no sirven de nada. No se puede levantar un paso con una sola persona. Aquí solo vale lo colectivo. Una persona sola no es relevante: si no tienes hermanos de fila, no hay procesión; si no tienes hermanos de carga, no se levanta el paso. Se ve en todo.
¿Presume de la Semana Santa en la Junta de Castilla y León?
—A diario. En Presidencia trabaja gente de toda la Comunidad y hay una sana pugna, cuyo resultado es que todas somos únicas, cada una por una razón distinta. La autenticidad y la tradición de Zamora son indiscutibles; la imaginería de Valladolid, la tradición de Medina de Rioseco, la monumentalidad que abraza a las procesiones de Salamanca… todo ello también es incuestionable. Tenemos la grandísima suerte de vivir en una comunidad tan rica en patrimonio que uno de sus valores es precisamente la responsabilidad de conservar lo heredado. Es una sana pugna, cada una con sus encantos.
¿Qué mensaje le gustaría que quedara tras escuchar su pregón?
—Que el trabajo de los cofrades importa. Lo que realizan a lo largo de todo el año lo disfrutamos los espectadores solo durante una semana, pero cuesta mucho esfuerzo y sacrificio, y piden muy poco. Si este pregón sirve para reconocer, desde la primera frase hasta la última, lo que ellos hacen, yo me doy por satisfecho. Esa es mi misión. Ya he hablado mucho de Salamanca, y estará presente. Hablaré de mí, pero eso tampoco es lo importante, porque las personas pasamos. Pero esto perdura, y si lo hace es gracias a la Semana Santa y a sus hermanos. Quiero que este pregón sea un homenaje a su trabajo y a los valores que sacan a la calle para que todos podamos compartirlos en algo tan profundo como es nuestra Semana Santa.
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