Salamanca
Sábado, 20 de enero 2024, 19:02
Una familia alemana vive en una preciosa casa con piscina. Todo es aparentemente idílico. Con un ligero matiz: corre el año 1943 y está pegada a Auschwitz. El padre es el comandante nazi Rudolf Höss (Christian Friedel), principal responsable del campo de concentración, quien se considera a sí mismo «un hombre normal, con preocupaciones normales». Un monstruo de rostro anodino, complexión poco amenazante y carácter casi afable, cuyo día a día está lleno de rutinas: los juegos de los niños, las visitas de familiares, el cuidado del jardín, el nuevo abrigo que se prueba su mujer. Pero cada ritual resulta obsceno, absurdo en ese contexto. De fondo se escucha un constante ruido, a veces de una chimenea sale humo sin parar, y el agua del río aparece llena de ceniza. La zona de interés es el nuevo proyecto de un director siempre lúcido y visionario, Jonathan Glazer. Se estrena este fin de semana en Cines Van Dyck. Lunes en versión original subtitulada.
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El realizador y guionista británico (1965) ya nos perturbó con Under the skin (2013), en la que Scarlett Johansson era una alienígena que seducía y devoraba hombres. Ahora ha conquistado el Festival de Cannes y optado a tres Globos de Oro por esta adaptación de la novela de su compatriota Martin Amis. Un drama que retrata hechos atroces con frialdad, sin violencia ni morbo. El horror se mantiene fuera de campo; la cámara nunca atraviesa el muro. Glazer es consciente de que cada nuevo filme sobre el Holocausto debe preguntarse si su aportación es no solo necesaria y respetuosa, sino también novedosa. Si El hijo de Saúl, de László Nemes, acompañaba al protagonista pero ocultaba el fondo, aquí todo se observa desde una perspectiva distante, mediante una cámara estática. No existen los primeros planos, para no empatizar con los verdugos. Pero tampoco se nos muestra el sufrimiento de las víctimas; solo la banalidad del mal. No hay sensacionalismo, sí mucha angustia. Glazer se confirma como uno de los cineastas más valientes y originales de nuestro tiempo. Su carrera ya había dejado huella en el terreno del videoclip (para Nick Cave, Radiohead, Massive Attack) y la publicidad. En la gran pantalla debutó con el thriller Sexy Beast (2000), que le valió a Ben Kingsley una nominación al Oscar. Quizá siga sus pasos la mujer del protagonista, la alemana Sandra Hüller, premiada por Toni Erdmann y también presente este año en Anatomía de una caída.
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