Robert Allen Zimmerman, conocido como Bob Dylan, es uno de los artistas más grandes de la historia de la música. Su figura, siempre controvertida, ha sido objeto de filias y fobias y cualquier iniciativa en la que se ve involucrado genera miles de comentarios. La última, «A Complete Unknown», el 'biopic' sobre Dylan dirigido por James Mangold, que se acaba de estrenarse con éxito en los cines, justo una semana antes de que se celebren los Óscar 2025. El filme suma ocho nominaciones, incluyendo las de Mejor película y Mejor director.
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Pues bien, Bob Dylan también revolucionó Salamanca. Fue el 24 de marzo de 2018 en un concierto extraordinario celebrado en pleno barrio de Garrido, en el Sánchez Paraíso, para conmemorar el VIII Centenario de la Universidad de Salamanca. Un show, que como su vida, despertó tantas alabanzas como críticas entre los más de 4.000 espectadores que tuvieron el privilegio de escuchar su particular voz y que comenzó con Things Have Changed», de la película «Wonder Boys» que le valió un Oscar y un Globo de Oro.
Dylan estuvo frente al público detrás de un piano hasta que llegó «Tryin To Get To Heaven» que cantó de pie. El sonido perfecto después de toda una tarde de ensayo y pruebas de sonido en las instalaciones salmantinas en las que el artista se mostró muy exigente. A sus 76 años debutó en Salamanca de impoluto blanco mientras su banda lo hacía de riguroso negro. Inolvidable la estampa de un genio que agotó las entradas en pocas horas cuando salieron a la venta. En el exterior los reventas ofrecían entradas por 250 euros mientras varios artistas callejeros amenizaban el acceso con los temas inmortales del autor. Su particular homenaje sirvió de adelanto a la interpretación de una veintena de canciones del símbolo del folk rock estadounidense que presentó en Salamanca el primer disco triple de su carrera, «Triplicate», con 30 versiones de temas clásicos de la música americana.
Un espectáculo de más de 100 minutos que ofreció sin parar, con varios bises y en el que los espectadores acabaron tan fascinados como enganchados al artista. Eso sí, ni un «hola Salamanca», ni un «hasta siempre, Salamanca». Solo su voz, su música y su impronta en una noche para la historia.
La estrella apenas pasó un día y medio en Salamanca antes de dirigirse a Madrid donde tenía cuatro noches consecutivas de conciertos. Cuando acabó el show en Garrido tomó las de Villadiego para la capital.
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El legendario artista estuvo recluido en la segunda planta del Grand Hotel Don Gregorio durante 34 horas. Pidió comida al Room Service con vino tinto y blanco y exigió tranquilidad y privacidad. De las 17 estancias del hotel de cinco estrellas, 14 estuvieron ocupadas por Dylan, su banda y su gente más cercana. El resto del equipo de la gira se alojó a unos metros, en el Hospes Palacio de San Esteban.
Su secretaria era la que se encargaba de gestionar las peticiones de comida de la carta del Room Service: hamburguesa, ensaladas y pizzas, acompañado por el vino Don Gregorio, del propio hotel, de las bodegas Garmendia (Burgos), y un vino blanco de Rueda.
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En su habitación disponía de un mini bar con agua, refrescos, zumo y cerveza, además de otro minibar extra de agua. Dylan aceptó la cesta de frutas de bienvenida que le regaló el hotel a su llegada, pero rechazó el libro de firmas donde, por ejemplo, se encuentran las rúbricas de otros huéspedes distinguidos como Sting, Mark Knopfler, Mika y Deep Purple.
Dylan ni siquiera salió al Multiusos por la puerta del hotel, donde le esperaban los fans. Lo hizo por el jardín, con lo que se puede decir que el huidizo genio solo dejó en Salamanca su música.
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