La psicóloga Myriam Carretero, reconocida ayer en los Premios Izcala del Centro Penitenciario de Topas, junto a Nicanor Sen.

ENTREVISTA A LA GANADORA DEL PREMIO IZCALA

Myriam Carretero: «Es un orgullo estar entre las mujeres que, en vez de ignorar la realidad que se vive en una prisión, luchan por ayudar»

La psicóloga fue reconocida este lunes en los Premios Izcala del Centro Penitenciario de Topas

Elena Martín

Salamanca

Martes, 5 de marzo 2024, 09:56

Mostrar tu faceta más solidaria en una cárcel no es nada fácil. Implica tener que tener la suficiente serenidad para ganarte la confianza de las personas que están entre rejas. Pero, para la extremeña Myriam Carretero, ese factor no supuso ningún contratiempo cuando entró ... en la prisión de Topas, puesto que, cuando se encontraba estudiando en las aulas de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca, ya sentía verdadera vocación por ayudar a los demás y, en especial, por hacerlo con la gente privada de libertad y con sus familias.

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Este lunes, fue reconocida por la institución penitenciaria en los Premios Izcala por la labor que realizó como coordinadora del programa de intervención con los presos, sumándose a la amplia lista de mujeres que, con sus acciones, han abanderado la lucha por la igualdad en la provincia de Salamanca.

¿Cómo entró a trabajar en la prisión de Topas?

—Fue en el año 2002 por las prácticas de Psicología. Por aquel entonces, colaboraba con Cáritas como voluntaria. Cuatro años más tarde, tuve la suerte de asumir la coordinación del proyecto que la organización tenía en la prisión, consistente en la intervención con las personas privadas de libertad.

¿En qué consistía su trabajo?

—Yo me encarga de coordinar la función de muchos voluntarios. Al principio, los módulos eran fundamentalmente de varones, pero después tuve la oportunidad de trabajar también con mujeres en régimen de aislamiento. Entre las tareas que llevamos a cabo, destacó la gestión de los primeros permisos o de la libertad condicional, con la que los presos se alojaban en el Centro de Acogida 'Padre Damián'.

¿Cómo fue trabajar en Topas?

—Lo primero que tuve que hacer fue ganarme la confianza de la gente que estaba en prisión. Cada vez que abordaba un caso, debía conocer a la persona, debía conocer su proyecto de vida y debía estudiar cómo quería enfocar su situación de cara a conseguir su permiso.

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¿Cómo abordaba el momento en el que se tenía que ganar la confianza de los presos?

—Con entrevistas individuales y observando a los presos en las distintas actividades en las que participaban. Estas actividades eran, habitualmente, de corte terapéutico, pero también existían otras de carácter lúdico. Todas estas actividades estaban orientadas a que estas personas se encontrasen seguras.

¿Qué supuso para usted su paso por la prisión de Topas?

—Me ha enriquecido mucho. A nivel personal y a nivel profesional, estas experiencias hacen que crezcas mucho. Yo siempre he sido muy curiosa y siempre he tenido un especial interés por ir vinculando a las familias de los distintos presos. Hice mi tesis sobre la situación de desarraigo que viven y el impacto que tiene para un preso y para su familia el hecho de que entre en prisión.

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¿Ese interés ya lo tenía cuando estudiaba Psicología?

—Sí. Siempre tuve mucho interés en el tema. Cuando me asignaron las prácticas en Topas, mi madre falleció. Estuve a punto de renunciar a ellas para que mi padre no se preocupara más, pero, cuando entré en el año 2002, conocí de primera mano todo lo que quedaba por hacer.

¿Qué ha supuesto para usted ser reconocida por la prisión que le ha visto crecer?

—Muchísimo. Es un reconocimiento a toda la gente que, lejos de darle la espalda a la realidad que se vive en una prisión, hace todo lo posible por ayudar. En estos voluntariados, el papel que hacen las mujeres resulta trascendental.

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