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Vivir y crecer con el Síndrome de Asperger puede resultar muy duro. Lo es para la persona que recibe el diagnóstico y para las miles de familias que, desde que lo conocieron, siguen batallando para que este trastorno tenga una mayor visibilidad y, sobre todo, goce de una mayor comprensión.
A día de hoy, son muchas las personas que han tenido que abandonar sus estudios superiores debido a los prejuicios de algún profesor y al acoso escolar que han recibido y que, a día de hoy, sigue siendo una lacra social que se tiene que vencer. Para Olga Inés Mora, la Asociación Síndrome de Asperger de Salamanca se ha convertido en la esperanza con la que llevaban necesitando toparse tres años. En el momento en el que su hijo fue a dar el paso de cursar Bachillerato en un instituto, una orientadora contempló que el nivel de inteligencia de Martín era tan superior que hasta podría cursar dos cursos en apenas un año. Ante los impedimentos que se pusieron desde la dirección del templo, llegó la hora de que su familia conociera la verdad.
“El momento en el que me dijeron que mi hijo tenía Síndrome de Asperger, me vine abajo. Para él no fue tan traumático, pero, para mí, sí. Con la vida que hemos tenido, creí que todo iba a ser más que complicado. El trauma familiar que mi hijo ha vivido con su padre, que le demacró la autoestima, ha hecho que mi hijo no sea capaz de expulsar todo el sufrimiento que tuvo cuando era pequeño”, asegura Olga Inés Mora, que también se vio superada por el estigma social que siempre ha perseguido a la gente que ha sufrido estos tipos de trastornos. “Las barreras siempre van ligadas a lo social. Ahora mismo, Martín está estudiando Física y Matemáticas. Como madre, a todas aquellas personas que piensan que los que tienen Asperger no pueden trabajar, les diría que se equivocan. Son gente con un cerebro privilegiado y cada vez son más imprescindibles en las empresas”, afirma.
La inclusión social de la gente que sufre Asperger sigue siendo un motivo de lucha al que, cada día, se suma más gente. La principal meta a la que se quiere llegar es que, de una vez por todas, este Trastorno del Espectro Autista (TEA) sea conocido por el profesorado y por el alumnado de los centros educativos. “Es algo muy difícil porque se necesita la adaptación de los materiales educativos. Cuando te encuentras con una persona así, que pregunta muchísimo y que te interrumpe tanto, saturas. Por eso, acudimos al Servicio de Asuntos Sociales de la Universidad de Salamanca, que, desde el primer momento, nos ha ayudado muchísimo, ya que, fuera de la entidad y de ese ámbito, solo habla con nosotros por teléfono”, reconoce Olga Mora.
En la actualidad, la Asociación Síndrome de Asperger de Salamanca, creada en 2009 por un grupo de familias en los que había casos de este trastorno, atiende a un total de 75 familias. Según José Manuel, trabajador social de la misma, el crecimiento de socios ha ido unido al de servicios, que han aumentado después de la pandemia. Entre las ayudas que promueven, destacan los talleres de lectura y de habilidades sociales que llevan a cabo para hacer de la vida de estas personas algo mucho más llevadero, ya que las familias ansían un punto de encuentro para desahogarse y canalizar emociones, ya que, en muchas ocasiones, tienen que aguantar muchos comentarios fuera de lugar.
“Muchos de nuestros chicos llegaban a la universidad, pero les costaba mucho crear grupos de amistades e intentamos tapar ese hueco de ocio que no tienen cubierto, dándoles protagonismo en la asociación y respetando su derecho a la autodeterminación”, asegura José Manuel, que, asegura que todavía queda mucho por hacer para que este trastorno sea reconocido, ya que, aproximadamente, el 75% del colectivo se encuentra en una situación de desempleo o trabajando en puestos de poca duración.
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