Llegan a Salamanca en patera, indocumentados y muchas veces no acompañados, bien porque son abandonados por sus padres cuando pisan la ciudad o porque directamente vienen solos. Son inmigrantes sin papeles o menas (menores extranjeros no acompañados).
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Según la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, existe una obligación inamovible de protección de todos los menores, por lo que los menas tienen derecho a ser protegidos desde el primer momento en el que ponen los pies en España. El problema está cuando existen dudas sobre la edad porque llegan indocumentados. En Salamanca, se suelen dar unos cinco casos al año, según los forenses. «Desde Fiscalía nos piden que nos aseguremos si son menores o adultos ya que son muy diferentes las medidas de protección y las penas o los delitos a imponer», manifiesta Julián Noriega, jefe de sección de clínica forense en el Instituto de Medicina Legal (IML) de Salamanca.
Entonces, ¿cuál es el mecanismo de actuación ante estos casos? Desde el IML se activa el protocolo de actuación común con una serie de pruebas para determinar los años. En primer lugar, se les practica una exploración física y psicológica con las dificultades que esta conlleva. «En este reconocimiento conversamos con ellos para apreciar la madurez, realizamos un examen biométrico, detectamos si están desnutridos... El problema está en la escasa comunicación por el idioma, a pesar de que hay traductores y que les interesa siempre ser menores para estar más amparados», dice Noriega.
El valor de este examen es muy inexacto, por eso, el forense considera necesarias las pruebas objetivas: un examen radiológico del carpo, otro odontológico, un estudio de la clavícula e incluso un TAC si continuasen las dudas.
La ortopantomografía o radiografía panorámica es un estudio radiológico gracias al cual es posible observar toda la boca. «Aquí nos interesa la muela del juicio o tercer molar porque según sus características podemos hacer una determinación, generalmente si se ha desarrollado se supone que ya tiene los 18 años, aunque siempre hay excepciones», según el forense.
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El segundo método, conocido como «la prueba de la muñeca», es una radiografía de la mano, la más utilizada por los forenses debido a que cualquier centro hospitalario cuenta con aparatos de rayos X. «Se suele hacer de la mano izquierda para estudiar el crecimiento de la cadena de huesecillos que integra el carpo», expresa Noriega. Tras la placa, se lleva a cabo un estudio comparativo con Greulich y Pyle— un atlas estándar que recoge ecuaciones para el cálculo de la edad ósea —, y con las tablas de Tanner-Whitehouse— un análisis más completo donde ya entran las falanges—. «Nuestra misión es ratificar los años comparando las radiografías con estas tablas que nos van a decir la edad y el mes. Son muy aproximativas, aunque pueden variar un mes arriba o abajo, pues siempre hay excepciones como defectos en la consolidación de los huevos, problemas de tiroides...», afirma.
Si los resultados anteriores no son contundentes, el tercer modo para averiguar la edad real es una radiografía de la clavícula. «A medida que avanza la edad, va creciendo la epífisis—los extremos ensanchados de los huesos largos—, por eso los dibujos esquemáticos de la osificación clavicular indicarán la edad del sujeto. A mayores de estos tres métodos se puede realizar un TAC para ser todavía mas exactos», indica Noriega.
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Según el forense, en Salamanca cuentan con «tiempo y tranquilidad» para realizar las exploraciones «con calma». A diferencia que en las ciudades de costa, donde entran muchos más inmigrantes y, por consiguiente, se estudian más casos.
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