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Mª Ángeles Gómez Martínez, directora del SAPS de la Universidad Pontificia.
María Ángeles Gómez, psicóloga de la Universidad Pontificia: “No hay que pensar en el tiempo que nos queda, sino en lo que vamos a hacer hoy”

María Ángeles Gómez, psicóloga de la Universidad Pontificia: “No hay que pensar en el tiempo que nos queda, sino en lo que vamos a hacer hoy”

“Con los niños tenemos que organizar una rutina, que sepan a qué hora se hacen determinadas actividades en casa, también en vacaciones, aunque estos días no deberían ser de estudio”, explica

Jueves, 16 de abril 2020, 11:54

Ante la extraordinaria situación de confinamiento, el Servicio de Asistencia Psicológica Sanitaria (SAPS) de la Universidad Pontificia de Salamanca ha habilitado un canal de atención psicológica para atender las necesidades que puedan producirse entre estudiantes, profesores y personal de administración y servicios y a diario publican pautas para afrontar esta situación. Su directora, Mª Ángeles Gómez Martínez, señala también la importancia de manejar el día a día con los más pequeños de la casa.

–Ya hemos pasado tres semanas de confinamiento pero nos quedan, al menos, otras tres, y ya se hace cuesta arriba. ¿Cómo podemos gestionar esta situación en especial pensando en los niños?

–Al principio, cuando uno empieza a organizar todo lo que quiere hacer durante el confinamiento casi se plantea convertirse en una persona nueva, pero esas energías y planes del principio empiezan a flaquear a mitad del intervalo, como estamos ahora. Si eso nos pasa a los adultos, imagina a los niños, por eso una de las pautas que recomendaría es que se aborden espacios de tiempo concretos, es decir, no hay que pensar tanto en el tiempo que nos queda, sino en que vamos a hacer hoy, cómo vamos a organizar el día, un espacio temporal más breve y manejable. Es importante también que intentemos dar sensación de control, transmitiendo que mientras estamos en casa estamos seguros, y también organizar una rutina, que ellos sepan a qué hora se hacen determinadas actividades en casa, también en estos días de vacaciones de Semana Santa tienen que mantener rutinas por encima de todo, no tienen que ser de estudio porque también está bien que los niños perciban que tienen vacaciones y desconecten, pero sí que tengan un cierto horario, de tal manera que el niño sepa que por la mañana se hacen unas cosa y por la tarde tiene otras actividades.

–¿Qué sea consciente de cómo transcurre su día a día?

–Exactamente, porque la indefensión aparece cuando no tenemos control sobre lo que nos pasa y, además, lo que nos va a pasar es impredecible, con lo cual, estamos siempre alerta.

–¿Y en caso de que tengan una rabieta?

–Habría que normalizar. Hay que abordar una rabieta igual que lo haríamos fuera del confinamiento, es decir, el niño tiene que aprender que hay determinados comportamientos que se admiten y otros que no, y si hay un comportamiento inadecuado debe de haber lo que los psicólogos llamamos un coste de respuesta, es decir, una consecuencia determinada.

–¿Un castigo?

–Sí, eliminar algo agradable e inmediato, como que no pueda ver un capítulo de la serie que le gusta. Que el niño sepa un comportamiento inadecuado tiene unas consecuencias determinadas, pero desde la normalidad, como lo abordaríamos fuera del confinamiento. Si mantenemos y permitimos comportamientos inadecuados, no le damos pautas y cuando esta situación acabe va a tener un lío importante. Todo lo que sea trasladar la normalidad es lo ideal, si tenemos unas normas en casa, durante el confinamiento también.

“Los padres llevamos peor las limitaciones que los niños, esa urgencia por que salgan a pasear quizás viene determinada por la desesperación de los padres”

–¿A nivel psicológico es conveniente dejar salir a pasear a los niños?

–Pienso que los padres llevamos peor las limitaciones que los niños, ellos al final tienen una capacidad de adaptación increíble y probablemente esa urgencia por que los niños salgan a pasear quizás viene determinada por la desesperación de los padres. No creo que sea una necesidad imperiosa.

–Se está planteando que no se retomarán las clases presenciales, ¿una situación difícil para padres e hijos, no?

–La dificultad es para familias que no tienen acceso a internet en las condiciones óptimas y no pueden seguir las clases adecuadamente. Se va a marcar una diferencia, desgraciadamente, entre las familias que sus hijos han podido seguir las tareas y conectarse y aquellas que, bien porque sus padres no se manejan en los entornos virtuales o no tienen acceso a ellos, no pueden trabajar. Habrá que valorar en qué medida un alumno puede seguir una clase determinada. En la Universidad Pontificia los alumnos están llevándolas sin problema, pero en edades en las que el alumno no puede ser más autónomo, es más difícil, tiene que haber flexibilidad y los maestros deben tener sensibilidad necesaria para exigir contenidos y entender que un alumno a lo mejor no puede asumir los contenidos de igual manera que si lo hiciera presencial, no les podemos pedir lo mismo porque a lo mejor estamos poniendo en el tejado del alumno demasiada responsabilidad y demasiada autonomía.Tenemos que ser flexibles a la hora de evaluar y de tener en cuenta que no es lo mismo que si nuestros alumnos hubieran estado de manera presencial.

–¿Y sería bueno que al menos pudieran ir las últimas semanas para gestionar la llegada del verano?

–Eso permitiría cerrar esto con sensación de normalidad, pero habría que ver si las bondades de la medida compensan los riesgos.

–Entre las pautas que dan algunos psicólogos está imaginar que haremos después del confinamiento, pero ¿eso no puede frustrarnos más?

–No podemos hacer planes, es más, hacerlo nos genera más incertidumbre. Si pensamos en términos más inmediatos, que son los únicos que podemos manejar, esa sensación de incertidumbre disminuye. Todos pensamos en el día que podamos salir y sentarnos en una terraza, pero habrá que valorar si ese día habremos dejado atrás nuestros miedos porque ahora es impensable ir a un concierto lleno de gente cuando hace solo tres semanas, lo habríamos hecho.

“Hay que abordar una rabieta igual que lo haríamos fuera del confinamiento, es decir, un comportamiento inadecuado tendrá un coste de respuesta”

–¿Hay cierta fobia?

–Claro, habrá que ver si al final dejamos atrás estos miedos adquiridos. Poco a poco, con ciertas medidas de prevención podremos volver a la normalidad.

–¿Qué tal la atención que están prestando, mucha demanda?

–Abrimos el servicio de urgencia para la comunidad universitaria y también montamos unos talleres para manejar el malestar psicológico y en estas semanas hemos atendido a 32 personas que se han sentido lo suficientemente agobiados como para pedir ayuda. Nos ha sorprendido la gran demanda que tuvieron los talleres grupales y creo que es porque la gente tiene necesidad de compartir y sentirse parte de un grupo. Probablemente lanzaremos otros talleres a la vuelta de Semana Santa y estamos valorando si los ampliaremos a la población en general.

–¿Lo que sienten es ansiedad?

–Hay personas que sienten ansiedad y otros se sienten tremendamente preocupados porque tienen mayores y no pueden controlar cómo están.

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