Borrar
Miembros del grupo de Genética Molecular en Oncohematología. FOTOS: ALMEIDA
Los ‘genios’ que hacen más grande la hematología en Salamanca

Los ‘genios’ que hacen más grande la hematología en Salamanca

Referente nacional e internacional en el campo de la hematología, Salamanca cuenta hoy en día con destacados grupos de investigación orientados al diagnóstico y tratamiento de las enfermedades de la sangre, entre ellos el de Genética Molecular dirigido por Jesús María Hernández Rivas

Lunes, 23 de diciembre 2019, 11:00

Hablar de hematología (esa rama de la medicina interna que se dedica al tratamiento de los pacientes con enfermedades de la sangre) en España implica, obligatoriamente, referirse a Salamanca. Y es que, para muchos, el Servicio de Hematología de Salamanca no solo está considerado como uno de los pioneros en su campo, sino también como uno de los más sobresalientes en el estudio y tratamiento de las enfermedades de la sangre. No en vano, aquella labor iniciada hace más de tres décadas continúa hoy en día muy viva a través de sus discípulos y de otros profesionales que se han ido incorporando a un servicio que puede presumir con orgullo de ser un referente nacional e internacional. Y no solo en el campo clínico y hospitalario, sino también en el ámbito de la investigación, donde no faltan grupos que año tras año ofrecen nuevos e importantes avances en el pronóstico, diagnóstico y tratamiento de las hemopatías malignas y tumores. Entre estos grupos destaca con luz propia el de Genética Molecular en Oncohematología, que, bajo la dirección de Jesús María Hernández Rivas, se ha convertido en todo un referente nacional e internacional en el estudio, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades hematológicas.

Todo arranca hace ahora 25 años de la mano de Jesús María Hernández Rivas, un hematólogo formado en Lovaina (Bélgica) bajo las órdenes de Hermann Van den Berg, toda una eminencia en genética hematológica, que a su regreso a Salamanca implanta aquellas metodologías clásicas que con el tiempo se han ido convirtiendo en revolucionarias. “Y es que Salamanca es un referente mundial en hematología. Decir Salamanca abre muchas puertas y fronteras, porque goza de un gran peso y mucha credibilidad”, subraya Hernández Rivas.

“Decir Salamanca abre muchas puertas y fronteras, porque goza de un gran peso y mucha credibilidad”

En estos 25 años de vida, el grupo ha ido evolucionando a medida que lo han hecho los avances tecnológicos. Y los estudios citogenéticos de cromosomas enfermos con tumores hematológicos de los años noventa, dieron paso en el arranque del nuevo milenio a técnicas más novedosas como es la metodología microarrays (chips de ADN). “Dentro de la hematología fuimos los primeros que comenzamos a realizar estas prácticas, que consisten en estudios de matrices y micromatrices para determinar, fundamentalmente, la expresión génica de pacientes con hemopatías malignas”, señala el director del grupo. Pero no conformes con ello, este equipo de trabajo, gracias a las nuevas incorporaciones, decide ir más allá y dar el salto hacia la secuenciación masiva del ADN, “algo que hoy se ve con cierta normalidad, pero que en aquel momento, hace una década, era muy novedosa”, confirma Jesús María Hernández Rivas, quien reconoce que todas estas metodologías buscaban siempre transferir “directamente” los resultados de la investigación al mejor conocimiento de las alteraciones genéticas que tienen los enfermos. “Es decir, hacer el mejor pronóstico a los enfermos y después ofrecer el mejor tratamiento”, apostilla.

Y una cosa lleva a la otra. Tanto es así, que hace cinco años deciden dar el gran salto mortal y aplicar en Salamanca una técnica puntera en Boston: el CRISPR/Cas9, un sistema de edición de ADN, es decir, una herramienta molecular que permite modificar la secuencia genética de una célula eliminando o insertando nuevo ADN. “Y, aunque pueda resultar extraño, eso se hace en Salamanca”, confirma con orgullo Hernández Rivas, quien no esconde la satisfacción que conlleva el hecho de que el IBSAL coordine hoy en día el mejor proyecto europeo en big data de enfermedades hematológicas. Se llama Harmony y está considerado como la primera base de datos hematológicos europea que combina fuentes públicas y privadas. “No en vano, participan más de 90 socios europeos y diez compañías farmacéuticas. Americanos, australianos y coreanos han venido aquí con el fin de copiar este modelo”, apostilla este hematólogo.

“El objetivo ha sido siempre hacer el mejor pronóstico a los enfermos y ofrecer el mejor tratamiento”

Pero, ¿cuál es el fin real de tanta investigación? Hernández Rivas lo tiene muy claro: “Mejorar la salud de los enfermos. La enfermedad hematológica es muy difícil de prevenir; por eso, lo que tratamos es de diagnosticar bien estas enfermedades y, si es posible, anticiparnos al diagnóstico (pronóstico) y así aplicar terapias más eficaces”. Y en este reto no caminan solos. Las colaboraciones con otros grupos y centros de investigación son cada vez más frecuentes. No hay fronteras. Esta cooperación puede llegar de América, Asia y, sobre todo de Europa. “Hoy en día no se puede hacer ciencia ni se pueden hacer diagnósticos si uno está dentro de un caparazón. Las barreras se han roto por completo”, subraya Hernández Rivas.

“A pesar del supuesto caos que parece dominar en el grupo, hay un nivel organizativo bastante claro”

Tal vez por eso, el día a día de cualquier investigador del grupo de Genética Molecular en Oncohematología es un tanto “caótico”. “Cada día es nuevo y eso es todo un reto”, confiesa María Hernández, investigadora del grupo. “Pero a pesar de ese supuesto caos, hay un nivel organizativo bastante claro”, confirma Jesús Hernández Rivas, quien se queja del exceso de trabajo burocrático que genera el propio grupo. “Los proyectos generan una burocracia horrible; cada vez es más difícil, ya que te exigen papeles y más papeles”, apostilla. “Se pierde mucho tiempo”, sentencia Rocío Benito, investigadora del grupo.

Hernández Rivas va un poco más lejos: “Hay veces en las que pensamos que la Administración nos considera defraudares hasta que no demostremos lo contrario; cuando en realidad los investigadores que tienen muchos proyectos pierden dinero, pues hay veces que lo pagas de tu propio bolsillo. Y es que para justificar 3 euros de un taxi tienes que hacer lo mismo que para justificar 3.000 euros”, argumenta el director del grupo, consciente de que esta situación “condiciona mucho el ritmo de trabajo”.

Pero no es este el único problema al que se enfrenta un grupo tan numeroso como este (con más de treinta integrantes). Su carácter multidisciplinar —tiene hematólogos, biólogos, farmacéuticos, informáticos, economistas, filólogos, licenciados en derecho...— le hace especial, pero también complica su organización. Tal vez por eso, funcione tanto el correo electrónico como herramienta de comunicación y de trabajo. “También mantenemos reuniones del grupo todas las semanas siempre que sea posible; además, cada posdoc también realiza sus propias reuniones, aunque sin una periodicidad establecida, sino cuando surgen problemas o avances. También hay reuniones bilaterales, aunque las que mejor funcionan son las del pasillo”, confirma Jesús Hernández Rivas.

Y pese a su carácter masivo, el ambiente que se respira en el seno del grupo es de total armonía y cordialidad. “Son precisamente los nuevos los que más fomentan esa ilusión y buen rollo; son ellos los que le van dando más vidilla al grupo”, comenta Rocío Benito. Y es que dado su volumen, la renovación es constante. “Ese buen rollo se consigue también a la hora de hacer la selección; procuramos que los que van a entrar sean gente capar de trabajar en grupo, que encajen bien, más que el hecho de que sean superbuenos”, reconoce Hernández Rivas, para quien los integrantes del grupo no son competidores entre sí. “Nuestros competidores están fuera, no dentro. Es como jugar en la Champions League: el enemigo de Ramos no es Benzema o Hazard, sino Messi”, apostilla.

“A veces pensamos que la Administración nos considera defraudadores hasta que no demostramos lo contrario”

Pero no todo es color de rosa en el día a día de este grupo. También existen los obstáculos y las dificultades. Y el mayor de todos es la falta de espacio. “Hay un problema en la distribución de los espacios de investigación; ahora mismo trabajamos en cinco edificios distintos. Esto en una universidad extranjera es inconcebible”, denuncia el director del grupo. “Compartimos laboratorio con otros tres grupos; hay días que resultan un poco caóticos”, reconoce Rocío Benito.

Y todo esto se ve compensado cuando los proyectos avanzan y los resultados son positivos. “Los fracasos se olvidan cuando tienes un buen resultado”, afirma Ana Rodríguez, otra investigadora del grupo. “Este trabajo es como una montaña rusa: hay días que estás arriba y otros que estás abajo e intentas volver a remontar”, apostilla Mónica del Rey, también investigadora del grupo.

“Son los nuevos los que más fomentan la ilusión y el buen rollo; y los que van dando más vidilla al grupo”

Y es que el investigador no para nunca. No existen horarios y tampoco cabe la desesperación. El investigador ha de ser paciente y constante. “Y es que nunca sabes cuándo va a saltar la liebre; puede ser cuando menos te lo esperas. Sin ser obsesivo, lo cierto es que siempre llevas los problemas en la cabeza”, anota Jesús Hernández Rivas, director del grupo de investigación de Genética Molecular en Oncohematología, vinculado al Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) de la Universidad de Salamanca.

Sigues a José Ángel Montero. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Los ‘genios’ que hacen más grande la hematología en Salamanca