Secciones
Destacamos
Lunes, 15 de febrero 2021, 20:51
En sus 144 años de vida, la estación de tren de Salamanca ha lucido tres versiones muy diferentes. En la inicial, inaugurada en 1877 con bendición de locomotoras incluida, el ingeniero Pelayo Clairac proyectó además del edificio de viajeros, un cocherón enfrente para cuatro locomotoras, ... así como un foso para limpiar las escorias de los hogares de las locomotoras, una operación conocida como “picar fuegos”, según recuerda Javier Molina, jefe de vías y obras de Adif Salamanca. Fue en 1898 cuando la compañía que explotaba la línea Plasencia-Astorga propuso la ampliación de la estación con dos alas laterales terminadas en dos edificios de dos plantas, extensión que no se realizó hasta 1902.
Hasta 1954, el tren en su viaje a Portugal atravesaba por el medio de la ciudad, desde la avenida Portugal hasta el cementerio. Había pasos a nivel entre Torres Villarroel y la avenida Italia, en la confluencia de María Auxiliadora con la avenida Portugal con un apeadero y en la carretera Ledesma.
La estación de tren se mantuvo con la estética de 1902 hasta 1972 cuando se derribó la estación por completo y se construye un edificio con ventanas acristaladas. Coincide con la urbanización de la plazuela de acceso al edificio, con árboles, bancos y una fuente con una obra de Martín Chirino, popular escultor canario y Premio Nacional de Artes Plásticas. Escultura que años después pasó a la estación de tren de Valladolid y finalmente acabó en Madrid.
En el lado opuesto de aquella plazuela de la estación, cuando no existía la avenida París, se ubicaba una academia de enfermeras.
La estación de las últimas tres décadas del siglo XX contaba con una cafetería, donde se ubica la actual, con una cristalera que miraba hacia el patio de la estación. En la planta superior disponía de un pequeño restaurante. En la amplia sala de viajeros, con más metros que la actual, el jefe de la estación sacaba su tiza y avisaba en la pizarra de los retrasos de los trenes. Además de la taquilla también se utilizaba mucho la consigna para dejar las maletas, servicio que desapareció por orden de Renfe en todas las estaciones españolas tras los atentados de ETA en 1979 en las estaciones madrileñas de Atocha y Chamartín.
Pasan dos décadas hasta que en los años 90 se inicia la urbanización de una de las avenidas principales del barrio Garrido como es la avenida de Los Cipreses que pasa de los barrizales a las aceras. Cuatro años después se inaugura el actual viaducto que conecta los barrios de Puente Ladrillo y Garrido por encima de las vías del tren a través de las calles Miño y Nueva Guinea. Fueron necesarias varias pruebas de carga con la colocación de ocho camiones de gran tonelaje para comprobar la estabilidad de la infraestructura y, no obstante, al año del estreno ya estaba con arreglos. En 1995 se construye la pasarela peatonal que enlaza Comuneros y el paseo de la Estación.
La revalorización de esta zona se completa en 1997 cuando dan comienzo las obras de construcción de varios bloques de viviendas junto a la estación. Dos años más tarde se inicia el gran proyecto de la estación de tren-centro comercial del siglo XXI, de nombre Vialia. Una reforma con la que desaparece la ya deteriorada plazuela de la estación y la zona para mercancías ubicada donde ahora se sitúa el aparcamiento de Vialia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Cynthia Alonso. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.