Decía Charles Baudelaire que, en el arte, «la inspiración es trabajar todos los días». Y, con esta premisa, Laly Molina Sobrino ha conseguido cumplir su sueño: entregarse por completo a lo que verdaderamente le llena. A sus 57 años, puede presumir con orgullo de haber conseguido la titulación que tanto tiempo llevaba ansiando: la de Bellas Artes.
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Entre trazo y trazo, esta incipiente artista toledana, consolidada por la pasión que muestra en todos y cada uno de sus proyectos, no puede dejar a un lado sus antepasados. Las bordadoras de su familia, que, para ella, siempre han resultado ser creadoras de ilusiones, han sido toda una referencia a la hora de sellar uno de los trabajos que más la definen y que se podrá ver hasta el 30 de enero en el Centro Municipal Integrado Julián Sánchez 'El Charro'.
¿Cómo fueron sus primeros pasos de cara a crear esta exposición?
—A la hora de plantearme esta exposición, no quise hacer una muestra al uso. Quería que tuviera una parte de mí y que fuese, al menos, original. Me gustaban todas las técnicas: la pinutra, el dibujo, la escultura... No ha sido fácil, pero aquí estamos después de haberle dado muchas vueltas.
¿En qué paisajes se ha inspirado?
—Como yo soy de Toledo, me he inspirado, mayoritariamente, en los paisajes de mi tierra, pero también he querido plasmar algunos de Salamanca, teniendo en cuenta que es mi ciudad de acogida porque tengo familia aquí y, hace dos años, me gradué en Bellas Artes por su universidad. Fue algo emocionante porque mis hijos fueron los que me impulsaron a que tomara la decisión de hacer la carrera. Me dijeron que había llegado el momento que tanto tiempo llevaba esperando.
¿Qué supone para usted el arte?
—Es un medio de vida. A través de él, consigo manifestar mis inquietudes y mis sentimientos. Además, me parece una fuente vital. Ojalá esta exposición llegue más allá de Salamanca. Ya ha pasado por unos cuantos sitios y, por supuesto, lo ha hecho por Toledo...
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¿Qué quería transmitir?
—Siempre he querido transmitir una parte de mí. Yo pertenezco a una generación de mujeres bordadoras, integrada por mis abuelas, por mi bisabuela, por mi tatarabuela... Quería hacerle un tributo en toda regla a mi familia y reconocer el papel tan importante que tiene la mujer en el hogar, ya que, a veces, se le da poco valor.
¿Considera que existen suficientes oportunidades para los artistas que emergen de ciudades pequeñas?
—Crecer en el mundo del arte es complicado. Yo, anteriormente, me dedicaba a ello de forma autodidacta y ya llevo muchos años. He expuesto en la zona de Las Arribes, en Aldeadávila, en Fermoselle... Siempre he intentado hacerme con el hueco que tanto ansiaba. Pero sí. Es muy difícil.
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¿Qué consejo daría a aquellos que se están iniciando en él?
—Que disfruten. Disfrutar es clave. Yo, ahora mismo, estoy disfrutando muchísimo. Si disfrutas, manifiestas tu pasión a toda la gente que ve tus obras.
¿En qué otros artistas se ha inspirado para llevar a cabo sus proyectos?
—Tengo muchos. Principalmente, me he fijado en las mujeres de mi familia. Me gusta muchísimo Ghada Amer, que es de Egipto, y también me inspiro mucho en la filosofía oriental porque siempre han tenido mucho respeto por sus ancestros y por la simplificación del arte, que es algo que intento reflejar siempre.
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