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Domingo, 13 de febrero 2022, 18:53
Maldice la hora en la que la aceptó y fue tirando de ella. “Entré en un bucle del que no podía salir”, afirma. La gran odisea de David, quien prefiere no decir su apellido para preservar su intimidad, llegó hace ya diez años. La que era su entidad bancaria le ofreció una de las conocidas como tarjeta ‘revolving’. Para él en aquel momento era perfecta. “No nos daba el sueldo”, recuerda. Su pareja se quedó sin trabajo y este sistema supuso un alivio. Esta modalidad permite aplazar y fraccionar los pagos de las compras realizadas. Sin embargo, en lugar de pasar el cobro a mes vencido, el abono se realiza en cuotas mensuales que generan intereses. “Al principio lo puedes ir asumiendo porque vas amortizando”. Sin embargo debido a esta especie de minicrédito, llegó un momento que la bola se hizo tan grande que tuvo que pedir a ese mismo banco un crédito para hacer frente a las cantidades que tenía pendientes por abonar. En total, 18.662 euros que ahora gracias a la Ley de la Segunda Oportunidad ha podido cancelar y con la que por fin puede vivir sin temor a no llegar a fin de mes.
En su caso, llegó un punto en que los intereses generados por la tarjeta suponían el 85% de lo que abonaba. “En concepto del crédito y por la comisión pagaba más de la mitad del sueldo que yo tenía. Llegó un punto insostenible y tuve que recurrir a esta opción porque era la única que veía viable y que me permitía vivir. El problema es que el importe que tenía pendiente con el banco la entidad lo citó en concepto de intereses. Entonces por mucho que yo me quitara dinero al final me seguía quedando excedente y yo nunca terminaba de pagar”, explica el salmantino.
Así estuvo ni más ni menos que 10 largos años. “Si quería realmente quitarme la deuda era: cobraba 1.000 euros el día 1 y el día 2 me quedaban 200 euros. Estaba en una situación límite. No podía vivir así”. Por eso David no solo tuvo que tirar en determinados momentos de familiares y amigos sino que se deshizo de todo cuanto pudo. “Vendí muchísimo. Todo lo que pude vender que tenía por casa lo hice”, relata. “Yo el día dos me ponía a pesar: me queda por pagar alquiler, comida, gastos de la casa... Por mucho que quieras no te da. Y que no te lleguen gastos imprevistos: una avería, una multa... Por ejemplo en mayo sabía que llegaba el impuesto de circulación y a continuación el seguro del coche y la ITV. Pues había cuatro meses que directamente no vivía”, cuenta. “Llegó un punto que no podía más. O como o pago”.
Por eso un día vio un anuncio de la Ley de Segunda Oportunidad y decidió coger el toro por los cuernos. “Es un proceso largo y obviamente tiene un coste pero en mi caso ha merecido mucho la pena. Decidí hacerlo porque yo ya no tenía nada que perder, porque no tenía nada. Estaba en un círculo vicioso”. Y es que el salmantino, ahora con 37 años, reconoce que en su caso lo tuvo fácil a la hora de decidirse pero entiende que haya otros afectados que no se quieran meter en el proceso al exigir la normativa, con excepciones, que te deshagas de todos tus bienes. “Yo solo tenía dos coches antiguos y el importe de ambos —por los dos me dieron 3.500 euros— era mucho más bajo de lo que debía. Pero es arriesgado, aunque los abogados te hacen un estudio para que sepas en la situación en la que estás. La mía era insostenible”. Después de tres años batallando con la entidad, el pasado día 3 de enero llegó la esperada noticia. “Este es mi año, pensé”, bromea. Le comunicaron que la deuda había sido cancelada y desde entonces vive tranquilo. “Me puedo administrar mi dinero, me llega a final de mes, puedo hacer más cosas, puedo darme incluso algún capricho”, cuenta David entusiasmado.
Por eso ahora si hay algo que le ha quedado claro es que no piensa volver a recurrir a un crédito. “Pediré únicamente dinero a un banco cuando me tenga o quiera comprar una casa, pero nada más. Lo que tengo es lo que me puedo gastar y hay que asumirlo. Hay veces que queremos vivir por encima de nuestras posibilidades y no puede ser”, concluye.
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