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Sábado, 21 de enero 2023, 18:57
Han transcurrido once meses desde la invasión rusa, y la que se vaticinaba como una guerra breve no muestra el más mínimo viso de que vaya a terminar pronto. Encontrar un trabajo sin conocer el idioma es prácticamente imposible en Salamanca. Tampoco resulta fácil continuar los estudios en ella sin hablar, leer o escribir español. Y, en la mayoría de los casos, tienen a padres, hermanos o hijos que siguen viviendo entre las bombas y los disparos. Ante ello, en torno a la mitad de los refugiados ucranianos que llegaron a la provincia buscando protección, principalmente durante la pasada primavera, han emprendido un segundo éxodo y han dejado Salamanca para tratar de recuperar lo queda de la antigua vida que tenían en Ucrania o para empezar una nueva en un lugar con más posibilidades laborales.
“El 1 de septiembre finalizó el programa «Emergencia Ucrania» y las personas que llegaron huyendo de la guerra fueron incluidas en las diferentes fases del programa de protección internacional. Accem tiene ahora en Salamanca a unas cien personas. El número ha bajado muchísimo. Hemos llegado a tener casi 200. Muchas han regresado a Ucrania. También ha habido bastantes otras que se han trasladado a otras ciudades o a terceros países donde tenían familia”, explica Mónica Puente, responsable de Accem Salamanca, la ONG en la que el Estado delegó la acogida de emergencia en esta provincia. Por su parte, el dispositivo abierto por Cruz Roja en abril atendió, acogió y alojó a 32 familias. Once de ellas continúan en la provincia.
Al menos una decena ya han salido del centro de acogida y han pasado a una etapa de mayor autonomía, que les permite residir en viviendas particulares. Así de los 66 ucranianos que atendió Cruz Roja en los pasados meses, hoy solo quedan 23 en la provincia. Según explican desde la organización humanitaria, seis familias volvieron a su país, cinco se mudaron a otras zonas de España y otras siete, en ese éxodo continuo, se han trasladado a otros países de la Unión Europea. En esa búsqueda de empezar una nueva vida, una familia se marchó incluso a Canadá. En la Fundación Cepaim no se ha percibido tanto movimiento: sigue trabajando con las seis personas que acogió. Por su parte, en las instalaciones de la Fundación Alcándara-Proyecto Hombre residen 19 personas, a las que podría sumarse alguna más en los próximos días.
No existe un registro oficial que permita saber el número exacto de ucranianos llegados a Salamanca el pasado año. Solo por el albergue municipal de la capital pasaron más de 140, a los que se sumarían los acogidos por la Fundación Alcándará-Proyecto Hombre, la Casa de los Sagrados Corazones a través de Cáritas, en recursos de Cruz Roja, por Accem en hoteles y pisos, o en recursos cedidos por los municipios de la provincia.
La estimación es que en 2022 llegaron más de 300 refugiados huyendo de este conflicto. Muchos han dejado ya la provincia. Los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística a partir del estallido del conflicto son muy reveladores. Entre marzo y mayo, se empadronaron en municipios de la provincia 192 ucranianos, a los que se sumaron otros 14 hasta noviembre —206, en total—. Sin embargo, las afiliaciones a la Seguridad Social entre marzo y noviembre apenas aumentaron en veinte ucranianos, que pueden ser refugiados o ciudadanos que ya se encontraban en la provincia mucho antes de la invasión. En definitiva, son muy pocos los que han conseguido un trabajo, tal y como confirman las ONG. Algunos, incluso con las ayudas del Estado, siguen con problemas para alquilar un piso y poder abandonar los hoteles o inmuebles en el que se les acogió provisionalmente. Motivos que han llevado a algunos de ellos a trasladarse a otros países con más posibilidades o incluso a regresar a las regiones de Ucrania menos peligrosas.
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