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Domingo, 15 de noviembre 2020, 11:24
Unas décimas de segundo cambiaron la vida de Restituto para siempre. Una lesión medular en accidente de tráfico le dejó parapléjico en silla de ruedas hace 31 años. Este domingo, Día Mundial de las Víctimas de Accidentes de Tráfico, este salmantino de 56 años ... relata su historia de superación, igual que hace en algunas charlas con infractores de tráfico, para concienciar y sensibilizar sobre la importancia de mantener los cinco sentidos y ser responsable al volante.
Esta misma semana viaja al Hospital de Parapléjicos de Toledo para su revisión, como hace cada año desde hace tres décadas. Sin embargo, este 2020 la pandemia ha retrasado en dos años esta cita médica y Restituto está preocupado porque acarrea diversos problemas de salud: en el riñón (acaba de estar hospitalizado una semana), escaras en la piel, injertos y operaciones en las piernas, heridas en el sacro, roturas en los músculos de los hombros y caídas en casa, todo ello derivado de una vida perenne en silla con la parte inferior del cuerpo paralizada.
Fue en el puente de la Inmaculada de 1989. Restituto tenía 25 años. En el cóctel que le dejó parapléjico se mezclan la noche, el sueño, la falta de descanso y el alcohol. Viajaba desde su pueblo a las fiestas de otra localidad vecina. En su carné sumaba cinco años de experiencia como conductor. Con él viajaba un amigo y la novia de éste. “Eran las tantas de la madrugada, tuve un microsueño, di un volantazo en una curva y varias vueltas de campana. Iba cansado. Cierras los ojos un segundo y... te cambia la vida para siempre”, cuenta Restituto, que reconoce que había bebido “algo de champán en el cumpleaños de una amiga antes de coger el coche”. Justifica el cansancio a la noche anterior que también salió de fiesta y a la jornada intensa de matanza en su casa sin descanso el mismo día del siniestro. “La chica pasó dos días en la UCI y salió bien y mi amigo que iba de copiloto tuvo una herida en el cuello. Yo me llevé la peor parte. Me partí por dentro. En aquella época no había medios. Me llevaron en un ‘cuatro latas’ de la Guardia Civil hasta el pueblo más cercano y de ahí ya en ambulancia al Hospital a Salamanca”, recuerda.
A Restituto siempre le quedará la duda de si la lesión medular se produjo en el momento del rescate. “Cuando tiraron de mí para sacarme del coche, grité de dolor y perdí el conocimiento. Me pudieron fastidiar en ese momento pero nunca lo sabré”, explica Restituto, que tiene grabadas las voces de su compañero en aquel momento: “¡Sal del coche, maldita sea!”.
Pasó cinco días en el Hospital de Salamanca y recién operado fue trasladado al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Faltaban diez días para Navidad. Restituto pasó nueve meses allí, los tres primeros acompañado por su madre. Su voz se quiebra cuando viaja atrás en el tiempo y recuerda sus noches llorando mientras escuchaba a Phil Collins. “Es muy duro. En el Hospital de Toledo no te enteras de lo que va a ser tu vida. Hasta que no sales, no lo sabes. Allí en Toledo estás bien, hay gente joven en tu misma situación y un ambiente que te ayuda a superarte, a aprender a moverte en la silla, a sacarte el carné para discapacitados, había muchas actividades y compañerismo”, rememora.
La vida le dio otro revés y tras regresar a su pueblo, las horas encamado y el frío derivaron en una escara con herida en la pierna que tuvieron que operar. “Nadie sabe lo que se pasa. Estuve 9 meses boca abajo en una camilla”, explica.
Restituto es valiente y luchador, una persona dura y aunque no se viene abajo fácilmente admite que la paraplejia “nunca se llega a superar”. “Siempre hay momentos de bajón y tristeza. Hay gente que no lo supera y se suicida. Pero yo he seguido trabajando, conduciendo, tengo mi piso pagado y soy autónomo en casa, ahora con la teleasistencia por si me caigo”, relata. Aunque tras su accidente perdió amigos, el mayor disgusto que aún hoy arrastra es no haber podido casarse y formar una familia. “He tenido fracasos y se sufre mucho con eso”, confiesa.
Restituto siempre ha preferido mantenerse activo y trabajar para complementar la exigua pensión de incapacidad que recibe. “La indemnización a las víctimas es escasa si no tienes otro trabajo. Hay que adaptar la casa y pagar varias sillas de ruedas”, se queja este salmantino, que denuncia el trato en el Hospital Clínico, ya que en su última semana ingresado no le cambiaron nunca de posición y salió con una herida en el sacro.
A los conductores lanza un mensaje claro: “Hay que tener presente que a cualquiera le puede pasar y toda precaución es poca”.
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