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Luisa Martín. Javier Naval
«'La Juani' de 'Médico de familia' me compró un piso y desterré el temor a tener que dejar la profesión»

«'La Juani' de 'Médico de familia' me compró un piso y desterré el temor a tener que dejar la profesión»

Protagoniza «Malditos tacones», duelo interpretativo con Olivia Molina mañana en el Liceo

Roberto Zamarbide

Salamanca

Viernes, 4 de abril 2025, 06:15

Vitalista, todoterreno, cómica y dramática, comprometida y muy autoexigente. Luisa Martín (Madrid, 1960) reflexiona junto a Olivia Molina sobre la lucha de las mujeres por tocar poder en un entorno de hombres en la obra «Malditos tacones», escrita por Ignacio Amestoy y dirigida por Magüi Mira.

Llega a Salamanca, muy cerca de la tierra de sus raíces.

—Soy madrileña orgullosa, pero mis abuelos y antepasados son hasta donde sé todos de Ávila. Creo que mi carácter es muy castellano: muy contundente cuando hablo y muy sincera pero cuando se requiere, porque creo que la sinceridad está sobrevalorada, a veces hace daño y no es necesaria. Pero es verdad que no soy capaz de mentir. La pobre Castilla está muy denostada. Ha dado de comer a toda España durante muchísimos años y me parece que ahora mismo está muy abandonada.

Hablemos de teatro. En «Malditos tacones» usted y Olivia Molina encarnan a dos mujeres, la empresaria Victoria Burton y la abogada María García, que abordan el concepto del poder.

—Sí, son dos mujeres de éxito que han luchado en ámbitos masculinos para llegar a donde están. Mi personaje, Victoria, le lleva años de delantera y su mundo ha sido más espinoso que el de María, pero las dos han llegado a la cima de sus carreras y de sus profesiones y confrontan desde la misma altura. Ambas también cargan con conflictos en sus respectivas mochilas y a lo largo de la función intentarán liberarse de ellos.

De hecho, la escenografía minimalista y la iluminación sugieren una especie de ring de boxeo, ¿no?

—Si, esa era la idea original, un cuadrilátero mínimo que a su vez es muy opresivo. Además gira y no podemos salir de ahí. La función dura una hora y diez minutos y es absolutamente vertiginosa, una confrontación muy descarnada entre dos mujeres con muchísima fuerza.

La obra también tiene aroma a tragedia griega.

—Sí, sí. Así lo suele interpretar el público, y creo que era la intención de Ignacio Amestoy, el autor, reflejar que los conflictos que se reflejaban en el teatro griego y que están en la mitología y en la historia, que son las emociones del ser humano, no han cambiado tanto.

¿Por qué 'Malditos tacones?

—¿Usted se ha puesto tacones alguna vez? Son una tortura absoluta, te destrozan los pies, pero también un símbolo de fuerza y de poder y hacen una pierna muy bonita, Como dice mi personaje, «mujeres absurdas, golpeamos el suelo destrozándonos los pies y con cada ruido seco nos sentimos más importantes». Los tacones nos han ayudado en la sociedad a entrar en ámbitos históricamente masculinos. Ahora que hemos tomado las riendas de nuestra vida y de nuestro físico, nos los ponemos cuando nos apetece.

¿Cómo esta siendo compartir escenario con Olivia Molina?

—Una auténtica delicia. Los ensayos fueron muy complicados. Magüi Mira, la directora, quiso que pasáramos el texto por separado para que mantener aislados los conflictos de cada una antes del primer ensayo cara a cara. A mí eso me costó mucho, yo soy más de hablar con los compañeros. Pero ya después del estreno, Olivia y yo tenemos una unión férrea, maravillosa, nos llevamos fenomenal. Ya nos han sonado muchos teléfonos en plena función, muchas toses, teatros sin calefacción con un frío que te mueres... Las dificultades unen mucho.

En su carrera siempre ha buscado cambiar continuamente de registro, que cada nuevo papel no se parezca nada al anterior. ¿Por no encasillarse? ¿Por buscar nuevos retos?

—Más por lo segundo. Me autoexijo que cada personaje sea completamente diferente para no recurrir a lo que ya me ha funcionado a lo fácil. No quiero acomodarme como actriz. Sé cuales son mis registros. Si hago comedia, en el siguiente proyecto quiero hacer drama. Y si tengo una edad, quiero tener otra, porque eso es lo mágico de la interpretación, que puedes cambiar, ser otra completamente. Yo sé que hay actores que no defraudan nunca, pero siempre su personalidad está por encima de sus personajes. Yo busco todo lo contrario. Soy muy rebelde y muy tozuda. Eso también es muy castellano.

Si le hago la pregunta fácil de dónde se siente más cómoda, en la comedia o en el drama, ¿me dirá que le da igual?

—Sí. En un momento de mi vida yo era una actriz que sólo hacía comedia, y con la serie «Desaparecida» me descubrieron para el drama. Entonces me dieron tres o cuatro dramones uno detrás de otro. Acepto si ese personaje y ese drama es completamente diferente. Pero yo siempre trato de trufar el drama con algo de comedia. A pesar de lo se cree, yo pienso que la comedia es mucho más difícil que el drama. Tocar la fibra sensible del espectador es más sencillo, por ese punto de empatía que tenemos todos, cuando la función está bien construida e interpretada. Pero la comedia tiene un ritmo interno que no puedes saltarte si quieres hacer gracia. Y ese tempo de comedia lo tiene muy poca gente.

Entonces ¿cree que a un actor cómico le resulta más sencillo salir airoso de un drama que al contrario?

—Yo creo que sí, absolutamente. El que tiene talento para la comedia puede pasar perfectamente al drama, y flipas en colores. Mire el caso de Alfredo Landa, que hizo «El crack y todo el mundo se quedó con la boca abierta. Pero luego hay actores muy dramáticos que no han sido capaces de pasarse a la comedia. Jamás. Es mucho más difícil hacer reír que llorar.

Se cumplen ahora 30 años de la serie «Médico de familia», que disparó su popularidad. ¿Qué supuso para usted el papel de la Juani, por el que se le sigue recordando?

—Pues mire, me compró un piso. Y desterró de mi cabeza el temor a tener que tirar la toalla en la profesión. Pero mi despegue en ficción televisiva fue poco antes en la serie «¿Quién da la vez?», con el personaje de La Chirla, una macarrilla que en la serie tenía 18 o 20 años.Al año siguiente ya fui la Juani, una empleada de hogar de rompe y rasga que tenía unos 30. Por eso la gente no nos relaciona. Lo de la Juani fue una locura. Luego quisieron que siguiera haciendo ese personaje en otros proyectos, pero me fui a hacer teatro.

Recientemente se le recuerda por su papel en la serie de TVE «Servir y proteger», por la que le concedieron la Medalla al Mérito Policial.

—Me dio una popularidad inmensa en televisión. Disfruté muchísimo, pero se sufre porque hacer una serie diaria durante seis años es complicado. Era un buen producto, unos guiones con mucho rigor, que veía toda la familia. Hicimos mucha divulgación, animando a las mujeres a denunciar malos tratos, y tuvimos respuestas muy positivas.

Colabora activamente con varios colectivos sociales. ¿Siente ese compromiso moral de ayudar desde su popularidad?

—Empecé hace muchos años con Médicos sin Fronteras. Hice varios viajes con ellos, el primero a África, que me cambió la vida. Recuerdo un día que se inauguraba un pequeño centro de salud en Nairobi y me acerqué a consolar a un niño pequeño que lloraba, Y cuando me vio , se asustó y empezó a llorar mas fuerte. Me hicieron ver que se había asustado porque yo era blanca. Claro, fue un shock brutal. Nunca había reparado en esta soberbia de la raza blanca. Al volver cambiaron mis prioridades, y comprendí que mucha gente necesita nuestra ayuda y nuestra fuerza. Soy madrina de la asociación ANASBABI, que trata de visibilizar y ayudar a las personas con enfermedades raras. A ver, no es que esté concienciada de que con mi fama tengo que hacer algo. En realidad no lo pienso: simplemente me sale, y me compensa. No tengo problemas económicos afortunadamente, tengo un techo, un hijo maravilloso, no tengo enfermedades y vivo bien, así que siento como que tengo que devolver algo a la sociedad.

Se ha declarado «patriota de izquierdas». ¿Quiere explicar el término?

—Me gusta este país, me gusta su creatividad en todos los terrenos, en la gastronomía, en el arte, en la pintura, en el teatro, en el cine. Me encanta el talento de este país y yo soy muy patriota y me gusta pagar impuestos.

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