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Lunes, 20 de abril 2020, 19:39
Johanna Barón estudió Medicina en la Universidad de Salamanca y ha trabajado en el Clínico hasta hace unos meses. Ahora desarrolla su labor en el Hospital de Zamora donde comenzó a interesarse por uno de los síntomas más curiosos del coronavirus: la ausencia del olfato y del gusto.
¿Por qué la falta de olor y sabor es uno de los síntomas a los que menos se le prestó atención inicialmente?
En China no se anunció o no se tuvo en cuenta, dado que las muertes eran más alarmantes para los médicos. Pero cuando llegó a Europa muchos pacientes ya desde finales de febrero manifestaron esto clínicamente. Llegaban a las consultas con pérdida de olfato y gusto total, a veces sin síntoma asociado y otras con síntomas de enfermedad vírica, como cefaleas. Después empezaron las alertas hasta que la Sociedad Española de Neurología informó de que había que tenerlo en cuenta.
¿Cómo inició la investigación?
Como entonces no había certeza de si era un síntoma del COVID y varios conocidos me lo preguntaron, empecé a indagar. Varios neurólogos conocidos confirmaron el síntoma en sus pacientes y empecé la encuesta. Ya he recogido 88 pacientes, una muestra bastante buena, aunque para tener datos más fiables necesito llegar a 100. Estoy viendo lo que pasa con ellos y, sobre todo, su evolución.
¿Cuál es la hipótesis que plantea?
Quiero saber si el virus es capaz de dejar una secuela a posteriori en el paciente. Hay gente que recupera el sentido, pero algunos no percibe los olores como lejía o que el bebé se ha hecho caca... Son cosas llamativas. Es aún pronto, pero mi objetivo es conocer a quién afecta, si más a hombres que a mujeres, a qué edades, si provoca secuelas y cuándo se recuperan.
¿Ya tiene algunas certezas?
No se puede adelantar nada porque es todo muy preliminar. Aún están llegando encuestas de pacientes, otros tienen respuestas incorrectas y aún espero contestaciones de varios. En una semana tendré todo más asentado.
¿Cuál es su método de trabajo?
La primera semana confirmo si el paciente ha mejorado y a la siguiente me pongo en contacto con él. Unos notan mejoría y otros siguen igual. Algunos comentan, y es curioso, que pueden notar olor a lejía muy flojo y al acercarse de pronto lo dejan de percibir. Puede ser una disosmia, que ocurre cuando los receptores olfatorios se saturan de forma rápida y no pueden percibir olor, pero es conclusión preliminar.
Cuando hay mejoría ¿cómo ocurre?
La recuperación de los sentidos va en función de las personas. Algunos en una semana y otros más. Primero regresa el gusto, quizás porque recuperan un poco de olfato, y los dos primeros sabores que empiezan a notar son el dulce y el salado. El resto se hacen posteriormente. Al ser síntomas leves o poco importantes no se le da importancia, pero cuando el paciente se queda con déficit afecta a su calidad de vida.
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