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Laura Pérez ( nombre ficticio) llegó hace cuatro meses a Salamanca en un momento crítico de su vida, sin rumbo y con la esperanza puesta en poder al fin 'pertenecer a algún sitio'. Sin hogar, sin un trabajo y sin dinero tras una inversión fallida, llegó a Cáritas Diocesana de Salamanca pidiendo ayuda. Una entidad que le ha regalado sonrisas, 'cariñitos' e incluso le ha ayudado a elaborar su curriculum. Está buscando trabajo y con ganas de 'empezar de cero', motivo por el que ha decidido no revelar su nombre real.
Portuguesa de nacimiento y educadora social de profesión, terminó sus estudios en el año 1977 y se mudó a Mallorca con la esperanza de encontrar un trabajo. Pasados los años, con una vida personal complicada, sin un hogar fijo, sin pareja y sin hijos, decidió apostar por el gran sueño de su vida: tener su propio negocio. «Quería tener mi propia independencia económica y empecé a trabajar en el proyecto en 2019. Después de toda una vida cuidando de los demás me hacía ilusión empezar a cuidar de mí. Gasté mucho dinero en género y licencias, pedí un préstamo de 6.000 euros y justo antes de abrir, el día 14 de marzo empezó la pandemia. », explica a este periódico.
En medio de esas circunstancias, el negocio no funcionaba y su ilusión se vio abocada al cierre. «Todos mis ahorros estaban puestos ahí y no podía seguir tirando porque no tenía dinero para vivir. Me dolía haberme fallado a mi misma y no conseguir lo que quería», asegura. Sin un hogar, se fue a vivir a casa de unos amigos en Mallorca, pero finalmente terminó en un albergue de los servicios sociales de la isla. «En mayo de 2022 tuve que abandonar esa casa y cumplí los 62 años en un albergue de los servicios sociales porque no tenía donde ir. Allí estuve 403 días y viví una de las situaciones más complicadas de mi vida. Me quisieron agredir y me rompieron las gafas».
Sin ningún tipo de adicción, hace hincapié en que su única pasión es la lectura. «La vida son decisiones y son muy importantes. A veces cogemos el camino equivocado y después no queda otra que asumir las consecuencias».
Después de todo esto, y con la esperanza puesta en 'empezar de cero' y comenzar 'una nueva vida', Laura cogió un vuelo y llegó el pasado 30 de junio a la capital charra. «Al principio me alojé en un hostal. Estuve buscando una habitación y tenía 200 euros ahorrados a la espera de pagar el primer mes, hasta que encontrase un trabajo. Cuando fui a mi banco habían volado, me habían pasado el préstamo que pedí para el negocio que aún estoy pagando y no pude encontrar un alojamiento», asegura.
Acudió a una parroquia Salmantina para pedir ayuda y ahí encontró a Cáritas. «Me aseguraron que podía ir a Espacio Abierto. Ellos me han ofrecido comida porque no tenía muchos ahorros», afirma. Asimismo, reconoce que eso no es lo que más valora: «Tengo un cariño especial a Teresa y a Carlos. En ellos he sentido apoyo, me escuchan, me aprecian. Eso alimenta más que la comida». Actualmente Laura se encuentra en una búsqueda activa de trabajo en Salamanca: «No voy a pasarme la vida esperando a que me resuelva la vida una paga, ni dependiendo de los servicios sociales. Se hacer muchas cosas, quiero encontrar un trabajo y asegurarme mi vejez», afirma.
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