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La Gaceta
Lunes, 15 de julio 2024, 13:39
Nos encontramos ante un rumor muy extendido entre los salmantinos. Cuenta la leyenda que al asumir los Dominicos la labor de la Santa Inquisición en Salamanca, debajo del nivel de entrada al convento habría un sótano con cinco pisos -el primero correspondería al nivel del arroyo de Santo Domingo- donde estarían las mazmorras, cárceles, aparatos de tortura y los archivos del santo oficio. San Ignacio de Loyola, quien fundó la orden de los jesuitas, fue uno de los presos más conocidos que estuvo en San Esteban.
Otros dicen que hay un túnel que une San Esteban con las Dueñas. Incluso hay quien mantiene que el único túnel es el que va desde San Esteban hasta el río, como desagüe del convento, por lo tanto, las celdas de la inquisición no estarían debajo de los dominicos, sino a la altura del actual seminario de Calatrava, casa de la iglesia.
Los frailes de la Orden de Predicadores residían en el Siglo XIII en la iglesia de San Juan el Blanco, a orillas del Tormes , pero las riadas de 1229 y 1256 les obligaron a abandonarla. Se trasladaron a la iglesia de San Esteban, dentro de la muralla, que les regaló el obispo Pedro junto con los huertos y el cementerio. El edificio gótico con decoración plateresca de influencia italiana que conocemos lo construyeron entre 1524 y 1610, financiado por la casa de Alba (los segundos duques tuvieron un hijo dominico, Fray Juan, que llegó a cardenal). El primer arquitecto, Juan de Álava, apostó por una nave amplia, ideal para la predicación, el carisma propio de la orden, con capillas-hornacinas en los laterales. Las del lado sur tienen hueco para confesionarios (el sacerdote confesaba desde el claustro), como el que utilizó Santa Teresa.
Si impresiona la fachada plateresca, que tiene por escena central el martirio de San Esteban tallado por Ceroni, no es menor el impacto del retablo mayor de José de Churriguera, que custodia otra representación del mártir cristiano, una pintura de Claudio Coello (1963).
De los tres claustros con los que cuenta el edificio, el de los reyes o procesiones es el más interesante. Aunque, más que a reyes, sus medallones se dedican a profetas. No hay que dejar de ver el llamado claustro de Colón, llamado así porque se escucha en voz baja por la ciudad que el mismo Almirante caminase por allí, cosa que no se ha comprobado nunca. Las piedras blancas que aparecen entre las pizarras no son piedras blancas, sino tibias de ganado vacuno.
Don Fernando Álvarez de Toledo, el Gran Duque de Alba, que comandó los tercios españoles en Flandes, está enterrado en el espacio que comunica la iglesia con el claustro de los Reyes. Fue Fray Domingo de Soto, prior de San Esteban y confesor de Carlos V, quien encargó a Rodrigo Gil de Hontañón la originalísima escalera de acceso al sobreclaustro, finalizada en 1556. Cada peldaño es una sola pieza de granito que se apoya unicamente en el inmediato y en el muro en que se empotra. y, así, se suceden su tres tramos, conformando una estructura digna de admiración.
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