El IBSAL está calentando motores para poner en marcha una investigación que se ha propuesto -como fin último- potenciar la recuperación después de sufrir un ictus.
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El estudio, liderado por Ángeles Almeida, ha recibido la mayor financiación -más de 350.000 euros- del Instituto de Salud Carlos III dentro de la Comunidad para estudiar la relación entre el metabolismo, los ictus y el pronóstico de la recuperación.
«Hay un proceso tras el ictus que es un daño celular que afecta al metabolismo. Las células nerviosas cambian, las neuronas sufren daños importantes que las llevan a morir y nosotros queremos potenciar, en la medida de lo posible, esos mecanismos para que las neuronas no mueran y que el cerebro llegue a comportarse de una manera normal», explica la investigadora salmantina.
El planteamiento de los investigadores salmantinos parte de que la zona infartada en un ictus es irrecuperable, pero recalcan que «alrededor de esa zona, la llamada zona de penumbra, pueden producirse más daños si no se toman medidas». «Si se evita la progresión del daño que hay tras un ictus, se estará potenciando una mejor recuperación», añaden.
El equipo de investigadores del IBSAL entiende que buena parte de estos cambios tiene que ver con la nutrición y se ha propuesto estudiar el metabolismo lipídico para encontrar relaciones concluyentes. «Está demostrado que las personas obesas tienen más riesgo de sufrir un ictus. Sin embargo, se da la paradoja y es que las personas obesas que han sufrido un ictus se recuperan mejor que la que no tienen obesidad. Por esto nos interesa el metabolismo lipídico», concreta Almeida.
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En consonancia con esta línea, los especialistas aseguran que la mejor 'receta casera' después de un ictus es el ejercicio físico. «Todo el mundo sabe que lo mejor para prevenir el ictus es el ejercicio, alimentación sana, no fumar y no beber alcohol, pero una vez que ya se ha sufrido un ictus, lo mejor de todo para recuperarlo es el ejercicio físico, junto con una neurorrehabilitación temprana», asegura Ángeles Almeida, que amplía: «Antes, a los enfermos de ictus se les dejaba reposar y descansar en la cama, y se morían mucho más. El ejercicio físico promueve la plasticidad neuronal: ayuda a que se establezcan conexiones entre ellas y se cubran los huecos de las neuronas que han muerto».
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