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Sus conciertos son una fiesta de ritmo y alegría. Su música inclasificable nació de las calles y transita de la rumba al funk pasando por mil estilos que no resisten clasificación. Jairo Perera (Santa Coloma de Gramanet, 1975) y su alterego 'Muchachito Bombo Infierno' trae la diversión en sus notas.
¿Qué puede avanzarnos de 'Historias de ser muchacho', el show que presenta mañana en Salamanca?
—Somos dos hombres orquesta. En esta gira me acompaña Lere [el contrabajista Gerard Mases], mi compañero de la Bombo Infierno desde el principio. Yo estaba cansado de actuar con cinco pedales en los pies, llevaba dos cajas, dos charles, un plato y el bombo aparte. Y claro, estoy todo el bolo sentado, solo puedo mover la cabeza y no mucho, para no irme del micro. Lere, que también es hombre orquesta, también me echa una mano con la caja.
Hay un poco de autobiografía en este espectáculo, una mirada a su propia historia.
—El concierto está basado un poco en cómo por error llegue a ser 'Muchachito'. En Trimelón de Naranjus, el grupo donde yo tocaba en los 90, hacíamos una canción de Kiko Veneno, 'El mexicano' que escenificábamos, cada uno hacíamos de un personaje. Yo salía con un sombrero, metíamos explosiones, había ahí unas mazas... Y cuando salí de Trimelón y fui a grabar mi primer disco, decidí mantener como nombre el personaje que había creado para aquellos conciertos, aunque ya había salido de aquella onda mexicana.
¿Podría decirse que hacen un homenaje a sus inicios en la música?
—Sí, y también a todos esos superhéroes que nos han hecho llegar hasta aquí, como Peret, Gato Pérez, Kiko Veneno. Todos ellos están muy presentes, porque son nuestra máxima influencia conjuntamente con la música anglosajona. Esos han sido los pilares de mi música, de la que he disfrutado y la que he empezado a hacer con cariño.
Cuando 'Muchachito' entró en la escena musical española hace dos décadas, se hablaba de 'mestizaje', y posteriormente le han puesto muchas etiquetas. ¿Está cansado de que se intente describir su peculiar estilo musical?
—Lo primero que me dijeron, allá por los 90, es que hacía fusión, que no me gustaba mucho, pero bueno, tendía un poco a eso. Fusión puede ser muchas cosas, hasta la cocina. Después se habló de mestizaje, y eso ya no me gustaba. Estamos todos mezclados, y más en la música. Aquí no estamos inventando la sopa de ajo. Hemos podido escuchar músicas del mundo y podemos estar tocandpo un blues sin ser de Oklahoma ni de Misisipi. Después se habló de 'música bastarda', 'World Music'... Se nos ha llamado de tantas maneras... Pero bueno, gracias a esto yo he podido tocar hasta en el festival de la Polka.
¿Esas referencias que le han buscado le han abierto más puertas?
—Sí, hemos tocado en todos los festivales sin hacer ninguno de los estilos que se llevaban allí. Así que por ahí, bien. Pero claro, por otro lado, igual alguien fue a vernos y se esperaba otra cosa.
Mirando hacia atrás, ¿hacia dónde ha evolucionado en estos años la música de 'Muchachito'?
—Bueno, yo intento no quedarme en lo que me fue bien, porque sería muy aburrido. En nosotros hay una búsqueda, una exigencia. Y hacer algo original, porque hoy día hay muchas propuestas.Pero sobre todo, lo mejor es no comerte la olla. Querer seguir aprendiendo, intentar hacerlo cada vez mejor reflejando de la mejor manera el entorno que vivimos. Y en cuanto a la comunicación, intentar que lo que decimos sume para ti y para los demás. Ya sea una crítica, una queja, un cariño... La música implica muchas cosas: desde la letra de la canción a la música, con la que se pueden decir cosas que tal vez habladas podrían sonar irrespetuosas o cursis.
¿Y el público? ¿En qué diría que ha cambiado en todo este tiempo?
—Bueno, nunca fue fácil sobre todo en el ámbito de la cultura. Nuestra propuesta cultural tiene que ver con el ocio. En los años buenos, la gente iba a ver todos los espectáculos, pero cuando los bolsillos están resentidos, hay que elegir. Aparte de esto, que es normal, cada vez tenemos más dificultades para mover las bandas por las carreteras. Pero no podemos estar pensando demasiado en eso.
Volviendo a lo que hablábamos antes, esta es la época de los festivales. ¿Qué opina de este boom?
—Estamos saturados de festivales, lo creo de verdad. A mi por un lado me gusta, pero por otro no me gusta. Tengo esa contradicción. Lo primero, hay que estar mucho rato ahí para tocar una hora, ¿sabe? A mí me gusta que venga a verme todo el mundo. Pero me gustaría que quien venga a un concierto nuestro lo viva como algo especial, como quien se viste para ir al teatro. Y a veces los festivales no son muy cómodos.
Pero también les abren puertas a nuevos públicos.
—Lo que realmente abre puertas es tocar, trabajar, hacerlo con entusiasmo , porque eso implica una verdad. Dentro de la juerga, de la actitud, de la pose, hay un curro, un contenido, un caldito que se va haciendo y que es lo que en verdad llevamos cada uno de nosotros al espectáculo.
Sus actuaciones se distinguen por ese ritmo y esa energía. Le he leído que se considera que más que optimista, se considera una persona vitalista.
—Es que ser optimista es muy difícil. Y mire que me gusta la palabra, hasta me la tatuaría. Optimismo y bocadillos son dos cosas que encantan. Pero por otro lado hay que ser realista, vitalista, tener energía. Hay que quejarse de lo que no estamos de acuerdo, defender lo que no podemos perder. Y hacer piña, ser un buen vecino allí donde vives.
Mantiene desde hace años una relación paralela con una 'banda fantasma' que forma con Kiko Veneno, Tomasito, Marcos del Ojo 'El Canijo de Jerez' y Diego Pozo 'El Ratón', de Los Delinqüentes. Se ha anunciado que este año se reúne este G-5. ¿Qué preparan?
—Sí, dieciocho años después. Hemos seguido viéndonos y no hemos perdido esa alegría. Lo bueno de estos grupos es como los bares, que aunque se cierren siempre te seguirás encantando con la gente de ese bar. Este grupo tiene una alegría extraordinaria: hemos hecho muchísimas canciones, hemos viajado, hemos tocado ocho horas seguidas , y todo son darnos cuenta, con una inconsciencia muy bonita y acordándonos de por qué empezamos en esto. Yo vengo de una canción de Kiko, y Los Deliquentes se llamaron así por otra canción de Kiko.
Es como el inspirador de todos ustedes, el padre musical.
—Está estupendo, además. Es el más moderno de todos nosotros.
¿Grabarán nuevas canciones? ¿Habrá gira?
—Haremos un montón de cosas, pero no le puedo contar. Eso si, una vuelta nos vamos a dar.
¿Qué recuerdos le evoca volver a Salamanca? En su primera gira en 2005 con 'Vamos que nos vamos' se le recuerda horas antes del conicero paseando en bici con gorro y levita.
—(Ríe) Recuerdo una vez que después de actuar estaba cansado, no me apetecía salir de fiesta y entré a un bar de tranquilo a tomar un bocata, había un chico y dos chicas muy amables. El caso es que no medi cuenta, me dieron las mil allí hasta que de pronto llegó la gente de la banda con todos los que habían conocido por el camino y ya no tuve escapatoria. He pasado ratos muy divertidos en Salamanca.
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