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Imágenes de Tomás Pedro y Yolanda, el día de su boda y en una estampa reciente.
La historia de amor de dos salmantinos que no entiende de catorces de febrero

La historia de amor de dos salmantinos que no entiende de catorces de febrero

Yolanda Ramos y Tomás Pedro Pérez -con graves secuelas a raíz de un paro cardiaco durante su ingreso por covid- son un ejemplo de amor incondicional

Javier Hernández

Salamanca

Viernes, 14 de febrero 2025, 05:30

No se habían perdido un San Valentín durante cuatro décadas, pero en ninguno de los restaurantes que estos días ofertan cena con baile figura una reserva a nombre de Tomás y Yolanda.

En casa hoy nadie espera flores, pero eso tampoco es tan raro. «Tomás siempre ha sido muy detallista, pero no porque fuera el Día de los Enamorados. Me decía que para qué nos íbamos a regalar nada si nosotros estábamos enamorados todo el año, pero luego te sorprendía un día normal, sin ningún motivo especial, con un ramo de flores y una tarjeta con algún mensaje», recuerda su mujer.

Yolanda despertará este 14 de febrero a su marido con un 'te quiero'. Igual que hizo el día 13, y el 12… Igual que ha venido haciendo cada uno de los días de los últimos cinco años. Desde que la vida puso su mundo del revés.

Cinco años para demostrar que el amor incondicional no es una fecha comercial, ni un eslogan impreso en una taza de café. «Querer a alguien es cambiarle un pañal, enseñarle a volver a hablar, vigilar que haya espesante en la bebida, poner de pie a una persona mucho más grande que tú…», responde Yolanda Fernández.

La historia de este matrimonio con más de 40 años de relación tiene un antes y un después al 2020: el año en el que una pandemia mató o cambió la vida de millones de personas. A ellos les tocó.

Tomás Pedro Pérez ingresó con coronavirus en el Hospital de Salamanca el 3 de abril de 2020 y regresó a casa en el mes de julio del mismo año, pero aquel hombre que recibió el alta nada tenía que ver con el que entró.

«Mi marido estuvo tres veces en la UCI a causa de la covid. Durante el ingreso sufrió dos paradas cardiacas. Una fue floja, pero la otra duró 15 minutos», explica Yolanda Fernández. Un cuarto de hora fatal durante el que su cerebro no recibió oxígeno correctamente y le dejó gravísimas secuelas.

«Tiene una parálisis que le impide mover la parte izquierda del cuerpo. También sufre una disfagia que no le permite tragar con normalidad. Apenas habla y, además, su memoria ha quedado solo para el corto plazo», enumera Yolanda, que todavía se pregunta cómo es posible que la vida pueda cambiar tanto en cuestión de días: «Mi marido era un hombre vital, de 91 kilos, y cuando salió del Hospital era una persona totalmente dependiente y con apenas 55 kilos».

La celebración de San Valentín ha perdido por completo el significado festivo que algún día tuvo para ellos. Si acaso, una oportunidad de reafirmar el compromiso de 'hasta que la muerte nos separe' que juraron en el altar: «A mí no me hace ninguna falta esperar al 14 de febrero para expresar mi amor. Yo quiero a Tomás todos los días y a todas las horas. Y se lo digo mucho. Él me oye y me dice 'yo también te amo'. Con eso ya estoy contenta. Esto es muy duro, pero de verdad te digo que estoy contenta porque le tengo aquí a mi lado a pesar de que en el Hospital nos dijeron que fuéramos preparándonos porque esto se acababa».

Tomás Pedro ha ido sumando pequeñas conquistas gracias a su esposa. «Habla algunas palabras a pesar de que le rompieron el frenillo, creemos que al intubarle, y ahora la lengua se le va para atrás. También se pone de pie si yo le sujeto porque también ha perdido el equilibrio. Ha mejorado porque no me he rendido. Nuestro día a día es el fisio, la logopeda, los terapeutas…», explica sobre su rutina de lunes a viernes. Y los fines de semana, un pequeño respiro gracias a la familia: «Tengo la suerte de contar con los mejores hijos, las mejores nueras y nietas del mundo», agradece.

La memoria de Tomás Pedro es frágil. Ya no alcanza a recordar todos los buenos momentos vividos, pero ahí está Yolanda para hablarle durante horas de aquellos viajes al norte. Se le va a olvidar, pero ella insistirá. Es infatigable: «Nos gustaba mucho viajar. Solíamos ir a la costa en el norte de España. A Santander, a Candás... Desde que le pasó todo esto no hemos vuelto a viajar por ahí. Alguna vez hemos salido a una casa rural, pero por Salamanca. Para no estar muy lejos en caso de que le pase algo», explica.

Sin descanso

Con 61 años, a Yolanda todavía le quedaban unos cuantos por delante para jubilarse. Trabajaba en la limpieza de las piscinas municipales cuando tuvo que dejarlo todo para centrarse en su marido (65), que era jefe de turno en una fábrica de plásticos. Para su actual tarea no hay jubilación que valga. «¿Que si me siento cansada? Es que no puedo. No me lo puedo permitir. Recientemente enfermé de gripe y me duró un día porque a las pocas horas también enfermó Tomás y no me lo puedo permitir. Es como si tu cerebro reaccionara y te dijera 'se te acabó la gripe, ponte a trabajar' porque hay otra persona que te necesita».

Hay que seguir. Mañana será otro día, pero en casa de Yolanda y Pedro volverá a ser Sanvalentín.

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