'Mensaje en una botella', la película del director Luis Mandoki supera la ficción y se hace realidad en Salamanca. Pero esta vez el mensaje flotaba en una probeta. En noviembre de 2004, el ginecólogo salmantino Tomás Rodríguez Bravo y su amigo José ... Luis decidieron lanzar desde el puente Felipe VI al río Tormes una docena de pequeñas probetas de laboratorio selladas con un tapón de goma y con un mensaje escrito en el interior.
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«José Luis y yo tenemos muchas aficiones en común: subimos al Peñón de Ifach, buceamos, jugamos al frontón, soñamos con hacer el rally París-Dakkar..., pero sobre todo compartimos nuestro espíritu aventurero. Por eso decidimos lanzar los mensajes esa tarde. Considerando los escollos que llevan nuestros ríos castellanos, tuvimos dudas de que llegasen al Atlántico. Así que esperamos una respuesta atemporal», cuenta a LA GACETA Tomás Rodríguez Bravo.
Y 20 años después se ha producido una serendipia—hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual—. El pasado 22 de abril sobre las 16:20 horas, el joven salmantino Javier González se encontraba pescando junto con otros dos amigos a las orillas del Tormes cuando vieron flotar un objeto de cristal. «Había mucho oleaje por lo que el tubo se dio la vuelta, pero no le dimos importancia hasta que en un momento dado me agaché y observé que era una probeta y que tenía un mensaje en su interior. Cuando la abrí y lo leí pensé: 'Qué casualidad tan bonita», expresa Javier González, que añade que el hallazgo estaba lleno de verdín al haber permanecido tantos años en el río.
«Este mensaje ha sido lanzado al río Tormes a su paso por Salamanca (España) el día 13 de noviembre de 2004. Escríbeme indicando dónde lo has encontrado, te responderé. This message has been thrown to river 'Tormes' in Salamanca (Spain) on november, 12, 2004. Please, write me and where you have found it, I will answer to you», firmado por Tomás Rodríguez Bravo. Era el contenido del mensaje.
Al llegar a casa, Javier le comunicó a sus padres lo que le había ocurrido y después decidió buscar a Tomás. «Cuando mi padre leyó su nombre me dijo que era el ginecólogo que atendió a mi madre el día que yo nací, y de nuevo se produjo otra bonita causalidad», detalla el joven.
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Javier se dirigió a la dirección que reflejaba el mensaje, pero Tomás ya no vivía allí, por lo que contactó con Amparo, una matrona ya jubilada que había trabajado con él. «Un día me llama Amparo y me dice que quiere verme. Cuando quedamos viene con un chico, de 19 años, y con sus padres. Yo no los conocía, nos saludamos cordialmente y me dicen que atendí su nacimiento en enero de 2005 y que me quieren dar una sorpresa», cuenta Tomás.
En ese momento, Javier sacó del bolsillo un «botecito» impregnado de «algas secas» y extrajo un papel enrollado. «Allí estaba el pequeño escrito en perfecto estado. Esa probeta no ha avanzado mucho en distancia, pero sí ha aguantado 20 años el agua, las heladas, el viento... Seguramente quedó varada entre las espadañas y esperó paciente a reencontrarse conmigo y a que pudiera conocer a Javier», expresa emocionado Tomás, que espera respuesta de las once restantes que deambulan por las aguas.
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