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Javier Alvariño, candidato a llevarse un Goya este sábado. JORGE ALVARIÑO
«En los Goya llevaré un look de terrateniente de planta de algodón, como si fuera el general Custer»

«En los Goya llevaré un look de terrateniente de planta de algodón, como si fuera el general Custer»

El director salmantino Javier Alvariño vivirá este sábado su primera candidatura a Mejor Dirección Artística por la película 'La Virgen Roja'

Ángel Benito

Salamanca

Sábado, 8 de febrero 2025, 06:30

Javier Alvariño pisará por primera vez la alfombra roja del cine español como candidato a Mejor Dirección Artística por 'La Virgen Roja'. Debutó hace 25 años y ahora recibe su primera nominación. Le acompañará en la representación salmantina Chema de la Peña, nominado a Mejor Película Documental por 'Marisol, llámame Pepa'.

¿Cómo recibió la nominación por 'La Virgen Roja?

—Con mucha ilusión. Llevo 25 años ya trabajando en cine en la dirección de arte haciendo muchas películas. Ha habido momentos en los que pensaba que igual podía darse la posibilidad de que me nominasen y no acabó de suceder. No era algo en lo que pensase como una posibilidad. Ese picor se me había quitado. Es una noticia muy guay y muy sorprendente. La nominación ya está siendo un premio en sí mismo.

¿Qué dificultades se ha encontrado al rodar una película de época?

—Todas las películas de época en sí mismas son un reto importante. Cualquiera de los elementos que tienes que convocar para generar el universo de la película que no están en circulación. Tienes que buscarlos con mucha atención, respetar la época y que además encajen en el contexto de la película. Lo que tiene que ver la parte especifica de época: vehículos, elementos más pequeños (grafismo, periódicos, ambientación de los espacios). Todo tiene que ser muy documentado y a la vez ser cinematográfica: dinámica y que vaya a favor de la narración. Construimos el piso de las protagonistas y tenía sus retos conceptuales. Rodar en Madrid época es complicado porque no mantiene un patrimonio excesivamente cuidado. Pero, bueno de un modo u otro lo sacamos adelante.

¿Cómo logra trasladar el contraste entre la ilusión de Madrid por la República y la rectitud de Aurora?

—Ellas son unas rebeldes en muchos sentidos. Sobre todo, Aurora que es quien capitanea todo el plan con unas ideas a priori revolucionarias, humanistas que buscan un futuro mejor para la mujer y para todo el mundo. Es cierto que cuando unas buenas intenciones las llevas al extremo puedes acabar traicionando el espíritu original. Nosotros ese contraste lo teníamos claro: el universo que mantienen en el interior de su casa de control e higiene con elementos muy calculados que de la puerta hacia fuera empieza el caos de la vida, de la gente de la época de un Madrid bullicioso y con actividad. La directora habla entre la tensión de lo apolíneo (Aurora) y de lo dionisiaco del exterior.

¿En qué radica el éxito?

—Lo más sorprendente de toda la película es que es una historia real. Hemos generado una narración dramatizada en la que hay elementos ficticios. Realmente, es una película con una envoltura atractiva que no reniega de su carácter comercial. Busca que la narración siendo potencialmente un núcleo muy intelectual y abstracto, está contada de una manera que permite guiar al público transitando esas ideas en una narración dinámica, divertida e interesante. Cuando evalúas la historia como algo que realmente ha sucedido, te hace darte cuenta de la cantidad de personajes e historias absolutamente fascinantes que desconocemos de nuestro país, especialmente de personajes femeninos. Son ideas muy avanzadas para la época: que una niña de 15 años escriba libros, ensayos resultaría igualmente revolucionaria ahora mismo. Eso pasa a finales de los años 20. Ayuda a recuperar una cierta autoestima que creo que en el imaginario colectivo ha quedado muy dañada sobre lo que era nuestro país previo a la dictadura. Nos hemos quedado con una idea muy plomiza de lo que fue el siglo XX y ver una película que sucede en la España previa a la dictadura con toda esa vida y ese despliegue de energía creo que es algo muy sorprendente. No es una época que se haya contado mucho en cine.

Tras la nominación, ¿tiene esperanzas de ganar el premio?

—En unas declaraciones de Najwa Nimri que, paradójicamente no está nominada a mejor actriz decía: «No es injusticia, es política». Yo la segunda parte no la tengo muy clara, pero lo que sin duda no está presente es la justicia o la injusticia. Quien sea que gane se considerará muy afortunado. Pero, es una expresión de una votación por 20.000 razones y criterios que no están basados en cuestiones científicas o comprobables. Si te toca, lo celebras, es maravilloso y nos emborracharemos a la salud de todo el mundo. Si no, lo pasaremos súper bien igual en la fiesta. Lo importante para mí ha sido la nominación que me ha hecho verdadera ilusión, y a partir de ahí la decisión final entra en el terreno de lo caótico, fortuito e imprevisible. La Academia del Cine está compuesta ahora mismo por 2.600 personas y cada uno vota por sus razones. El error está en considerar que existe una especie de criterio común.

¿Ya tiene elegido el vestuario que llevará para la gala de este sábado?

—Sí. Tengo una estilista maravillosa, mi amiga Tania, que me ha llevado este año a ver a un par de amigos suyos que son maestros absolutos de todo esto: José Juan y Paco que están vistiendo nada más y nada menos que a Maribel Verdú y Leonor Watling, presentadoras de la gala. Me han encontrado un hueco y me han diseñado un look bastante guay con ciertos aires de terrateniente de planta de algodón americano, similar al general Custer. Muy gracioso.

¿Se ha acordado mucho estos días de Basilio Martín Patino?

—Yo me acuerdo de él habitualmente. Martín Patino me ofreció la primera película que rodé con 'Octavia'. Le estaré eternamente agradecido con una experiencia dura porque era un salto al vacío. Pienso en él a menudo y en Eugenio Mirá, director del Grand Piano, que fue la primera persona que me ofreció un trabajo en este mundo. Hicimos juntos su primer cortometraje que rodamos en el edificio de Lasalle.

Aunque ahora vive en Madrid, Salamanca marcó su infancia y adolescencia, ¿se aprecia más cuando se está fuera?

—Yo nací en Bilbao porque daban clases allí mis padres en la Universidad de Deusto y estuve a punto de nacer en Alemania. A los 5 años volvimos a Salamanca porque toda las familias de mis padres vivían aquí. A mí me gusta mucho ahora, pero, en su momento, necesitaba moverme de allí. Madrid fascinaba a un joven de mi edad. Con el tiempo he sabido reconciliarme con Salamanca y le guardo mucho cariño. De hecho, desde el principio he pensado que sería una maravillosa idea celebrar los Goya en Salamanca. Es tan fácil que quien lleve este tipo de cuestiones en el Ayuntamiento se aproxime a la Academia del Cine. Me haría muchísima ilusión y es una ciudad perfecta para celebrar la ceremonia como lo fueron Valladolid, Sevilla y seguro que será Granada. Los beneficios para la ciudad son muchos y a muchos niveles. Ahí lo dejo.

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