Uno de los dos primeros autobuses que se pusieron en servio el 21 de diciembre de 1924, presentado en la prensa los días previos a la inauguración.
HISTORIAS DE AYER

Estación-Plaza Mayor-Tejares: los cien años del autobús urbano

Con 16 asientos y la bendición de la Iglesia, el 21 de diciembre de 1924 entraban su servicio los dos primeros «auto-tranvías» que iniciaban la historia del transporte público en la capital. Los salmantinos se dieron de codazos para subirse a la modernidad:en la primera tarde se vendieron 478 tíckets

Roberto Zamarbide

Salamanca

Miércoles, 25 de diciembre 2024, 11:14

«A las diez y media de la mañana se presentaron los dos magníficos auto-tranvías en la plaza Mayor con objeto de proceder a su bendición». La crónica de LA GACETA recogía en la portada de aquel 21 de diciembre de 1924 el acontecimiento que revolucionaría la vida de la ciudad: la puesta en marcha del servicio de transporte urbano, que justo ahora cumple un siglo de actividad.

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Aquel frío y bullicioso domingo, en víspera de las Navidades, el acto atrajo a todas las fuerzas vivas de la ciudad y a muchos curiosos deseosos de ver de cerca aquellos dos elegantes cacharros blancos que desde ese día se harían habituales en las calles. Colocados a modo de exhibición en la llamada «acera de Correos», ante el pabellón de Petrineros, no comenzarían a rodar sin haber recibido antes la bendición del vicario general de la Diócesis, previsor del Obispado y gobernador eclesiástico, Ceferino Andrés Calvo, quien llegó desde San Martín con sus galas sacerdotales. La ocasión lo merecía.

Las autoridades civiles salmantinas de la época tampoco quisieron perserse aquel momento histórico. Según detallaba LA GACETA, «estuvieron el alcalde, señor Torres, los concejales Sánchez García y García Rodríguez; el presidente de la Audiencia, señor Vaquero; el fiscal, señor James; el juez, señor Olaortúa; el ingeniero jefe de Obras Públicas, señor Oliver; el presidente de la Cámara de Comercio, señor Zurdo; y el delegado de Hacienda, señor Villena». La flor y nata.

El promotor

La historia había comenzado cuatro meses atrás. El 17 de agosto se presentaba en el Ayuntamiento de Salamanca una solicitud de autorización «para un servicio de auto-tranvías», nombre que recibía en la época el transporte colectivo autopropulsado a motor. El término 'autobús' no había arraigado, pero lo haría pronto. El promotor, el sargento ingeniero de ferrocarriles Joaquín Guevara Roldán, solicitaba la adjudicación en exclusiva del servicio por un año prorrogable debido a la elevada inversión que supondría y a la incertidumbre sobre los ingresos que iba a generar. El pleno municipal del 31 de octubre aprobó esta solicitud.

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En una entrevista publicada en El Adelanto el 15 de noviembre, Guevara avanzaba detalles del novedoso servicio. Los autobuses serían de la marca Ford: «No puede ser más que una cosa modesta», se justificaba el empresario. «Si el público responde y las necesidades del servicio lo exigen, se traerán autobuses grandes, de comodidades muy modernas». Para Guevara, sus autobuses reportarían ventajas en una ciudad cuya estación de tren estaba situada en un extremo del casco urbano. Pero otro lado, mostraba sus dudas sobre la aceptación de los ciudadanos y lanzaba una pulla al carácter salmantino: «El público de Salamanca –decía– no está habituado a grandes comodidades (..) y sufre con resignación lo desagradable. Por lo tanto, espero, aunque celebraría equivocarme, que al principio no se dé méritos a los beneficios y ventajas que reportará el servicio de autobuses». Guevara remataba después invitando a los salmantinos a sumarse a la modernidad sin preocuparse del qué dirán, «porque el público de Salamanca es lo que tiene, ¡un gran pudor o temor de la censura ajena»!

La primera línea que se estableció fue Estación-Tejares, con paradas en Puerta de Toro, Plaza Mayor, Puerta de San Pablo, plaza del Poniente y Chamberí. Desde las siete de la mañana, ambos autobuses partían desde la Plaza con destino a cada extremo de la línea, un trayecto que cubrían, al menos teóricamente, en 15 minutos. Los dos primeros autobuses urbanos de Salamanca contaban con 20 plazas y 16 asientos y en su fabricación había participado la fábrica de Moneo. Las oficinas de la nueva empresa estaban situadas en las casas de Peix, en la carretera de Ledesma.

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Volviendo a la atiborrada Plaza , y con los autobuses ya benditos por el deán, autoridades y periodistas protagonizaron el primer viaje en «auto-tranvía» por gentileza de Guevara: Plaza Mayor, Tejares, regreso para proseguir hasta la estación y vuelta al punto de partida. El autobús Ford se portó de acuerdo a las mejores expectativas e invirtió «solo» tres cuartos de hora en hacer ese recorrido histórico.

Tras el paseo de exhibición, el grupo de elegidos disfrutó de un magnífico lunch en el Novelty con discursos de unos y de otros. El alcalde, Francisco Torres, felicitó al concesionario y a Salamanca «por la gran mejora que el servicio representa».

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1928: Las primeras cobradoras

Otro de los hitos en la historia del transporte urbano de Salamanca se produjo en diciembre de 1928 con la incorporación de las primeras cobradoras, algo que la reseña de prensa valoraba como «una nueva forma, muy siglo XX, del feminismo activo». «Suponemos -–remataba gloriosamente el periodista– que en unos días, y hasta el público se vaya haciendo a la 'innovación', los autobuses susodichos van a ir siempre con el «completo».

Mientras tanto, los salmantinos se aglomeraban en cada una de las paradas para ser los primeros en montarse. Hasta las dos de la tarde, el servicio fue gratuito, y la capacidad de los vehículos no dio abasto a la demanda popular. Por la tarde continuó la misma efervescencia; para el trayecto desde la Plaza Mayor a Tejares se vendieron 478 billetes, según referían las crónicas de ese día, que también daban cuenta de los nombres de los primeros conductores de autobús urbano que tuvo Salamanca: Dionisio Martín, en el coche 937, y Gerardo Miñambres, en el 938. Junto a ellos, ejercieron de cobradores Isidro Rodríguez y Primitivo García.

«Sello de civilización y progreso»

Más allá de los recelos previos del promotor Joaquín Guevara, los salmantinos recibieron con satisfacción su nuevo transporte público. En los días anteriores a la inauguración, y al dar cuenta de un ligero retraso en la puesta en marcha del servicio, un periodista anhelaba ver pronto circular por nuestras calles «los ómnibus automóviles que darán a nuestra ciudad ese sello de civilización y progreso».

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Tras la euforia del día de la inauguración, el lunes 22 se producía el primer accidente; tras recoger a unos viajeros en su trayecto de Tejares a la capital, uno de los autobuses fue embestido por un automóvil que circulaba en sentido opuesto y que se llevó por delante la plataforma.

Pero el entusiasmo no flaqueó. En los siguientes meses la demanda siguió desbordando la capacidad de los vehículos al tiempo que al Ayuntamiento llegaban quejas por impuntualidades de los coches, exceso de jornada de los conductores y hasta por el escandaloso ruido que emitían las campanillas. Guevara vio renovada la concesión y se regularizaron servicios de fin de semana a Pizarrales y viajes especiales al cementerio en Todos los Santos, a la fiesta de la Virgen de la Salud en Tejares o al circo en el campo del Stadium en Ferias.

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Después de varias colisiones menores en sus recorridos diarios, en marzo de 1927 el transporte urbano salmantino se cobró su primera víctima mortal. Un autobús que bajaba por la calle Zamora hacia la Plaza atropelló al niño Pedro Cimadevilla. Tras el juicio, el conductor Amador Hernández fue condenado a cuatro meses y un día de arresto mayor por un delito de homicidio por imprudencia. Al ser declarado insolvente, Joaquín Guevara tuvo que hacer frente a la indemnización de 3.000 pesetas al padre del niño fallecido.

Ya bajo la República y durante el mandato del alcalde Casto Prieto Carrasco, los autobuses urbanos iniciaron una nueva etapa con el cambio de la concesión, tras otro concurso, al industrial local Juan Charro. Los nuevos autobuses Citroën, cuya carrocería llevaba también la firma de Moneo, eran de color amarillo y naranja, tenían 30 plazas e incorporaban nuevas líneas regulares a los barrios de Garrido y Prosperidad, que habían registrado un gran aumento de población.

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De la estación a la Plaza, 20 céntimos

Los primeros billetes para cada tramo de la línea Estación-Arrabal costaban 10 céntimos y la extensión a Chamberí y Tejares, que se prestaba cada dos horas, 15. Guevara estableció incluso abonos de 6, 12 y 15 pesetas para los viajeros que usaran el autobús diariamente: el 'bonobús' ya existía en 1924.También se preveían servicios especiales a La Glorieta los días de corrida por 0,15 pesetas, viajes especiales a Pizarrales por el mismo precio y servicios nocturnos a la estación por 0,25.

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