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El quiosco de Francisco Sánchez, situado en la avenida de Los Cipreses, cumple este verano veinticuatro años con las puertas abiertas a todos los salmantinos. En pleno barrio de Garrido, el quiosquero lleva media vida sirviendo pan, prensa y otros artículos a todos sus clientes, algunos de ellos habituales desde el primer día de apertura. Aprendió este oficio junto a sus padres, María de los Ángeles e Ildefonso, en una tienda de ultramarinos que ellos regentaban situada en la avenida de Italia. «Comencé a ayudarles con catorce o quince años. Yo ya trabajaba en el sector de la hostelería con esa edad. En los ratos que tenía libres les ayudaba a marcar cosas, descargar o colocar. La verdad es que ya me gustaba esto», explica Sánchez.
Con treinta años, el salmantino decidió coger el local de Garrido para abrir su propio negocio. «Es un oficio muy esclavo. No tenemos un festivo, ni un descanso, ya que abrimos todos los días del año. Trabajo durante trece horas de reloj y comemos aquí», manifiesta. Todos los días de la semana abre el quiosco a las 8:15 horas, para recibir al panadero y cierra sus puertas a las 21:00 horas. En verano, este horario se prolonga un poco más.
«Tengo clientes fieles de todos los días. A muchos los conozco de hace tiempo, porque vienen a por el pan y la prensa todos los días», asegura. Cuando Sánchez llegó al barrio, tenía mucha clientela joven. A día de hoy, esa realidad ha cambiado porque la media de edad de los residentes ha aumentado y observa que cada vez las familias tienen menos niños.
Su trabajo de cara al público en este negocio de barrio le ha permitido conocer a algunos clientes que le han marcado. Recientemente ha perdido a dos vecinos que recuerda con mucho cariño. «Uno tenía más de 91 años y el otro más de 80. Te da pena, porque les has tratado muchos años», manifiesta.
El quiosquero recuerda la importancia de consumir en el comercio de cercanía para evitar el cierre de este tipo de negocios que dan vida a los barrios. «La gente joven ya no está tan concienciada y no consume en el quiosco de barrio o en la frutería de la esquina. Es una pena que este tipo de negocios desaparezcan», añade Sánchez.
Una de las cosas más características de este tipo de negocios es la cercanía que se muestra al cliente. Esto supone un valor añadido que no se puede encontrar en supermercados o grandes superficies. «Nosotros ofrecemos un trato cercano, servimos, a veces hacemos de psicólogos y hablamos con clientes que lo necesitan. El trato de tú a tú, el cariño o la confianza no se encuentran en una gran superficie», asegura.
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