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Alejandro Segalás
Salamanca
Domingo, 6 de abril 2025, 17:14
1945. El fin de la Segunda Guerra Mundial es un hecho. Vencida la Alemania nazi, los aliados tenían más objetivos que el meramente militar, ya que el reto era trabajar para que no volviera a reestructurarse el movimiento nazi en ningún otro punto del planeta. Los estadounidenses y los británicos pusieron en marcha la Operación Safehaven (Puerto Seguro).
Ahora que están tan de moda los archivos desclasificados por el Gobierno de Estados Unidos sobre el asesinato de JFK, buceando en ese archivo nacional estadounidense de documentos de alto secreto se puede encontrar uno de los informes de la Operación Safehaven, donde aparecen tres empresas salmantinas que, según este documento de 1945, estaban ayudando de algún modo u otro a la Alemania nazi. En concreto, las tres empresas mencionadas en el informe son: Exportadores de Pieles S.A., Industrias Morollón S.A. y Transportes Marion S.A.
En el documento desclasificado se especifica que se trata de una «lista de empresas en España de interés para Safehaven».
No es que Salamanca tuviera una especial predilección por el movimiento nazi ni por la corriente del nacionalsocialismo que lideraba Adolf Hitler, sino que una serie de casualidades históricas convirtieron a la capital salmantina en un punto estratégico interesante para el III Reich.
Para comprender cómo estas tres empresas salmantinas acabaron en documentos de alto secreto de Estados Unidos en 1945, que posteriormente fueron desclasificados décadas después, hay que remontarse al inicio de la Guerra Civil española. Salamanca se convierte, en los primeros meses de la contienda, en el epicentro de los sublevados con Francisco Franco al mando. En ese inicio de la confrontación fratricida, la capital salmantina se llena de espías, requetés, falangistas, guardias civiles, portugueses, legionarios, periodistas internacionales en busca de noticias, traficantes de armas, buscavidas y alemanes. Por cierto, este contexto lo describe y ambienta a la perfección Arturo Pérez-Reverte en su novela 'Falcó', donde este espía amoral se movía como pez en el agua.
Pero los alemanes no llegan a Salamanca por amor al arte, sino que su misión es representar los intereses del Gobierno germano que, como el resto de grandes potencias, ha decidido no intervenir directamente en la Guerra Civil española. Así lo explica Pablo Romo en su artículo 'Las empresas alemanas en España', publicado en el blog 'Salamanca en la guerra'.
«Como era la época de los regímenes totalitarios, ambos bloques decidieron apoyar al bando español que más les representaba, con el fin de buscar un aliado que les garantizara la puerta del Mediterráneo, y así Alemania e Italia apoyaron al bando sublevado, y Rusia y Francia, al republicano», describe el artículo.
Como Alemania no podía ayudar de forma directa al bando sublevado, se las ingeniaron para crear conglomerados empresariales y, a través de ingeniería financiera de la época, disimular su apoyo a Franco. «Al igual que el resto de empresas del grupo, el control de las corporaciones salmantinas era totalmente alemán y obedecían a los intereses de su gobierno», se afirma en el texto.
Las fábricas textiles y peleteras salmantinas, en las que trabajaban obreros españoles, no tenían conocimiento de la verdadera identidad de aquellos clientes extranjeros a los que enviaban su producción. En Salamanca se trabajaba el pedido, pero en realidad casi nadie sabía dónde acabaría el producto final.
Dentro de las tres empresas con sede social en Salamanca que formaban parte del entramado empresarial nazi en España, destacaba Transportes Marion S.A.. Tenía músculo financiero y una gran flota de camiones que conectaban la capital salmantina con el corazón de Europa, en territorio alemán. Se aprovechaba cada viaje: en la ida, por ejemplo, para llevar wolframio, y en la vuelta, para traer útiles destinados a las tropas de Franco.
La oficina, el garaje y los talleres de Transportes Marion S.A. estaban en el número 6 de la calle Van Dyck.
El informe 'Safehaven Report' sobre los activos alemanes en España también incluye una cuarta sociedad limitada que respondía al nombre de Transportes Ebro. «Sociedad limitada, formada en mayo de 1945, compuesta por José Morollón, de Salamanca, y dos empleados de oficina de Transportes Marion. Se formó con el propósito de enajenar activos de Transportes Marion», señala el documento.
Una de las mercancías protagonistas que se transportaban en los camiones de Transportes Marion era el wolframio, ese mineral por el que suspiraban aliados y alemanes entre 1941 y 1944.
Prueba de ello es que también en documentos confidenciales del Gobierno de los Estados Unidos de aquella época se habla de «tres wolframistas salmantinos» llamados Juan Pombo, Florentino Manuel Pombo y Romero Robledo. En el informe se indica que tuvieron contacto con un «peligroso agente alemán, tipo gángster».
Con la derrota de la Alemania nazi, todo el conglomerado de empresas se vino abajo y fue cayendo en el olvido, aunque aún hoy existen pruebas de que operaron y fueron vigiladas estrechamente por Estados Unidos.
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