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Lunes, 13 de marzo 2023, 10:22
“No me arrepiento de haberme marchado. Lo hice por mis hijos. Pero Perú es mi tierra”. Apenas puede contener las lágrimas. Después de vender todo lo que tenía, Erika llegó a España junto a su marido y sus tres hijos el 9 de diciembre. ... Lo reconoce. Para abandonar su país no fue totalmente sincera: “Dijimos que veníamos de turismo”. El visado que obtuvo caducó la pasada semana. Ya se encuentra en situación irregular. Tres meses después de llegar a Salamanca aún no ha logrado una cita en Extranjería para manifestar su intención de solicitar protección internacional. Es el primer paso en un proceso que se dilata casi dos años y aún no ha conseguido darlo porque, pese a los continuos intentos, la web habilitada para ello siempre le indica que no hay ninguna disponible. “Esta congestionada. Y no da citas. Nos levantamos a las dos de la mañana y estamos probando una hora y nada. Lo intentamos a primera hora de la mañana, y tampoco”, explica esta mujer que prefiere mantener el anonimato.
En Perú confeccionaba ropa para niños, pero con la pandemia se vio obligada, por motivos sanitarios, a cerrar su negocio. Los propietarios del local en el que se encontraba su tienda se quedaron con las telas y las máquinas, y su marido y ella tuvieron que sobrevivir y sacar adelante a sus tres hijos, de 6, 8 y 14 años, vendiendo mascarillas. Cuando la situación sanitaria mejoró, consiguió hacerse con “un puestito” en un mercado en el que vendía la ropa que confeccionaba. Pero la inestabilidad política y económica del país, desencadenó una escalada de precios inasumible para muchas familias. Comenzaron los saqueos. “Entonces llegaron los extorsionadores a cobrar cupos”, explica. Con amenazas, obligaban a su compañeros del mercado a pagarles parte de lo que ganaban. “Yo soy bien aguerrida y muy fuerte. No me dejaba extorsionar. Pero llegó un momento en el que vino el jefe de este grupo y me exigió pagar también a mí. Tuve miedo por mis hijos y decidí irme del país con mi familia”, recuerda. Asegura que temía por la vida de sus pequeños y decidió dejarlo todo atrás.
Hasta la pasada semana, sobre el papel, Erika era una turista más. Sin derecho a ayudas públicas, sin opción de trabajar en nada. Durante los tres últimos meses, ella y su familia han sobrevivido gracias al apoyo de Cáritas, Cruz Roja y otras organizaciones humanitarias, así como por pequeñas tareas que realiza para amigos y conocidos. “Una señora me pide que si puedo ir a limpiar su casa una horita; hemos ayudado en una mudanza”, comenta. Pero los gastos son muchos, así que Cáritas le apoya en el pago de la vivienda, el Banco de Alimentos le ha entregado productos básicos y poco a poco la familia va sobreviviendo. “Quiero trabajar. ¿Por qué no nos facilitan un permiso para hacerlo?”, se pregunta. Pese a todo, se siente afortunada de ser tan sociable porque esto le está facilitando que los amigos que ha hecho en España le ayuden. Su marido, que en el pasado fue futbolista, también ha conseguido algún dinero gracias a ello, señala. “Sé que Dios no me va a dejar desamparada”, asegura convencida desde su profunda fe.
Pero Erika no es un caso aislado. La llegada de inmigrantes irregulares y demandantes de protección internacional se ha disparado en los últimos meses. Si hace unos meses la mayoría llegaban desde Ucrania, ahora lo hacen desde Perú. Según explica la responsable de migración de Cruz Roja, Montserrat Hernández, en los dos primeros meses del año hay tres nacionalidades que copan la atención en porcentajes muy superiores al resto. Son, por este orden, los peruanos, colombianos y venezolanos. Tanto desde Colombia como desde Venezuela en años anteriores ya llegaban muchas personas a Salamanca, pero la inestabilidad política y económica de Perú ha hecho que éste se convierta en el principal país de origen de los extranjeros que llegan a Salamanca. Dado que muchos de ellos ni siquiera han sido aún atendidos en Extranjería, no hay cifras oficiales que lo corroboren. Pero la experiencia de las últimas semanas también lleva a Cáritas a afirmar que la llegada de peruanos se ha multiplicado.
Como cónsul honorífico de Perú en Salamanca, José Carlos Palomino, insiste en que en su país “no hay persecución política” aunque sí una situación de “caos”. Explica que la llegada de compatriotas como turistas que luego solicitan protección internacional se están convirtiendo en una “trampa” para ellos, ya que con el colapso en la tramitación de esas peticiones se quedan durante meses sin ningún tipo de ayuda pública y sin poder trabajar.
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