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Mario agitá un café en el exterior del Centro de Atención para Personas sin Hogar de Cruz Roja. ALMEIDA
El testimonio de un sintecho en Salamanca: “Esta semana hubiese muerto congelado. No aguantaba más dormir en la calle”

El testimonio de un sintecho en Salamanca: “Esta semana hubiese muerto congelado. No aguantaba más dormir en la calle”

Mario tuvo que refugiarse en el Centro de Atención a Personas sin Hogar tras sufrir temperaturas heladoras solo protegido por los cartones. Solo hace siete meses tenía piso y trabajo

Jueves, 14 de enero 2021, 10:08

Cada palabra de Mario se pronuncia con emoción. Es el nombre ficticio que elige por su poeta favorito Benedetti con el fin de mantener a salvo su identidad cuando esté preparado para volver a llamar a las puertas de un trabajo. Aún no está preparado. Acaba de entrar en el Centro de Atención a Personas sin Hogar de Cruz Roja tras pasar las peores dos semanas de su vida bajo un frío intenso entre cajeros, rellanos en los portales y un garaje. “Me echaron del piso por impagos y otros problemas y me volví a ver en la nada más absoluta”. Era finales de diciembre. Y venían las temperaturas heladoras. “Iba durmiendo donde podía. Primero en un cajero, luego en un garaje, te buscabas un poco la vida. Bebía para combatir el frío y caía rendido”.

Pasaban las noches y el frío y la indiferencia cada vez era más visible. “Estás cargado de vergüenza e impotencia. Aunque en realidad en ese momento no eres muy consciente ni de tu situación... solo quieres que acabe como sea”. Las temperaturas iban bajando. Se repetían los 6 grados bajo cero y la amenaza de un temporal que sumaría nieve y hielo. Se presentó en el Centro de Personas sin Hogar tras haber recibido la atención de la unidad de calle. “Salí del cajero donde estaba a recoger el café caliente y la bebida. Tampoco quería hablar con nadie en ese momento pero requería ayuda”.

“Recuerdo que en Nochevieja me acosté llorando. Me dormí borracho, con muchísimo frío en un cajero”

Ahora mira con perspectiva que hubiera pasado si no se hubiera decidido a llamar a la puerta el pasado fin de semana. “Posiblemente hubiese muerto congelado. El alcohol te engaña y te calienta el cuerpo, sin darte cuenta que en realidad estás a ocho grados bajo cero. No tengo dudas. No aguantaba más dormir en la calle”. Recuerda como un momento especialmente duro la Nochevieja. Trataba de pensar que era una noche más. Un infierno cualquiera en el que buscar un refugio en un autoengaño que no funcionó. “Recuerdo que aquella noche lloré mucho —evoca emocionado—. Se llora mucho en la calle por la soledad y la frustración. Lloré en una noche con muchísimo frío que fue especialmente triste porque todo el mundo vive algo especial que tu no puedes vivirlo”. El momento determinante que le llevó a requerir la atención de las organizaciones humanitarias fue un intento de autolesión. El frío, el alcohol y el bloqueo mental de dormir en la calle provocaron un cóctel que ya no permitía prorrogar más su estancia en la calle. No era su primera vez en la calle, pero la última que estuvo fue tan dura que pensaba que no volvería a repetirse. Sin embargo, en el bucle trágico que a veces se convierte la vida, el destino golpea varias veces en las piezas vitales más descubiertas. No llega a los 50 años y la batalla contra el frío no ha sido más dura que la soledad. “La frustración y volver a empezar. No hay palabras”.

Sale de la habitación habilitada por el temporal “Filomena” —se ha pasado de 14 plazas a 20 que se encuentran al límite de su capacidad— en el Centro de Atención para Personas sin Hogar para una fotografía en la que se mantenga su identidad a salvo. Allí se presentó el fin de semana para que le pusieran cara y saber si había un hueco para él. “Me recibieron con los brazos abiertos. Y yo necesitaba que no me juzgaran y un sitio que me ayudaran”.

“Me robaron la cazadora y he dormido todas estas semanas solo arropado entre cartones que aíslan muy bien”

Se le escapa una sonrisa cuando se le dice que se abrigue. “Me robaron la cazadora y todas estas semanas he dormido solo arropado entre cartones. Es una auténtica odisea buscarlos y que no estén mojados. Pero con una sudadera he tenido que sobrevivir. Hay que tratar de no ser escandaloso para poder al menos dormir sin sobresaltos”, reconoce. Da vueltas con la cucharilla el café recién dispuesto. Asegura que la gente sin hogar pertenecen a una “realidad paralela”. “No es una parte nada despreciable de la sociedad. Somos muchos. Demasiados para que una sociedad lo aguante. Sin ir más lejos yo antes de la pandemia trabajaba en una tienda en la provincia donde vivía y tenía un piso. Cuando llegué a Salamanca no tenía trabajo y caí en la bebida otra vez. Volví al pozo”.

Remarca a lo largo de toda la conversación la delgada línea que existe entre una vida normalizada y caer en el pozo de la calle. “Acabar en la calle no es complicado. Hay una línea muy delgada. Yo soy culpable de haber acabado en esta situación por no saber afrontar los problemas y mi adicción. No culpo a la sociedad pero he vuelto a una situación que pensaba que ya tenía olvidada”. Cita sin tener que recordar mucho todos los tipos de problemas que hay en las personas que están en la calle: “Personas desarraigadas, problemas de adicciones, problemas mentales, casi todos con varias combinaciones, inmigrantes que acaban de llegar y no tienen un lugar donde pasar la noche”.

“Yo antes de la pandemia trabajaba en una tienda. Perdí el trabajo, el piso, me di a la bebida y acabé en la calle. No es tan difícil”

El único recurso que necesitaba en la calle era para comer y beber. Clavaba las rodillas en el suelo a la puerta de los supermercados y se multiplicaban las miradas de indiferencia con aquellos que siempre tenían un gesto cariñoso. “Los que más dan son los que menos tienen”, repite a modo de mantra sobre su experiencia.

¿Cómo se sentía en ese momento? Mario baja la cabeza y encoge los hombros. “Con vergüenza. Como me voy a sentir. Te conviertes en el último escalafón de la sociedad”. A modo de anécdota, recuerda cómo completamente exhausto por el frío se refugió en el interior de un portal para calentarse las manos. Entró un vecino al que saludó cordialmente y le respondió de la misma manera. A los cinco minutos, la Policía le estaba sacando del portal. “Solo quería calentarme unos minutos. No quería hacer daño a nadie... pero la realidad es que es muy difícil que importemos a alguien”.

Cuenta los días que lleva sobrio. Uno... dos... tres... cuatro... Está especialmente sensible y quiere recuperar el camino. Al menos las próximas semanas las pasará en el Centro de Atención para Personas sin Hogar donde se garantizará que no prueba ni una gota de alcohol, comida caliente y descanso. Vuelve a tener una agenda que llenar. El miércoles acudirá a una entrevista con los trabajadores de Cáritas Diocesana para iniciar una terapia para dejar el alcohol.

Trabajo de las ONG y el Ayuntamiento con 12 personas en la calle

El Ayuntamiento está trabajando en colaboración con Cáritas y Cruz Roja para tratar de convencer a 12 personas que tienen controladas que están en la calle y por el momento no se han acogido a los servicios de acogida. Al menos una decena sí ha optado por beneficiarse de la acogida en el Centro de Atención para Personas sin Hogar. El Consistorio ha planteado ofrecer a estas personas que pasen la noche en hostales y pensiones para evitar que duerman congelados en los cajeros. Aún hay espacio en el Centro de Atención a las Personas sin Hogar. No obstante, tanto desde la Unidad Móvil de Emergencia de Cruz Roja como los jóvenes voluntarios de Cáritas se está prestando una atención diaria a estas personas. Si hasta ahora las salidas eran de cuatro días, ahora se realizan durante los siete días de la semana.

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