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El venezolano en la primera jornada del programa ‘Prácticas de Intercomprensión de Lenguas’. | ALMEIDA

El testimonio de un preso de Topas: “No es fácil estudiar en prisión”

La historia de un asesinato ‘olvidado’ a base de libros

Domingo, 10 de julio 2022, 12:48

Una noche despertó, agarró un cuchillo y mató a su padre en Salamanca. Lo hizo cuando acababa de cumplir 18 años y el caso fue portada de numerosos medios de comunicación. Un jurado popular le declaró culpable y la Audiencia Provincial le condenó a 15 años de cárcel. Ahora a sus 24 echa la vista atrás y reconoce: “Me arruiné la vida”. Desde entonces, y ya han pasado seis años, el joven venezolano vive en el centro penitenciario de Topas, donde si algo ha aprendido es que la formación ayuda a superar los errores del pasado.

Johnny es uno de los 35 internos que esta semana ha participado en los cursos de verano que la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) ofrece en la prisión salmantina, un programa típico de este periodo estival que se implantó en el curso 2003/2004 para fomentar las acciones educativas y culturales entre los internos y que ya es todo un clásico.

El joven, junto a más de un centenar de reclusos, escuchaba atento el martes la inauguración del curso de este año, titulado ‘Prácticas de Intercomprensión de Lenguas desde una Perspectiva Inclusiva’, que corrió a cargo de Aquiles Magide, coordinador de la UNED; Carlos García, director del centro penitenciario de Topas; y Araceli Gómez, directora de los cursos.

En concreto, estos días los internos han aprendido una serie de mecanismos para aprender otras lenguas y favorecer así el contacto con gente de otras culturas, lo que fomentará una mayor convivencia en prisión. “Aquí es muy necesario. En la cárcel hay gente de países muy diversos y muchas veces el hecho de que no hablemos el mismo idioma ha conllevado malentendidos que se podían haber evitado”, explica Johnny. “Y ya no es solo que no hablemos el mismo idioma, sino que el tono de voz y las costumbres de cada uno también influyen a la hora de relacionarnos. Por ejemplo los rumanos tienen una manera de expresarse que a otros les puede parecer agresiva y eso ha traído problemas”, reconoce.

Pero eso de estudiar entre rejas no es nuevo para Johnny. “Entré con 18 años y he hecho aquí Bachillerato, la prueba de Selectividad y ahora estudio el Grado en Administración y Dirección de Empresas, ya estoy en segundo”, comenta. “No es fácil estudiar en la prisión. No es muy productivo, no sé explicarte. Lo mismo estás tres horas y solo aprovechas una. Tu cabeza tiene muchas otras cosas en las que pensar y la concentración es complicada”.

Aunque tiene la posibilidad de solicitar tutorías con sus profesores de la UNED dentro de la prisión, su material base a la hora de formarse son los libros. “Hay un campus online pero el acceso desde la prisión lo tenemos mucho más limitado que otros alumnos que estudian fuera”, lamenta. En cuanto a por qué decidió estudiar Administración y Dirección de Empresas, asegura que su preferencia fueron siempre las letras pero que al barajar varias opciones se decantó por esta carrera al ser una de las que más salidas podía tener a la hora de hacerse un hueco en el mercado laboral. “Lo veía muy práctico y de momento me va bien. Viene un examinador cada trimestre a prisión y voy superando las asignaturas”, indica. “Yo todos los programas de formación que nos dan me apunto porque me viene bien y también me ayuda a desconectar”. Al respecto, como mencionó en la inauguración de los cursos de verano de la UNED el director Carlos García: “Ya lo dijo Concepción Arenal, ‘Abrid escuelas y se cerrarán cárceles’”.

“No es fácil estudiar en prisión. Tu cabeza tiene otras cosas en las que pensar y la concentración es complicada”

Aprender el oficio de panadero

Aunque lo cierto es que a este joven venezolano la cárcel no solo le ha empujado a estudiar, pues también trabaja como panadero en uno de los talleres productivos del penal. “Me levanto todos los días a las 06.30 de la mañana y hacemos el pan que luego se reparte en la cárcel de Topas”. Al igual que él, un tercio de los presos de la prisión está empleado y cotiza a la Seguridad Social. Esto ayuda, indican los expertos, a que el recluso mejore ya no solo su autoestima sino también la convivencia en la prisión al registrarse menos roces con sus compañeros, con los que siempre coinciden a la hora de comer con independencia del trabajo que desempeñen dentro de prisión salmantina.

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