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Viernes, 22 de octubre 2021, 10:30
El pasado martes se cumplió un mes desde que estallara el volcán en la isla de La Palma, cuya lava sigue arrasando viviendas, negocios y fincas y obligando a desalojar a familias de diferentes barrios de Los Llanos de Aridane, localidad situada a 5 kilómetros del volcán.
Allí residen David Gómez, albense que ejerce como profesor en el norte de la isla, y Felipe Ramos, concejal de Izquierda Unida en el ayuntamiento de Los Llanos de Aridane y vinculado a Salamanca donde estudió y trabajó. Si hace un mes se mostraban a este periódico impresionados por aquel espectáculo novedoso de la naturaleza, la situación ahora es bien distinta.
“Cada vez hay más personas evacuadas y comienza a pesar el paso de los días. Estamos bastante cansados, agotados, cada vez con menos fuerza. Las personas que no hemos perdido la casa ni bienes de valor no nos debemos quejar porque hay mucha gente pero como no hay una expectativa de que esto acabe pronto, los días se hacen largos y desgasta demasiado”, confiesa Felipe Ramos, que durante estas semanas se ha dedicado a colaborar en el ayuntamiento en la recepción de alimentos, enseres y alimentos y para recibir llamadas de toda España que querían realizar donativos solidarios.
“Hay personas que comparten piso con familiares en otros municipios y personas que han perdido su trabajo y su forma de vida. Estamos viviendo como si fuera una guerra sin muertes pero un estado de destrucción que nos tiene anímicamente desanimados en Los Llanos de Aridane”, define Ramos.
“La gente en la calle está triste”, agrega David Gómez, que explica que “todos conocen a alguien que ha perdido su casa, su trabajo arrasado por la colada o que tiene a familiares o amigos realojados en su casa”. “La gente no se esperaba que fuera a durar tanto y las previsiones no son buenas. La incertidumbre ante el fin de la erupción y su alcance protagonizan todas las conversaciones en la calle. Ahora la lava está a la entrada del barrio de La Laguna pero puede que un día se derrumbe el cono, eche muchísima lava y las coladas se abran. Nunca se sabe”, cuenta el maestro de Primaria, en cuyo colegio del municipio de Puntagorda, al norte de la isla, han tenido que hacer hueco en las aulas a algunos de los niños que ha perdido sus colegios y viviendas en el sur de La Palma por el volcán.
Residir más de cuatro semanas junto al volcán tampoco es fácil. “El volcán sigue a pleno rendimiento y hay noches con mucha explosividad, con ruidos muy intensos por las explosiones virulentas, además de los seísmos. A veces es agotador realizar cualquier actividad mecánica porque se pierde capacidad de concentración y se descansa poco y mal por la tensión”, relata Felipe Ramos, que ha tenido que suspender su trabajo como monitor de ajedrez en actividades extraescolares a la espera de que se reanuden las clases la próxima semana en Los Llanos de Aridane, suspendidas desde el inicio de la erupción. La mascarilla FFP2 y las gafas se hacen imprescindibles para protegerse de la ceniza y los gases.
“Hay días en los que, según sea la dirección del viento, llueve ceniza como si fuese tierra y no se puede salir y el humo huele fatal”, agrega David Gómez, a quien durante este mes no le ha dejado de sonar el teléfono. “Mi familia y amigos de Salamanca me llaman preocupados porque tienen otra perspectiva del volcán, pero a pesar de los destrozos no hay que lamentar vidas humanas”, responde.
La cara positiva de esta catástrofe ha sido la gran eclosión de solidaridad. “Las cifras de donaciones son impresionantes. En el Ayuntamiento de Los Llanos han recaudado más de 1,5 millones de euros, el Cabildo 4 millones... Ha habido mucha solidaridad económica y material y ha llegado un momento en el que era imposible seguir canalizando alimentos, ropa y enseres que no sólo venían de La Palma y Canarias sino de toda España”, cuenta Felipe Ramos que confía en que esos fondos “se orienten a garantizar el acceso a la vivienda y a bienes y servicios para las personas que lo han perdido todo”. “Ya se han aprobado medidas por parte del Gobierno de España y Canarias y esperamos que se materialicen, sean efectivas en el tiempo y comiencen a revertir la situación”, agrega el concejal.
Ahora la labor de los voluntarios pasa por informar, orientar y, sobre todo, escuchar. “Es importante escuchar a las personas que lo han perdido todo y aportarles un poco de paz y sosiego porque aunque el volcán pare, las consecuencias continuarán en el tiempo”, incide Felipe Ramos.
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