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Juan Sánchez y Bartolomé Sánchez en la residencia Santa Inés.
El testimonio de dos ancianos salmantinos que pasaron la COVID: “Parece que nuestro sacrificio no sirve. Lo pagamos ahora sin ver a nuestros hijos”

El testimonio de dos ancianos salmantinos que pasaron la COVID: “Parece que nuestro sacrificio no sirve. Lo pagamos ahora sin ver a nuestros hijos”

Bartolomé y Juan Sánchez pasaron el coronavirus en una residencia sin apenas síntomas, aislados. Lloraron con las primeras visitas, pese a que no hubo ni besos ni abrazos. Ahora vuelven a restringirse

Sábado, 22 de agosto 2020, 20:30

Llegan las 11:30 horas. La rutina rota por una entrevista. Por videoconferencia. Bartolomé Sánchez y Juan Sánchez, residentes de Santa Inés entran en el despacho de la directora Rosa María Diez Fernández. Al otro lado del móvil espera el periodista para que relaten sus sentimientos. Cómo ven desde su particular confinamiento el exterior. No se desprenden de las mascarillas pese a guardar las distancias. Ni siquiera para hablar.

Casi habían olvidado cuando pasaron el coronavirus, por suerte sin apenas síntomas. Una amnesia selectiva que hace que sus mejores y peores momentos queden concentrados en el momento de ver y despedir a sus hijos en unos encuentros sin besos ni abrazos. Que ahora por los brotes vuelven a perder. La primera vez que Juan Sánchez vio a su hija fue por la ventana. “Fue una sorpresa. No la podía ni abrazar, ni besar. Esas cosas que ya sabemos todos que no podemos hacer... pero fue emocionante. Fue la alegría más grande que tuve en tres meses”, recuerda emocionado.

La misma tuvo Juan al ver a sus hijos. “Fue precioso”, insiste. Coinciden ambos sin haberlo planificado en cuál es su peor momento: “Cuando se marchan nuestros hijos y se despiden queda un regusto amargo. Ahora ya ni eso”. No el aislamiento. El saber que los familiares se van sin saber cuando van a regresar. Por ello, el regreso de las restricciones y la suspensión de las visitas familiares tras el aumento de casos en Salamanca les ha devuelto las pesadillas. “Estamos haciendo un sacrificio muy grande que parece que no está valiendo de nada y ahora no podemos ver a nuestros hijos”, expresa Bartolomé, a la vez que Juan señala que “parece que las normas no importan”. “Se ven aglomeraciones y nadie se acuerda de que los mayores y nosotros en las residencias somos los que más padecemos”, confiesa. Ven en la tele tumulto. No culpan a los jóvenes, pero sí a “botellones” de los incumplidores. “Lo más importante es que la gente joven piense en sus familias. En los que están en centros y que si todo sigue así, no nos podrán ver”.

“Fue una sorpresa ver a mi hija por la ventana. No la podía besar, ni abrazar... pero fue emocionante”

La directora agradece que tanto familiares como residentes hayan mostrado comprensión con las nuevas restricciones. “Todos han entendido que hay que hacer lo que haga falta para evitar que vuelva a entrar el coronavirus”, confiesa.

Bartolomé vivió de forma asintomática el coronavirus. Estuvo aislado en su habitación mientras que las auxiliares entraban con los EPI puestos. “No las diferenciaba. Tenía que preguntarles el nombre. Han sido muy cariñosas con nosotros todo este tiempo”, justifica.

Juan, por su parte, tuvo síntomas leves agravados por unas patologías previas pero también lo superó. “Todavía recuerdo la alegría de la auxiliar cuando me dijo que había dado negativo y que tenía anticuerpos”, se le iluminan los ojos tras la mascarilla. Bartolomé fue de los últimos en juntarse con el resto de residentes en llegar al comedor. Miraba con desconfianza e “inseguridad”. Solo había hablado con sus familiares por vídeo conferencia y las auxiliares. Había perdido contacto con el resto de residentes. “No olvides poner la labor de las cocineras que nos han tratado fenomenal”, apunta Bartolomé a Juan. Sobre todo, en los momentos en los que el aislamiento fue más duro, confiesa que nunca se sintieron solos.

“La peor sensación de estos meses es ver cuando nuestros hijos se van y se despiden. Ahora ya ni eso”

Han regresado las videoconferencias. Las miradas a través del móvil preguntando por el abuelo. La labor de higienizar el teléfono para evitar contagios. Los juegos del confinamiento. Las alegrías intuidas a través de las pantallas. La pérdida de tener a dos metros a los familiares por los incumplimientos. Volverán. Lanzan un último mensaje. “Que nadie piense que es imbatible al virus porque es joven. El virus afecta a todo el mundo”, expresa Juan mientras que Bartolomé pide “estar todos unidos para que todo vaya a mejor”. “No podemos hacer la guerra cada uno por nuestra cuenta hay que ponerse las mascarillas”.

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