![El sorprendente trabajo de una salmantina custodiando tortugas marinas en Costa Rica](https://s1.ppllstatics.com/lagacetadesalamanca/www/multimedia/2023/03/14/imagen-b9014b39-be02-4d3d-873b-f84766e56c49_1-4451261_20230314122712--1200x698.jpg)
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Martes, 14 de marzo 2023, 13:27
Los casi 9.000 kilómetros que separan la Laguna Urpiano, en la región de Limón en Costa Rica, y la ciudad de Salamanca no parecen ser motivo suficiente para que Bárbara Barrera decida acabar con su sueño: que no se extinga nunca la tortuga marina ... allá donde más peligro corre.
Bióloga, tras ser licenciada por la Universidad de Salamanca, y con una vocación profesional llevada hasta el extremo, hace ya doce años que Bárbara Barrera decidió emprender el viaje de su vida. Había acabado las prácticas en Barcelona y logró junto a Aida, una amiga burgalesa y compañera de clase en la facultad, que confiaran en ella para un proyecto de conservación de tortugas donde iba a ejercer como asistente de investigación. Decidió poner rumbo a Centroamérica algo escéptica: “Siempre me habían gustado todo tipo de animales y diferentes ecosistemas, ni el trópico ni las tortugas en especial, pero era una buena oportunidad”. Allí tenía manutención y alojamiento a cambio de trabajo en el mantenimiento del proyecto, un puesto muy cotizado para una joven recién salida de la facultad.
Tras ocho meses de trabajo duro encontró acomodo en un proyecto similar en el que conoció a Johnny, y ahí cambió por completo su vida y dos hijos, nacidos ambos en Salamanca, pueden dar fe de ello. Trabajó junto a él en Costa Rica y Panamá siempre en la conservación de tortugas hasta que decidieron unirse para sacar a delante el proyecto de Johnny: “Él es nativo de la zona y gran conocedor del ecosistema y las tortugas, en cuanto nos juntamos todo comenzó a funcionar”, señala la bióloga salmantina.
Su día a día no es fácil en Laguna Urpiano. Ahora mismo vive sin luz en la playa, y la noche, que está hecha para dormir, ella la dedica junto a los voluntarios a patrullar contra el furtivismo.
Hasta la década de los 2000 estaba muy extendido entre la población acudir a la playa en busca de huevos de tortuga y comerlos “y aún existen muchas personas que lo hacen en la madrugada”, señala la bióloga salmantina. Ello dificulta aún más su labor porque tienen que organizar cuadrillas de voluntarios que salen a controlar los huevos. Bárbara y su pareja, desde la habitación, controlan todo lo que ocurre en la playa y en el vivero en el que se custodian los huevos. Por suerte, la temporada de tortugas no dura todo el año, pero los meses en los que sí hay labor es prácticamente imposible dormir una noche del tirón. Pese a ello, Bárbara no cambia su vida por nada del mundo: “Si le preguntas a mi madre te dirá que aquí tengo muchas necesidades, pero yo creo que no son tantas. Ya me he adaptado a esta vida y si te gusta no es para tanto”.
Bárbara añora Salamanca. “Cuando estoy aquí quiero estar allí y cuando llego a España me dan ganas de volverme a Costa Rica”, señala poco antes de recordar que siempre que puede acude a su ciudad, la última vez hace apenas un mes. Su vinculación con Salamanca es grande, ya que sus dos hijos nacieron aquí y sus mejores recuerdos lo tiene en las calles y plazas salmantinas junto a sus amigas de la juventud: “Ahora cada una tenemos nuestra vida, pero siempre que podemos nos seguimos viendo”.
A corto plazo, Bárbara no se plantea su vuelta a Salamanca. Su vida está en el refugio junto a su pareja y sus hijos. La satisfacción que le da su trabajo y la vocación por evitar la extinción de las tortugas marinas pueden con la morriña de vivir al otro lado del charco. De hecho, anima a cualquiera que tenga inquietudes como las suyas a que participen en un proyecto para el que ahora mismo buscan voluntarios: “Es una experiencia que se la recomendaría a todo el mundo, fundamentalmente si son personas jóvenes”, explica mientras atiende a su perro y a su cabra en un paraíso tropical.
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