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Viernes, 30 de abril 2021, 11:01
Francisco de Salinas (Burgos, 1513 - Salamanca, 1590) se quedó ciego con 10 años. Ante esta adversidad su padre, un oficial del emperador Carlos V, dirigió la educación de su hijo hacia los estudios musicales mediante la enseñanza de Canto y de Órgano, para facilitarle la vida en el futuro y por considerarlo la “cosa más honesta y más útil [...] que a través del oído, más eficazmente conduce a la razón”, según escribe Asunción Gómez Pintor en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia.
Salinas se interesó por obtener una formación más amplia, más humanista, y ello le llevó a completar sus estudios con el aprendizaje del latín y griego de la mano de una mujer de la nobleza que quería aprender órgano y a la que Salinas dio lecciones. Y también se formó en Filosofía y Artes en la Universidad de Salamanca, como indica Gómez Pintor.
En 1536, prosigue la profesora de la Universidad de Salamanca, Salinas debió abandonar sus estudios y acudir a la Corte porque su familia comenzaba a pasar apuros económicos. “Se incorporó al servicio de Pedro Sarmiento, familiar suyo, arzobispo de Santiago de Compostela y capellán mayor de Carlos V. Cuando el arzobispo fue nombrado cardenal y debió desplazarse continuamente a Roma, Salinas le acompañó en sus viajes hasta que decidió vivir en Italia”, apunta el Diccionario Biográfico.
“El período italiano, que se extendió durante más de veintitrés años, fue un momento de toma de conciencia de Salinas ante los estudios musicales: no sólo se debe ser un buen músico práctico, sino que hay que obtener una buena formación teórica, un principio que él conoció de los tratados vitruvianos. Su formación como organista era completa, su formación como teórico precisaba una profundización en el estudio”, indica Asunción Gómez Pintor.
En Roma los papas Pablo III, Pablo IV y Pío IV le dieron protección e importantes beneficios que le reportaron ingresos económicos procedentes de iglesias españolas (de Jaén y Burgos), ingresos que se unieron a los que él percibía como organista en ejercicio. “Además, ese apoyo le facilitó el acceso a la Biblioteca Vaticana donde, gracias a los conocimientos que de joven había adquirido en lenguas clásicas, pudo acercarse a la lectura directa de los tratados clásicos de la antigüedad y del período medieval, desde Ptolomeo a Boecio, Porfirio o Aristógenes hasta Zarlino y otros teóricos italianos contemporáneos que fueron determinantes en sus futuras teorías sobre el ritmo y la armonía”, subraya Gómez Pintor.
Entre 1553 y 1558 fue contratado como organista por el Cabildo del virreinato de Nápoles para la capilla musical del duque de Alba bajo la dirección de Diego Ortiz y, por recomendación del virrey, el Papa nombró a Salinas abad de San Pancracio de Rocca Scalegna en Nápoles, “un centro musical de prestigio en este momento”. A partir de entonces se encuentran referencias al “abad” Salinas.
En 1559 Salinas regresó a España. Su estancia se inició en la Catedral de Sigüenza. Allí consta hasta 1563 como organista al que se le exime, debido a su ceguera, de otras tareas del coro dedicándole exclusivamente a tocar el órgano. De Sigüenza se trasladó a la Catedral de León, donde consta su recibimiento en mayo de 1563. En esta Catedral percibía un salario de 300 ducados más el alojamiento por tocar los días solemnes. Se mantuvo en este puesto hasta 1567, en que cambió el ejercicio de la música práctica catedralicia por el ejercicio de la música teórica en el ambiente universitario, según explica el Diccionario Biográfico.
“En 1567 y tras dura oposición claustral, obtuvo la Cátedra de Música de la Universidad de Salamanca, sucediendo a Juan de Oviedo. En enero se celebró una sesión de claustro en la que el rector proponía elevar el salario de la Cátedra de Música a 100.000 maravedís para que el maestro no regresase a su puesto en León. En el acta de esta reunión se hacía una alabanza del maestro Salinas y de la importancia que la música especulativa y práctica tiene para la formación universitaria y que él, con la formación que había obtenido en Italia, era la única persona en este momento en España que podía transmitir nuevos conocimientos sobre esa disciplina. Pero le pusieron la condición de graduarse como maestro en Artes en los cuatro años siguientes mientras ya ejercía su cargo”, narra Gómez Pintor. “A partir de entonces”, prosigue, “aparece al maestro Salinas en continuas referencias en los libros de claustros de la Universidad preocupándose por todos los aspectos relacionados con la música: dotación de libros para las festividades de la institución universitaria o el mantenimiento de los órganos de capillas vinculadas a la Universidad.
Además, en 1577 y en Salamanca, Salinas publica “De musica libri septem”, un tratado culmen de las escuelas española y europeas de la época.
Fray Luis de León, catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca, mantuvo una estrecha amistad con Salinas y se prestaron respaldo mutuo: “Salinas apoyó a fray Luis en el proceso inquisitorial abierto contra él y el teólogo dio su voto favorable al recibimiento de Salinas como catedrático de la Universidad en todos los claustros. Esa mutua amistad justificaría la “Oda a Salinas” que fray Luis dedicó a al músico”.
En 1587 el maestro Salinas se retiró de la docencia por jubilación, pero continuó ejerciendo como organista. Así se mantuvo hasta el 13 de enero de 1590 cuando murió en Salamanca, según recuerda Asunción Gómez Pintor.
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