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El coronel Luis Fernando Núñez Allué asumió la jefatura del Regimiento de Ingenieros número 11 tras una larga experiencia internacional en países como Ecuador, Líbano, Mali, la República Democrática del Congo o Bosnia. Concede su primera entrevista mientras hace un recorrido a través del patrimonio aún desconocido del General Arroquia.
¿Qué impresión se ha llevado en estos casi tres meses al frente del Regimiento de Ingenieros?
Es mejor todavía de la que pensaba. El Regimiento está muy consolidado, pero continúa mejorando día a día. Me he llevado una grata sorpresa en la calidad de la instrucción del personal y las mejoras del material. El Regimiento tiene cerca de un millar de efectivos y está entre las unidades con más personal de todo el Ejército de Tierra. Habrá seis o siete regimientos de infantería que nos superen en número. Es un hito para un coronel que le asignen el mando de un regimiento, y si además es uno de tu propia especialidad y uno de los más emblemáticos del Arma la ilusión fue mayúscula.
Llega a Salamanca con una gran experiencia internacional y en su currículum llama la atención la desactivación de explosivos. ¿En qué misiones tuvo que emplearse?
Mi primera misión fue en Bosnia como jefe de grupo de desactivación de explosivos y operé como desactivador. Lo principal es la precaución y lo que da la desactivación con el paso del tiempo es la capacidad de asesoramiento. Aunque suene un poco raro, los que de verdad se baten el cobre y se juegan la vida son las unidades que patrullan sin saber dónde está el explosivo. Nosotros vamos cuando ya sabemos donde está el peligro. El riesgo lo tienen las unidades en línea.
Desminar Ucrania será uno de los principales retos para recuperar la vida en ese país.
Las fuerzas armadas de los distintos países tienen un papel crucial como asesores. La ejecución dependerá de los criterios ya que hay empresas civiles que se dedican a esas cosas para recuperar el territorio y las instalaciones en el ámbito civil. Nosotros hacemos nuestra instrucción y adiestramiento para el desminado en combate. Es muy técnico. Muchas veces grandes extensiones de terreno pueden ser descartadas y otras llevarán muchos años por pequeñas que sean. El problema no es solo la amenaza real, sino también que sea considerado una amenaza. Uno no puede pasar al lado de un proyectil todos los días y sentirse seguro, aunque todo el mundo le asegure que está inerte. Retirar todos esos restos es costoso. Como ejemplo, en Bélgica siguen sacando proyectiles de munición química de la Guerra Mundial.
¿Cómo afronta el Ejército la situación geopolítica actual tras la invasión de Rusia sobre Ucrania?
El Ejército no está para valorar la situación geoestratégica. Lo que sí ha mostrado la invasión de Ucrania por parte de Rusia es que determinados escenarios de guerra convencionales que parecían superados, han vuelto a aparecer. Lo que demuestra que debemos estar preparados para nuevos escenarios de guerra, pero sin olvidar los convencionales.
En su formación también se encuentra la especialización en la munición química, un arma con una capacidad letal.
Hice el curso de desactivación de munición biológica y química. A pesar de que es una situación muy difícil de que se dé, siempre hay que estar preparado para ello. Más que la desactivación en sí, es la valoración del riesgo de las medidas a tomar.
Para su experiencia internacional habrán resultado básicos los idiomas. ¿Cuáles domina?
Nunca se domina ninguna lengua del todo. Hablo inglés y francés y escarceos con el italiano y el portugués. Sí que he tenido que utilizar ambas lenguas tanto en destinos como en misiones internacionales. Por motivos diversos, recuerdo hacer de traductor de inglés a francés entre un gobernador civil congoleño y un coronel de Kenia en un lugar recóndito de la selva. Eran tan ceremoniales que repetían constantemente lo mismo y ya no sabía qué traducir. Esto fue en la primera misión de la ONU en el Congo.
¿Qué sello personal quiere imprimir al Regimiento?
Trabajo, trabajo y trabajo.
¿En qué puede beneficiar su experiencia internacional?
En la flexibilidad y capacidad de adaptación a todas las circunstancias. He tenido la fortuna de desplegar en teatros de operaciones muy distintos con unas exigencias y particularidades diferentes. La experiencia internacional consiste en eso: adaptarte al entorno de trabajo y al teatro de operaciones y a las características culturales y sociales.
El Regimiento de Ingenieros ha estado presente en todas las misiones internacionales. Parece que le viene como anillo al dedo.
Ya me gustaría estar a la altura del Regimiento. Tiene muchísima experiencia internacional y al fin y al cabo esta unidad es punta de lanza a la hora de desplegar nuevos teatros de operaciones. Actualmente tenemos efectivos en la Antártida, Somalia, Mali, Líbano e Irak con al menos un soldado en comisión de servicio.
¿Tienen previsto nuevos despliegues en el exterior?
Próximamente en Letonia en las misiones de consolidación de confianza que está llevando a cabo la OTAN en el flanco este.
¿Cuál es el reto del Regimiento?
La transformación digital, las nuevas tecnologías y la evolución de los teatros de operaciones, cada vez más difusos.
¿Cómo han ayudado para mejorar las habilidades las tecnologías?
Tenemos materiales específicos que reproducen la realidad y abaratan mucho el coste de hacer un ejercicio real. Por ejemplo, sistemas de simulación de tiro, simuladores de grúa, entrenadores de máquinas pesadas que hacen que se consuma menos combustible, menos mantenimiento del material.
¿En qué mejoró la visión de la sociedad del Ejército tras la pandemia?
Se lo tendría que preguntar a la sociedad. El Ejército ha demostrado que tiene capacidades y herramientas además del uso de la fuerza que son útiles para la sociedad. Al Ejército le ha servido para no olvidar nunca al servicio de quién está. Muchas de nuestras misiones se hacen al servicio de la sociedad, pero en lugares remotos.
¿Es necesaria una mayor cultura de Defensa para que se vea al Ejército como algo propio?
La sociedad ya lo ve. Hay que continuar con actividades que muestren cuál es nuestro trabajo. Y hay que tender a que un porcentaje de militares se integren en la sociedad y abandonen la profesión militar. No es una salida laboral continua. La carrera militar puede no ser continua hasta el final de la vida laboral de una persona. Ya hay oficiales y suboficiales que optan por pasarse a la vida civil y trabajar para empresas privadas, ya que los valores militares son muy apreciados.
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