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Sarahí Reyes, trabajadora de Salamanca Acoge, habla en la sede de la asociación con María Gabriela, víctima de discriminación racial. FOTOS: LAYA
El lamento de Gabriela, inmigrante en Salamanca: “Vine a España para tener una vida mejor y vivo un infierno”

El lamento de Gabriela, inmigrante en Salamanca: “Vine a España para tener una vida mejor y vivo un infierno”

Hace un año, Gabriela abandonó el país que le vio crecer para buscar un futuro mejor para sus hijos. Desde que llegó, ha sido víctima de discriminación racial

Jueves, 16 de marzo 2023, 18:32

Hace exactamente un año, Gabriela cogió de la mano a sus dos hijos para emprender una nueva aventura lejos de Venezuela, el país que la vio crecer. Lo hizo en busca de una vida mejor y pensando en su futuro, pero nunca pensó que la experiencia que viviría al llegar a España dejaría tanto que desear hasta el punto de terminar todos los días llorando. Pese al sufrimiento que estaba viviendo en sus propias carnes, hizo de tripas corazón y calló ante sus pequeños pensando que ellos no estaban en la misma situación. Pero se equivocó.

Al igual que ella, su hija María Elena estaba siendo víctima de un trato discriminatorio en el centro que había elegido para que cursara sus estudios. Desde que llegó y, hasta hace bien poco, la pequeña ha tenido que lidiar con distintos comentarios vejatorios por parte de sus compañeros e incluso con agresiones, goles y lanzamientos de piedras, los cuales le llevaron a que se encerrara en su habitación sin querer salir ni para siquiera hacer la compra y a caer en una profunda depresión por la que, todavía a día de hoy, sigue medicándose.

Gabriela relata el infierno que llevan viviendo desde hace meses, en los que ha sido testigo de cómo la gente le ha mirado de arriba a abajo, llegándola a acusar de haber robado algo por el mero hecho de venir de otro país. Además, ha llegado a sufrir malos tratos por parte de los jefes con los que ha coincidido en su trabajo. “Desde que vine, me han hecho creer que no tenía derechos y hasta me han tratado como si fuera una prostituta. Mi jefa me golpeaba siempre con un bastón y no lo hacía porque tuviera un problema mental sino porque decía que yo había venido de otro país. Nunca pensé que el hecho de ir en busca de una vida feliz me pasaría factura de esta forma”, afirma en presencia de Sarahí Reyes, su ‘ángel de la guarda’ en la asociación Salamanca Acoge, desde donde siempre le han ‘echado un cable’ para que solventara sus problemas y trámites pendientes.

Ante estos tratos tan denigrantes, no fueron pocas las veces en las que Gabriela intentó abandonar su lugar de trabajo, aunque su idea no tuvo mucho éxito. Siguiendo con los tratos discriminatorios, su jefa siempre le amenazaba para que, en vez de dejar de trabajar para ella, se quedara pese a cobrar apenas dos euros la hora. “Siempre que intentaba irme, me decía que, si lo hacía, me acusaría de robo”, recuerda llorando desconsoladamente a la vez que rememora la de veces que su hija y ella han tenido que escuchar, de forma despectiva, la palabra “panchita”.

Gabriela se ‘descompone’ emocionalmente cada vez que piensa en la de veces que, antes de salir de Venezuela, pensó en la vida que le esperaba en España. “Pensé que sería fácil encontrar trabajo, pero mi realidad es todo un infierno. Es imposible avanzar cuando eres migrante porque la gente se piensa que todos los migrantes que llegan a un país vienen a hacer delincuencia. A veces, no es así. Hay gente que quiere luchar por hacer crecer a una familia y a un país”, recalca.

Callar, la peor opción

Para Sarahí Reyes, trabajadora de la asociación Salamanca Acoge, lo peor que se puede hacer ante estos casos de discriminación racial es callar. Por eso, anima a todas aquellas personas que estén pasando por lo mismo por lo que está pasando Gabriela a alzar la voz. “Desde Salamanca Acoge, queremos dejar claro que no hay que tener miedo. El miedo solo contribuye a que haya más desconocimiento”, asegura.

Junto a Gabriela, batalla cada día por encontrar la esperanza que tantas familias necesitan para seguir hacia adelante en medio de la tardanza que existe para tramitar la homologación de los papeles que cada migrante ha de conseguir para ejercer lejos de su país. “Quiero que, de una vez, admitan que puedo ser productiva para este país. No voy a parar de luchar, pero tienen que dejar de ponerme barreras”, sentencia.

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