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Sábado, 23 de octubre 2021, 23:54
La confluencia de precios disparados de los carburantes, el incremento de los impuestos y la falta de conductores han puesto en jaque al sector del transporte, amenaza a la que se ha sumado la confirmación del Gobierno de que implantará peajes en las autovías en un futuro. Problemas a los que se suman los derivados de la pandemia, cuyos efectos negativos todavía perduran en algunas actividades, como la de los dedicados al transporte de viajeros.
El peligro más acuciante para el sector en la actualidad lo representan los carburantes. Desde finales del año pasado no han parado de aumentar de precio al calor de la recuperación, un encadenamiento de subidas que se ha intensificado en las últimas semanas. El diésel, el combustible utilizado por casi el 100% de los profesionales del transporte, se ha encarecido un 26% en lo que va de año.
Si a principios de enero el coste del gasóleo en las gasolineras salmantinas rondaba 1,12 euros por litro, ahora se ha disparado hasta 1,41 euros, al sumar 11 céntimos más solo en un mes. Los niveles actuales se acercan peligrosamente a los máximos históricos de este combustible en Salamanca. El récord data de septiembre de 2012, cuando el diésel llego a valer de media 1,46 euros por litro.
El alto coste del combustible ha obligado a algunos sectores del transporte a elevar los precios a sus clientes, aunque no todos. Los dedicados al sector de viajeros continúan en cifras de negocio inferiores a las de la pandemia y la alta competitividad les impide trasladar totalmente el incremento de gastos a sus servicios, lo que repercute en sus beneficios.
El futuro tampoco es halagüeño. El presidente de la asociación de estaciones de servicio de Salamanca, Lorenzo Colomo, recuerda que hay poco margen de maniobra con las cotizaciones del petróleo rondando ya los 85 dólares por barril, cuando hace un año estaban por debajo de los 40. “Las previsiones apuntan a que seguirá aumentado y que incluso podría llegar a los 100 dólares”, subraya.
Lorenzo Colomo reconoce que las ventas de las estaciones de servicio comienzan a resentirse y que ellas ya han ajustado el margen de beneficios que tienen para no perder clientes. Asegura que la única solución viable a corto plazo para reducir la presión sobre los conductores y el transporte consiste en una bajada temporal de impuestos. “El Gobierno lo ha hecho en la luz y también lo podría hacer con los combustibles. Los tributos representan la mitad del precio”, señala.
La propuesta, que ha hecho llegar al Ejecutivo de Sánchez la confederación nacional, de momento no ha recibido contestación. No obstante, las posibilidades de que salga adelante son escasas, más cuando este Gobierno ha planteado elevar aún más la presión fiscal del gasóleo en los próximos años tal y como reflejó en el plan de recuperación enviado a la Unión Europea.
El combustible no es la única dificultad que afronta el transporte, aunque sí la más acuciante. También preocupan asuntos como la falta de conductores, lo que ha provocado que las administraciones incentiven con ayudas la participación en cursos de formación, el incremento de impuestos.
En la compra de nuevos vehículos, al empezarse en 2021 a usar la nueva normativa WLTP para medir las emisiones, el coste del impuesto de matriculación se ha encarecido hasta un 10% en algunos vehículos. A esto se suma que el Gobierno ha encarecido los seguros, al subir las primas del 6% al 8%. Problemas fiscales a los que se van a sumar en un futuro los peajes en las autovías, aunque el Ejecutivo no ha confirmado cuándo pondrá en marcha esta medida y si los transportistas tendrán bonificación.
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