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Adolfo Vicente sabe que tiene que ‘hablar ahora o callar para siempre’. Esto no va de bodas. Adolfo tiene ELA y por eso asume que puede llegar el día en el que su voz desaparezca, como hace poco lo hicieron sus manos.
De todos los enfermos de ELA de Salamanca Adolfo es conocido por dos cosas: por ser el de Vitigudino y por su buen gusto a la hora de escribir. Hace apenas un año redactó de su puño y letra unas emotivas líneas que le dedicó a Maxi Santamartina por su jubilación como enfermera gestora de los casos de ELA.
Los meses han pasado y hoy Adolfo ya no puede sostener un bolígrafo ni enviar un simple WhatsApp. Ha ‘perdido’ las manos. Por este motivo ha solicitado al Hospital de Salamanca que le prescriban el lector ocular: un dispositivo que, a través de la mirada, permite expresarse a los pacientes sin movilidad de las manos.
“Me han dicho que no cumplo los criterios porque estos dispositivos solo se los indican a las personas que ya no pueden hablar. Tengo que esperar a perder el habla para que me lo concedan”, lamenta Adolfo.
El de Vitigudino ha participado como paciente en un congreso de neurólogos donde le informaron de que los nuevos lectores oculares incorporan la inteligencia artificial, de manera que son capaces de aprender la voz del enfermo y después emularla a la hora de leer un texto.
“Estas máquinas son capaces de hablar con tu propia voz, pero para que la memoricen tengo que utilizarla antes de que me quede mudo. Si lo consigo, la máquina seguirá hablando por mí y mi familia me podrá seguir escuchando”.
Seguirá peleando por ello. Hasta entonces, quedará la tinta de las últimas líneas que escribió en noviembre de 2022: “No aspiro a ser laureado, ni siquiera aplaudido. Sí pasar por la vida dejando huella de haber sido un corredor luchador, que al menos lo ha intentado. Solo pienso en el presente, deseando que se alargue el tiempo en el que el juez de carrera agite el banderín, señalando que ya no quedan más vueltas”.
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