El duro proceso de las víctimas de agresiones sexuales con burundanga: “¿Por qué estoy desnuda en esta cama?”

Suele ocurrir por la noche, en un entorno de fiesta. Normalmente es un conocido, un amigo de un amigo. Las víctimas se despiertan en una cama ajena, sin ropa interior, sin saber muy bien qué ha pasado y junto a una persona con la que no tenían intención de tener relaciones sexuales. La psicóloga Jésica Joaquín Rodríguez, de la Asociación de Ayuda a la Mujer Plaza Mayor, explica cuál es la escena habitual de las jóvenes que acuden a ella pidiendo ayuda tras sentirse víctimas de un delito sexual mediante sumisión química.

El perfil de la víctima lo define la moción conjunta que se aprobará en el Ayuntamiento: una mujer joven menor de 30 años, que admite el consumo de alcohol previo al episodio y que sufre amnesia parcial o total de los hechos. En Salamanca, como en el resto de España, se ha detectado también un aumento de este tipo de agresiones. “Es cierto que a partir del caso de La Manada hubo un antes y un después. Hemos detectado que desde entonces llegan muchas chicas que han sufrido algún tipo de agresión o abuso de este tipo”, señala la psicóloga de Plaza Mayor.

La indefensión a la que se enfrentan estas jóvenes es absoluta. No saben a quien acudir, en la mayoría de los casos no tienen pruebas para demostrar que han sido drogadas y, dado que las drogas como la burundanga, dejan el cuerpo en un estado de absoluta relajación, tampoco suelen presentar lesiones, que constituyen la principal prueba para demostrar en un procedimiento judicial que ha existido sexo no solo sin consentimiento, sino también sin consciencia. Por otra parte, la mayoría de las sustancias empleadas para conseguir ese estado de sumisión, como la burundanga, el GHB, la ketamina o benzodiacepinas, dejan un rastro pasajero en la sangre, señala Jésica Joaquín.

Si bien es cierto que algunas mujeres acuden de inmediato al Servicio de Urgencias y se activa el protocolo de delitos sexuales —revisiones y tratamientos para evitar enfermedades de transmisión sexual—, la confusión y el miedo lleva a muchas a no reaccionar rápidamente y, cuando se le realizan los análisis de sangres, no hay ya posibilidad de encontrar rastro de esas sustancias. En cualquier caso, son pocas las que llegan a denunciar. “Es un proceso durísimo”, explica la psicóloga exponiendo que se trata de acusar a otra persona de un delito sin tener pruebas para demostrarlo en la mayoría de los casos y sin tener ningún recuerdo de lo ocurrido.

Por ello, desde Plaza Mayor para atajar este tipo de delitos apuestan por la educación, dirigida especialmente a los chicos, que son casi siempre los agresores.

¿Qué es la sumisión química?

Mediante la administración, sin consentimiento, de una droga u otra sustancia se modifica el estado de consciencia y se puede manipular la voluntad. La víctima no puede resistirse a una agresión sexual, porque no es consciente de lo que está ocurriendo.

¿Qué sustancias y drogas pueden producirla?

Todas las sustancias empleadas actúan sobre el sistema nervioso central, son tanto depresoras como estimulantes. Pueden ser bebidas alcohólicas, medicamentos o drogas. La sustancia más conocida es el burundanga, pero existen muchas otras como el GHB, la ketamina o las benzodiacepinas. Una guía del Instituto Carlos III habla de más de 50 sustancias posibles.

¿Qué síntomas produce?

Entre los muchos posibles, están el sueño, dificultades para moverse, dolor de cabeza, nauseas, vómitos, visión borrosa, alucinaciones, no recordar qué ha pasado en las últimas horas,...