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Miércoles, 24 de febrero 2021, 18:19
Eduardo Bandrés es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza, director de Economía Pública de Funcas y coautor del estudio que concluye que la despoblación ha empobrecido a Salamanca un 27 por ciento desde 1950.
–¿Por qué Salamanca está en el grupo con peor evolución?
–Es cierto que no es de las que más ha sufrido con el despoblamiento, porque ha habido otras donde ha golpeado más fuerte. Pero es verdad que su zona rural ha perdido 144.000 habitantes, sobre todo a raíz del proceso de mecanización de la agricultura, lo que expulsó a la población a las ciudades y a otras provincias. Su situación no es tan grave como Cuenca, Soria, Teruel o Zamora, pero preocupa porque se han registrado una gran pérdida de empleos, 82.000 en la agricultura. Además, la renta per capita representa el 80% de la media de España y su economía ha perdido la mitad del peso que tenía en el conjunto del país.
–¿Qué medidas deben adoptarse? ¿El sector público tiene que ser tractor?
–-Las políticas públicas han de liderar las acciones para detener el proceso porque está demostrado que una parte de la España despoblada ha podido remontar. Se necesitan medidas económicas y fondos del Estado y de la UE, porque los recursos de las comunidades son escasos y están dirigidos a sanidad, educación o servicios sociales, y les queda muy poco para desarrollo económico. Tambien es fundamental mejorar la conexión entre las zonas urbanas y las rurales. Hay que facilitar la movilidad con buenas vías de comunicación y, sobre todo, con un buen transporte público a la capital de provincia y las cabeceras de comarca. Y hay que seleccionar los proyectos, porque va a ser imposible mantener todos los pueblos pequeños, con población muy envejecida. Hay que garantizarles los servicios públicos, pero su situación va a ser difícil de revertir.
–¿Qué es más preocupante, la población envejecida o tener tan pocos jóvenes?
–La población joven porque es el relevo generacional para el empleo. Por eso hay que detener el proceso de despoblamiento para al menos garantizar que ese porcentaje de jóvenes no siga bajando y pueda existir un futuro.
–¿La pandemia va a agudizar el problema o representa una oportunidad?
–La pandemia es un shock tan grande, que muchas cosas van a cambiar. Lo estamos viendo con el teletrabajo. Ahora se pueden hacer muchas cosas sin moverse de casa, pero para eso se requiere inversión en redes de comunicación y digitalización. En principio eso es lo que se quiere hacer como objetivo prioritario de los fondos europeos. Por eso yo creo que hay una oportunidad. Los informes mundiales hablaban de que las grandes ciudades iban a ser el futuro. Yo ahora creo que es la oportunidad de las ciudades medianas y de esas cabeceras de comarca.
José Luis Sánchez es catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Salamanca y buen conocedor de la provincia como coordinador del grupo de investigación Territorio, Innovación y Desarrollo.
–El informe de Funcas refleja una situación preocupante de Salamanca. ¿Coincide con él?
–Evidencia que la situación económica en el largo plazo es negativa en comparación con España. No obstante, es verdad que no puede entrar en los detalles concretos de cada provincia y en Salamanca hay aspectos positivos en los últimos años, como el Parque Científico de la Universidad, que ha creado un millar de puestos de trabajo de alto nivel, o la industria chacinera de Guijuelo.
–¿Cuál es el origen del problema de Salamanca?
–Hay multitud de causas. El gran desencadenante fue el cambio estructural en la economía española tras la Guerra Civil, que pasa de un sector primario con mucho peso a la actividad industrial. En su momento estuvo muy polarizado en algunas regiones como País Vasco, Cataluña y posteriormente Madrid principalmente. Salamanca respondió con mayores dificultades, aunque hay que tener en cuenta que en los años 60 la administración favoreció determinados polos de desarrollo, como Valladolid o Burgos, que sentaron una base industrial.
–¿Cómo influirá la pandemia?
–Hay noticias de que la población ha empezado a desconcentrarse un poco, pero son pequeños fenómenos por ahora. El teletrabajo puede ser el futuro, pero habrá que ver en qué condiciones y qué servicios van a ofrecer las administraciones a esas personas para que vivan en un pueblo.
–¿Cuáles son los baluartes contra la despoblación?
–Tiene que haber una base de infraestructuras, porque es una condición necesaria para el desarrollo del territorio, pero no es suficiente por sí misma. Ahora mismo se necesita una banda ancha de calidad y una dotación de servicios públicos para atraer a esas personas, que implican unas políticas fiscales para mantenerlos. Y hay que potenciar las cabeceras comarcales.
––¿Qué zonas de la provincia que van a tener más complicado revertir la situación?
–Las localidades del oeste entre Ciudad Rodrigo y Las Arribes tienen una situación más complicada. Hay poca fluidez de circulación con Portugal, muchas localidades pequeñas y envejecidas y con grandes extensiones de dehesa. Por eso se necesitan políticas basadas en las características del territorio y a veces la administración no lo tiene en cuenta.
–En el medio rural, ¿las opciones de desarrollo económico son la agricultura o el turismo?
–Hay que intentar que lo agrario se convierta siempre en lo agroindustrial. Hay ejemplos como el de Guijuelo o los vinos del Duero. Siempre que hemos unido lo agrícola con la transformación industrial conseguimos un valor añadido que se queda en el territorio. El modelo que asocia alimentos, calidad y un origen territorial muy marcado está teniendo éxito en España. En Salamanca se podrían hacer más cosas en el ámbito cárnico e incluso lácteo. Y la industria asegura una riqueza más estable que la aportada por los servicios.
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