Cuál es la edad adecuada para entregar un teléfono móvil inteligente a un niño o cómo las familias puede asegurarse de que van hacer de él un uso seguro, son algunas de las preguntas que surgen en los hogares salmantinos a medida que los jóvenes van creciendo. Su entorno se comienza a comunicar a través de estas vías y en muchos casos comienza a ejercer «presión social» cuando los adolescentes alcanzan los 12 años. Pero, ¿tener un dispositivo de este tipo es lo correcto para su desarrollo?. LA GACETA habla con expertos, asociaciones e institutos para conseguir una respuesta.
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«Las familias nos hacen llegar que es un tema que les preocupa, que está latente. Pero el problema no reside solo en dar a un niño un móvil, sino también del uso que se da de él. Es una herramienta que ellos no saben usar, pero lo peor es que los padres tampoco. El problema es educacional», asegura Fernando Paricio, presidente de Ampas Salamanca. Desde la federación son conscientes de que esta herramienta marca su desarrollo: «Se magnifican los casos de ciberbullying y tienen acceso a un mundo virtual inmenso. Existen formas de restringir sus búsquedas y filtrar los contenidos a los que pueden acceder. Esta es una de las bazas con las que pueden jugar los padres».
La media de edad en España para que los niños comiencen a tener un dispositivo móvil se sitúa en los 10 años: «Marcar una edad concreta es difícil. Son muchos los aspectos que entran en juego. Todos los niños no tienen el mismo nivel de madurez, la misma capacidad o el mismo comportamiento. Se barajan los 16 años como mínimo, pero yo sostengo al menos los 14. Los 10 años que hay en España es una auténtica barbaridad», reconoce David Cortejoso, secretario del Colegio Oficial de Psicología en Castilla y León y experto en nuevas tecnologías. Asimismo, pone el foco en los peligros que pueden correr los menores al acceder al mundo digital:«Los niños no tienen habilidades de autocontrol y se enganchan. El uso prolongado del dispositivo móvil afecta a la calidad del sueño, provoca cambios de humor, les aíslan, cambian sus hábitos de ocio e influye en su educación y en su desarrollo». Además, resalta la importancia de ejercer un control parental: «Si los padres desconocen los riesgos y no ponen límites a los productos que consumen los menores podrán acceder a pornografía a una edad temprana y normalizar conductas relacionadas con la violencia, las drogas o la ludopatía. También surgen peligros como el ciberbullying o el sexting», recalca Cortejoso.
¿Qué papel juegan los institutos?
Todos los centros salmantinos prohíben el uso de móviles en sus instalaciones sin el permiso del profesor. Algunos como el instituto «Lucia de Medrano» o «Vaguada de la Palma» tienen normas muy estrictas para los menores al respecto. El colegio salmantino Maristas Champagnat es un ejemplo en el correcto uso de las nuevas tecnologías: «El uso de los móviles es didáctico. Trabajamos con la aplicación iRiS y cada profesor ve en una parrilla lo que tiene abierto cada alumno. De esta forma se adentran en un mundo digital seguro, con contenido bloqueado y restringido», reconoce Mario Miguel, coordinador de TIC en el centro. Asimismo, han ideado un Plan de Formación en este ámbito para docentes, familias y alumnos. «Con los padres llevamos a cabo una formación para que, en caso de que les entreguen un teléfono, no lo hagan abierto y puedan filtrar aquello que pueda ser perjudicial. También les ofrecemos un tutorial de iRiS por si quieren usar la app fuera del horario escolar», reconoce Miguel. Los alumnos participan constantemente en actividades de concienciación: «Realizamos concursos y ediciones de vídeos sobre la seguridad en internet y para evitar el ciberbullying. Queremos que lo identifiquen como un potencial riesgo», asegura el coordinador.
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