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Desde el pasado sábado, 7 de octubre, el salmantino Luis Díaz tiene el corazón con Israel tras el brutal ataque de Hamás por tierra, mar y aire. El conflicto entre palestinos e israelíes ha alcanzado un nivel de tensión sin precedentes e Israel ha declarado el estado de guerra.
Con los 1.500 cuerpos de combatientes de Hamás que Israel afirma haber encontrado en su territorio, el número de personas fallecidas asciende a más de 3.000 y a miles de heridos entre israelíes y palestinos.
El salmantino ha vivido durante casi tres años entre Jerusalén y Belén, donde ha sido jefe de maquinaria. Su empresa, con sede en Madrid, construye un túnel en Jerusalén para aliviar el tráfico de la ciudad.
Hace seis meses regresó a Salamanca «por temas personales», pero debería continuar en Israel, donde ha dejado a cuatro compañeros de la obra entre el fuego y la metralla.
El destino le devolvió a su ciudad natal antes del conflicto, pero en realidad está cerca de ellos, pues Luis no es capaz de separarse del teléfono para mantenerse en contacto con José, Pablo, Gustavo y Vicente.
«Les llamé el sábado en cuanto me enteré de la noticia y hablo todos los días con ellos, están muy nerviosos, ven pasar los misiles y los cohetes y escuchan las alarmas y las sirena. En el balcón de José caen trozos de metralla y algunos tan solo pueden salir de casa para comprar comida porque corren peligro», manifiesta emocionado Luis Díaz a LA GACETA.
La empresa tenía previsto finalizar la obra en unos 20 días, pero debido al ataque se ha paralizado. «Mis compañeros están intentado regresar a España, pues dos de ellos están con su familia en Jerusalén y tienen mucho miedo, pero no encuentran como venirse porque las aerolíneas no tienen vuelos y porque en situaciones como esta cierran las fronteras para que no entre ni salga nadie», añade Luis.
Hace un año, cuando Luis se encontraba en Belén, vivió una situación similar a la actual. «Gaza lanzó 3.000 cohetes a Israel, yo vi cómo cruzaban con los aviones o cómo soltaban las bombas.
Rápidamente me refugié en mi casa por miedo. Una vez dentro pensé: «Como caiga aquí se acaba todo. Son situaciones que no se pueden explicar con palabras», concluye el salmantino.
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