Las dramáticas historias de los 9 policías homenajeados este jueves en Salamanca

Los agentes fueron brutalmente asesinados por el GRAPO o por ETA entre 1975 y 1991

Jueves, 20 de junio 2024, 18:14

Salamanca ha rendido homenaje este jueves en la Comisaría a los nueve policías nacionales asesinados por ETA o los GRAPO a lo largo de la historia. Estas son las crudas historias humanas que hay detrás de cada uno de los atentados.

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Joaquín Alonso, en la primera aparición del GRAPO

El 1 de octubre de 1975 el GRAPO (Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) entró en escena en España. Y lo hizo atentando contra cuatro agentes de la Policía Armada que se encontraban vigilando sendas sucursales bancarias en diferentes puntos de Madrid. Una de las víctimas fue Joaquín Alonso Bajo, natural de Vitigudino, que vigilaba una oficina del Banco Occidental situada en la calle Valmojado. Los autores del crimen fueron Manuel Gil Araujo y Fernando Hierro Chomón, autor material de los disparos que efectuó con una lupara siciliana, una escopeta de cañones recortados utilizada para cazar lobos. Joaquín Alonso tenía 33 años, llevaba 9 en la Policía y dejó viuda y una hija de apenas dos años de edad.

Fernando Sánchez, acribillado en Correos

El 27 de enero de 1977 el GRAPO volvió a sembrar de terror las calles de Madrid. Y asesinó a otro salmantino natural de Santa María de Sando. A las 11:45 de la mañana, dos individuos entraron en la sucursal de Correos, Telégrafos y Caja Postal de Ahorros de Madrid, situada en la calle Padre Piquer. De inmediato se dirigieron a los dos policías armadas que había en el interior de servicio y le dispararon un tiro en la sien a cada uno. Luego, les remataron vaciándoles el cargador en la cabeza. Una de las víctimas era Fernando Sánchez Hernández, de 24 años, casado y con una niña de dos años. Llevaba cuatro años en la Policía tras haber sido voluntario en el Ejército en el Regimiento de Ingenieros de Salamanca. En su funeral en el Hospital Gómez Ulla de Madrid se produjeron incidentes. Hubo empujones e insultos al vicepresidente del Gobierno, el teniente general Gutiérrez Mellado, por la inacción del Ejecutivo ante el terrorismo. Después, en la capilla ardiente instalada en el cuartel de la Policía Armada de la calle San Pablo, por la que pasaron miles de salmantinos, se vivió un emocionante encuentro cuando familiares de Serafín Holgado -asesinado por grupos de ultraderecha en la matanza de Atocha- se acercaron a dar el pésame a la familia del agente. Sin duda, un de los gestos más relevantes de la Transición en Salamanca.

Elías García, un centenar de disparos en una emboscada

El 13 de octubre de 1978 un Land Rover de la Policía Nacional fue emboscado por miembros de ETA en la carretera que conduce al sanatorio de Santa Marina, a cinco kilómetros de Bilbao. En este atentado fallecieron Ramón Muiño y el salmantino de Fuenterroble de Salvatierra Elías García González, mientras que José Benito luchó por su vida durante 12 días antes de morir. En una curva les esperaban los terroristas que, según las crónicas les dispararon cerca de un centenar de tiros con pistolas, subfusiles y escopetas de caza repetidoras. El atentado provocó incidentes graves en el cuartel de la Policía de Basauri, donde cientos de agentes protagonizaron una sentada de protesta durante horas. Elías estaba casado y era padre de una niña pequeña. Tiene un paseo dedicado a su memoria en su localidad natal desde 2012.

José Benito, ametrallado mientras jugaba al fútbol

El 20 de noviembre de 1978 ETA quiso provocar una masacre y ametralló a 33 policías que jugaban al fútbol en el campo de deportes del cuartel de Basauri. Los terroristas dispararon desde el arcén de una autopista que pasa por encima del recinto deportivo. Desde allí mataron al guardia primero Benjamín Sancho y al cabo de la Policía Armada salmantino José Benito Sánchez, natural de la localidad de Morille. El ataque, con metralletas, fusiles CETME y rifles con mira telescópica, también hirió a un joven que estaba en una parada de autobús fuera del cuartel y a otros 16 agentes. Se recogieron más de cien casquillos. José Sánchez tenía 30 años, estaba soltero, aunque iba a casarse en fechas próximas. Nunca fueron juzgados los autores materiales de este atentado.

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Vicente Sánchez, asesinado delante de unos niños en Barakaldo

El 8 de abril de 1981 el artificiero de la Policía Nacional Vicente Sánchez Vicente, natural de La Fuente de San Esteban, acababa de dejar a su hija menor en el colegio en Barakaldo. Cuando iba a subirse al coche, dos encapuchados acabaron con su vida de varios disparos a bocajarro. La salvaje escena fue presenciada por varios padres y niños que también iban al colegio. Vicente estaba casado, tenía 30 años y era padre de dos niñas de 6 y 5 años de edad. Su padre era guardia civil retirado y fue el primero en tener conocimiento del atentado. Precisamente este miércoles, el Gobierno Vasco le ha rendido homenaje, como a tantas otras víctimas de ETA cuya muerte ha quedado sin esclarecer.

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Manuel Benito, tiroteado en un bar de Portugalete

El 3 de octubre de 1983 Manuel Benito José, un agente de la Policía Nacional natural de la localidad salmantina de Espeja, había ido de paisano a tomar unas cañas con unos amigos al bar Lugo, situado en la calle San Nicolás de Portugalete. Poco antes de las doce de la noche, dos terroristas entraron en el local y le dispararon varias veces en la cabeza y el estómago. El agente murió dos días después en el hospital de Cruces. Manuel tenía 36 años, estaba casado y tenía dos hijos de 9 y 3 años en aquel momento. Tras el atentado hubo una manifestación de condena que a punto estuvo de acabar mal porque un grupo de contramanifestantes les salió al encuentro. En 2002 el Ayuntamiento de Portugalete rindió homenaje al salmantino, un acto al que asistieron su viuda e hijos.

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Julio César Sánchez, muerto delante de sus cuatro hijos

El 28 de octubre de 1986, sobre las cinco y cuarto de la tarde, el cabo primero salmantino de la Policía Nacional Julio César Sánchez Rodríguez acababa de recoger en el colegio a sus cuatro hijos -dos niños y dos niñas- y se dirigía a su domicilio, en la calle San Adrián de Bilbao, llevando a dos de ellos de la mano. Un joven que vestía un polo blanco se acercó por la espalda y le disparó un único tiro en la nuca matándolo en el acto. El asesino huyó en un taxi que sus compañeros etarras habían robado secuestrando a su propietario. Los niños, horrorizados, se echaron sobre su padre gritando «¡mi aita! ¡mi aita! Su asesinato formaba parte de la cruel campaña electoral de ETA en aquellos momentos. Además del funeral en Bilbao, también se celebró otra ceremonia religiosa en la parroquia del Nombre de María de Salamanca, ciudad donde fue enterrado. Llevaba ocho años destinado en el País Vasco y trabajaba en las oficinas de expedición del DNI de la comisaría Centro de Bilbao, por lo que solía vestir de paisano cuando iba por la calle. En 2002 la Audiencia Nacional condenó a Julián Achurra Egurola, alias Pototo, como coautor del asesinato a 28 años de reclusión menor, aunque no fue quien apretó el gatillo.

José María Sánchez, víctima de un coche bomba trampa

El 24 de mayo de 1989 ETA asesinó en Bilbao mediante un coche bomba a dos policías nacionales y un ertzaina. Uno de ellos era el salmantino natural de Galinduste José María Sánchez García, adscrito al grupo de especialistas en desactivación de explosivos. Los tres saltaron por los aires al estallar un bidón con 20 kilos de amonal, 40 de metralla y un multiplicador de pentrita colocado en el maletero de un taxi robado. El fragmento humano mayor que pudo recogerse era del tamaño de un libro, según indican las crónicas. Otras once personas resultaron heridas. Los etarras colocaron un artefacto explosivo de escasa potencia en un concesionario de coches del barrio bilbaíno de Zorroza para atraer a los agentes y a la vez dejaron estacionado un taxi robado con una potente bomba en el maletero. Tras la explosión del primer artefacto, llegaron los artificieros y se dieron cuenta de la presencia del vehículo donde estaba la bomba trampa. Intentaron desactivarla durante más de dos horas, pero un sistema de iniciación oculto entre cemento propició la tremenda explosión. José María tenía 34 años, estaba casado y tenía una niña de 5 años y un niño de 4. Solía veranear siempre en Galinduste, donde fue enterrado.

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Pedro Domínguez, otro artificiero caído en acto de servicio

El 1 de julio de 1991 el subinspector natural de Forfoleda (Salamanca) Pedro Domínguez Pérez y el oficial Luis Claraco López, ambos miembros de los TEDAX, perdieron la vida asesinados por ETA al intentar desactivar un paquete-bomba que había en la empresa Express Cargo, en el polígono industrial de Villaverde (Madrid). El paquete tenía 7 kilos de explosivo y había sido enviado desde Valladolid por Gráficas Jotasu a un alto cargo del Ministerio de Justicia. El paquete llegó al Ministerio el 27 de junio y al no poderse comprobar su contenido fue catalogado como «incidencia» y se trasladó a la nave de la empresa Express Cargo. Una llamada anónima advirtió de su existencia, por lo que artificieros de la Policía fueron a desactivar el explosivo. Utilizaron un robot, tenían orden de no correr riesgos y cuando parecía que todo estaba controlado, el paquete hizo explosión. Pedro Domínguez estaba casado, tenía tres hijos y fue enterrado en su localidad natal. José Luis Urrusolo Sistiaga fue condenado a penas que suman 119 años de cárcel como cooperador necesario en este atentado.

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