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Max (nombre ficticio) acude todas las semanas a las reuniones de Alcohólicos Anónimos de Grupo Salamanca en los salones parroquiales de San Isidro, en el Rollo, desde el año 2018. La primera vez que entró en contacto con este programa fue en su país de origen, Guatemala, y lo hizo para acompañar a un amigo. En esa primera toma de contacto, se dio cuenta de que el alcohol suponía un problema en su vida que debía controlar. «Yo no me reconocía todavía como alcohólico, pese a que yo tenía un problema pero no lo había aceptado. Cuando acudí con mi amigo, comencé a escuchar testimonios y me empecé a sentir muy identificado», explica.
Max comenzó a beber con diecisiete años y lo hacía siempre en un ambiente social. «El alcohol me ayudaba a ser menos tímido, a vencer inseguridades y a estar más desinhibido. Al final acabas en un estado muy cómodo y eso te engancha». Esta adicción le llevó a tener problemas de salud, con sus padres y con su familia. «A los veintidós años yo ya intuía que tenía problemas con el alcohol y me ponía cada año la meta de consumir menos, pero no lo conseguía. Al final las noches terminaban con muchas lagunas y decía o hacía cosas que me ponían en vergüenza a mí y a mis amigos», manifiesta.
El punto de inflexión en la vida de Max llegó con veinticuatro años cuando su adicción al alcohol le provocó una pancreatitis alcohólica que le llevó a estar hospitalizado durante tres semanas. «Ese fue el momento en el que toqué fondo. Me recomendaron disminuir mi consumo», explica. A nivel psicológico, esta adicción también ha supuesto todo un reto para Max. «En mi casa siempre estuvo mal visto el alcohol porque mi padre era alcohólico. Yo siempre decía que no quería ser como mi padre. Hay episodios con los que te sientes culpable y lamentas hacer sufrir a tu familia», explica.
En otoño del año 2018, el joven llegó a Salamanca para estudiar y sus problemas se agravaron con las fiestas de bienvenida y reuniones sociales. «Tengo asumido que mi deporte extremo es el alcohol, porque yo me juego un poco la vida con él», resalta.
En ese momento, comienza a acudir a las reuniones semanales de Alcohólicos Anónimos en Salamanca, unas citas en las que ha seguido participando hasta el día de hoy. «Son una parte muy importante de mi recuperación, un proceso en el que afortunadamente no he sufrido recaídas. Gracias a las reuniones soy consciente también de que esto es un problema que me va a acompañar toda la vida», reconoce.
Max confía en que su testimonio pueda ayudar a otras personas. «Me gusta compartir mi experiencia para que otros se sientan acompañados e identificados y recurran a pedir ayuda», explica. Asimismo, reflexiona sobre ello: «No tenemos que olvidar de donde venimos y esto es un problema que puede llegar a ser obsesivo. Se nos olvida muchas veces lo mal que lo hemos pasado o lo mucho que hemos sufrido, porque al final lo único que quieres es esa gratificación inmediata que obtienes a través del alcohol.
Reuniones de alcohólicos anónimos en Salamanca
El grupo en la capital charra, formado por casi una decena de personas, se reúne en el Paseo del Rollo, 53 (Parroquia de San Isidro). Los lunes, de 20:00 a 21:30 horas y los sábados de 17:00 a 18:30 horas. El teléfono de contacto es el 646 78 95 50 y su página web: www.alcoholicos-anonimos.org.
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