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Imagen del descampado donde durmió la familia salmantina durante dos noches en Agadir, una de las zonas más afectadas por el terremoto.
El drama de una familia salmantina en Marruecos: «Hemos dormido en la calle con gente llorando»

El drama de una familia salmantina en Marruecos: «Hemos dormido en la calle con gente llorando»

Los salmantinos que se encontraban en Agadir en el momento del seísmo de Marruecos cuentan cómo lo han vivido: «Comenzó a temblar el suelo. Acto seguido la gente empezó a huir de los edificios y los niños no paraban de gritar»

Celia Luis

Salamanca

Miércoles, 13 de septiembre 2023, 06:15

«Hemos sufrido un terror horrible, estábamos dando una vuelta por el centro de Agadir cuando empezó a temblar el suelo. Acto seguido comenzamos a escuchar mucho ruido, la gente empezó a correr y a huir de los edificios y los niños no paraban de llorar y gritar. Nunca en mi vida había vivido algo parecido», manifiesta emocionado a LA GACETA Abderrahim Toufaoui, un marroquí «charro de corazón» que lleva 36 años viviendo en Salamanca. Llegó a la ciudad en 1988 en busca de trabajo y después se casó y tuvo tres hijos.

Este mes de septiembre, él y su familia decidieron viajar a Agadir, una de las zonas más afectadas por el brutal terremoto de magnitud 7 que se desató el pasado día 8 en Marruecos, para visitar a su hermana. Estaban pasando unos días muy felices hasta que llegó el fatídico día. La noche del viernes la mujer y hermana de Abderrahim se quedaron en casa, pero él y sus hijos optaron por separarse e ir a visitar las tiendas del centro de la ciudad. «Estábamos en la zona turística cuando se produjo el seísmo, solo veíamos a gente huir y las calles atascadas de coches. En ese momento llamé a mi mujer y hermana, pero las líneas no iban y como estaban en un edificio de diez plantas me temí lo peor, que se había derrumbado», expresa.

Tan solo se encontraban a diez minutos de la casa, pero debido a la catástrofe, Abderrahim y sus hijos tardaron casi una hora en saber cómo estaba su mujer y hermana. «El camino hacia allí se me hizo eterno, estaba lleno de miedo y de mucha incertidumbre por saber si se encontraban bien», explica.

Al llegar, Abderrahim describe el reencuentro como «increíble». La familia se envolvió en un «largo y cálido» abrazo.

Tras el estruendo, la mujer y la hermana de Abderrahim habían salido de la casa descalzas y con el pijama puesto. «Mi mujer se dejó hasta el hiyab—el velo que cubre la cabeza de las mujeres musulmanas—, y se les olvidó cerrar la puerta del piso. Dicen que estaba la escalera llena de vecinos corriendo», cuenta.

Después del reencuentro, dudaron si volver a subir al piso en busca de algún objeto para pasar la noche fuera. «Finalmente subí para coger mantas, sillas, agua y los zapatos de ellas, pero bajé rápidamente por miedo al derrumbe», aclara.

Sin rumbo, se montaron en el coche para huir de los edificios. La familia decidió acampar en un descampado. Según Abderrahim, estaba «abarrotado» de gente y no encontraban sitio para ponerse, por lo que decidieron sentarse en la carretera, al lado de donde paraban los taxis, y allí pasaron dos noches seguidasa la intemperie.

La primera noche toda la familia la pasó «en vela» por miedo a posibles nuevas réplicas. «Estuvimos todos despiertos rodeados de población tapada con las mantas por el frío y algunos junto a los pocos efectos que habían logrado coger de sus casas. El segundo día, ya un poco más tranquilos, conseguimos dormir algo», confiesa.

Para comer y beber, la familia se trasladó a varias tiendas que se mantenían abiertas y que entregaban comida y agua. Además, varias furgonetas iban a los descampados con mantas y alimentos para repartir entre la gente. «Uno de los detalles que más me ha impresionado es la solidaridad de las personas, muchos negocios ofrecían productos gratis», asegura.

La familia de turismo por Marruecos antes de la catástrofe.

Tras vivir dos noches de «terror», la familia decidió dejar atrás Agadir y volver a subirse al coche. Se dirigieron a Essaouira, otra ciudad marroquí a 174 kilómetros de donde estaban. Actualmente continúan allí a la espera de que su hermana pueda volver a su casa porque posee «muchas grietas».

«Hemos querido volver a Salamanca, pero los precios de los vuelos están carísimos, de 1.500 euros para arriba, por eso hemos decidido quedarnos aquí hasta el día 17 de septiembre, que es cuando teníamos programada la vuelta», concluye.

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