Jacinto Macías supervisando la votación para elegir a la reina de las fiestas de Ledrada del año pasado. TEL

Dos jueces de paz salmantinos hablan sobre su desaparición: «Procuramos que las cosas se arreglen por las buenas»

Ejercen con satisfacción y diálogo su cometido

Lunes, 4 de marzo 2024, 18:00

Jacinto Macías y Bernardo Martín son dos de los jueces de paz salmantinos con una amplia trayectoria en la profesión. Ambos abogan por el diálogo y muestran, a través de sus testimonios, la satisfacción por su ardua labor.

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Jacinto Macías: «Si las cosas no se arreglan por las buenas, todo el mundo pierde»

Jacinto Macías Hernández acaba de renovar el mandato de juez de paz de Ledrada con lo que, si los cambios le permiten cumplirlo, serán 24 años al frente del juzgado de paz de la localidad. «Me convencieron cuando Julia y Demetrio estaban en el Ayuntamiento», indica para señalar que el relevo de Pedro González, su antecesor, se realizó en 2003. Ha contado con varios suplentes y ahora tiene uno que se estrena en el cargo, Antonio Manjón.

Estos veinte años de experiencia dan para mucho y son numerosas las cuestiones a las que ha tenido que hacer frente Jacinto, que destaca también el apoyo que recibe de Lute, desde el Ayuntamiento: «Lute me echa mucha mano porque le preguntas por alguien que no conoces y él te orienta».

Su principal función en la actualidad se centra, explica, «en el tema de las elecciones para llevar los votos al juzgado y si hay notificaciones, avisar a los interesados, firmar defunciones o certificaciones, fes de vida o el libro de familia. Esa es la misión». Es lo habitual en todos los pueblos, pero, en su caso, suma un cometido más que tiene lugar cada 16 de agosto y es el de supervisar la votación de las peñas para elegir a la reina de las fiestas de San Roque en la localidad. Él hace el recuento de votos y firma el acta con los resultados.

«Ledrada no es un pueblo conflictivo en tema de pleitos. Antes había más, que si por las lindes de las fincas, por las entradas, pero ya últimamente, nada. Aquí, sobre todo, para avisar o cuando muere alguien, firmar el acta», explica. Ledrada pertenece a la agrupación de juzgados de Sotoserrano, aunque esté más cerca de Guijuelo o Santibáñez de Béjar, que también son sede de agrupación. «Pertenecemos a Sotoserrano y todo se tramita ya desde allí, nosotros avisamos y, si en el Soto ya no se soluciona luego pasa al juzgado de Béjar», añade. No hay muchos conflictos pero en caso de que los haya, señala: «Procuro que se arreglen por las buenas porque, de lo contrario, todo el mundo pierde. Es el consejo que los doy».

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Pone de manifiesto otro de los problemas del medio y rural y es el de la falta de nacimientos. Él firma la inscripción de los nacimientos en el Registro Civil «pero casi no nacen y, muchas veces, como nacen en Salamanca, los inscriben allí. También firmo el libro de familia cuando están empadronados y se casan y algún divorcio he tenido que firmar también».

No recuerda grandes problemas a la hora de tomar decisiones, si bien, sí hubo una ocasión que se salía de lo habitual: «Fue cuando falleció una mujer en su casa. Hasta que yo no di la orden, no pudo entrar la Guardia Civil en casa. Había fallecido y hubo que esperar a que llegara el forense para levantar el cadáver».

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Bernardo Martín: «Intento ayudar a los vecinos»

Cuando Bernardo Martín se retiró de la Guardia Civil, donde ejercía de capitán, decidió seguir «haciendo algo por los demás». Gracias a sus años de trabajo tenía conocimientos judiciales, lo que le animó a convertirse en juez de paz en Sorihuela. «Siempre he intentado ayudar a la gente y cuando me jubilé me apetecía seguir haciéndolo», reconoce.

Bernardo cuenta que su reto como juez de paz es evitar que problemas «menores» entre vecinos acaben en un proceso judicial: «Intento hablar con ellos para buscar que resuelvan sus conflictos con diálogo porque muchas veces esas discusiones vienen de sus antepasados, como por ejemplo problemas con las lindes, porque antes no había notario y las únicas escrituras que había eran un papel que les daban».

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Siempre que hay un  problema intenta mediar y asegura que lo normal es que la gente entre en razón. «Les explico que por un problema menor van a tener que ir al Juzgado, buscar abogados... intento que comprendan que llegar a un procedimiento judicial por poca cosa no les va compensar el dinero que se van a gastar».

Bernardo explica que los vecinos suelen respetar las decisiones de los jueces de paz, «especialmente antes cuando ante cualquier problema podían poner una sanción de 10 pesetas... ¡y entonces era mucho dinero!».

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Asegura con satisfacción que los vecinos suelen escucharle porque habla «con una y otra parte» y por eso cree que una de las virtudes que tiene que tener un buen juez de paz es ser dialogante: «Más que infundir respeto a la gente, lo importante es ser dialogante y lograr que ellos también dialogen. A veces es mejor que cada parte pierda un poco antes que meterse en denuncias y acabar con un gasto de dinero de 2.000 o 3.000 euros».

«Antiguamente lo habitual —prosigue— es que el juez de paz fuera gente buena, con una autoridad y respeto reconocido por todos los vecinos».

Bernardo también es claro ante la última decisión del Ministerio de Justicia de suprimir la figura del juez de paz: «Creo que con nuestra desaparición los juzgados van a estar atiborrados de denuncias porque se van a llenar de todas aquellas que nosotros resolvíamos mediando entre los vecinos, evitando así que llegaran a un proceso judicial».

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Y es que, como destaca, «en el fondo los jueces de paz lo que estamos haciendo es ahorrarle trabajo a la policía, la Guardia Civil y a los jueces». «Siempre hemos realizado una labor de cercanía, no hemos sido un gasto para la Administración», concluye.

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