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Dirigida por Marcel Barrena, 'El 47' se ha convertido sin duda en una de las películas del año y parte como la gran favorita de la próxima edición de los Premios Goya con 14 candidaturas. La historia cuenta cómo en Torrebaró, un barrio catalán en la periferia de Barcelona compuesto mayoritariamente por emigrantes, los vecinos construyen con sus propias manos las viviendas y finalmente consiguen la reivindicación de un autobús que llegue hasta el barrio tras el secuestro del vehículo.
La historia tiene muchos paralelismos con el origen de dos barrios que nacieron desde la humildad y vinculados al transporte ferroviario y al mundo obrero: Puente Ladrillo y Pizarrales. En ambos casos, la unión de los vecinos lograron reivindicaciones que solo fueron posibles gracias a la unión, solidaridad y sacrificio más allá de sus jornadas laborales.
La llegada del autobús urbano fue una de las principales reivindicaciones. A Pizarrales llegó con la Segunda República. En mayo de 1935 se inauguraba la primera línea que unía la Plaza Mayor con Pizarrales, servicio que el barrio había demandado de forma insistente y que precisamente con la excusa del asfaltado, al igual que en la película se había demorado en el tiempo. De nueve de la noche a nueve de la mañana, viajaba cada hora con un precio de 20 céntimos. La lucha por Puente Ladrillo por el autobús también duró décadas... incluso hasta la actualidad. El último triunfo fue conseguir que la línea se adentrará en la parte antigua del barrio y que en el letrero figurara Puente Ladrillo.
Uno de los principales ejemplos fue Pizarrales donde los vecinos construyeron una zanja que arrancó en el Teso de la Chinchibarra al Teso de los Cañones con una longitud de 2 kilómetros para llevar el agua hasta el barrio ubicado a ambos lados de la carretera de Ledesma.
Al igual que ocurre en la película dirigida por Marcel Barrena, el origen del barrio se remonta al año 1904 en un altozano a 2 kilómetros del casco urbano de Salamanca y empieza su construcción al margen de la legalidad debido a las familias que huían de las miserias del campo para asentarse en unas modestas casas de planta baja. Falta de alcantarillado, agua, sin asfalto fueron las características de una zona en la que durante la posguerra tuvo un aumento de sus problemas debido al hambre y la tuberculosis.
En los años 60, solo existían unos caños públicos y unos lavaderos al aire libre delante de la iglesia antigua. Ante la falta de apoyo institucional, fueron los vecinos quienes decidieron acometer con pico y pala la gran obra que llevaría el agua corriente hasta sus casas, mientras que la Junta Parroquial de Asuntos Sociales se encargaba de canalizar los esfuerzos del barrio para abrir la gran zanja.
Un millar de vecinos se organizó en turnos de 200 y 300 personas para realizar la zanja y cada uno puso 1.000 pesetas de entonces para costear el millón de pesetas de la obra. En los anales del barrio se guarda aún una relación de los nombres de todos los vecinos que, calle por calle, lograron con su esfuerzo económico que el agua llegara a Pizarrales, tal y como se relata en el libro 'Solidaridad y comunión, una parroquia al servicio de un barrio'.
Situación similar ocurrió en Puente Ladrillo donde la mayoría de vecinos, trabajadores ferroviarios, compraron los solares y comenzaron a construir el barrio. Los más antiguos utilizaban bloques 'made in Puente Ladrillo' para construir las casas realizadas con arena, cal, cemento y escorias resultantes de la combustión del carbón en las calderas del tren.
En 1957 ya eran 700 vecinos «con viviendas muy mal acondicionadas, poca higiene por la falta de medios y formación». En aquel momento, tal y como relata 'Las crónicas de Santa Mª de la Asunción' del párroco Heliodoro Morales, para llevar el agua al barrio era necesario recorrer 1,2 kilómetros teniendo que transportar el agua en cántaros con carretillos de mano. Tuvieron que ser los propios vecinos los que ayudaron a crear la parroquia y la construcción de las dos primeras fuentes en 1961.
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