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En 2023, Salamanca reconoció a 4.181 familias como numerosas, formadas por uno o dos ascendientes con tres o más hijos e hijas. Julio Rebaque y Begoña Luis tenían 27 y 21 años cuando se dieron el 'sí quiero' y antes del matrimonio siempre tuvieron claro que querían formar una familia numerosa. Y es que la madre de Begoña dio a luz a diez hijos. «Vengo de una familia grande y siempre hemos estado súper unidos. A mí me hubiera gustado tener ocho o más, pero casi pierdo la vida en el cuarto y en el quinto parto y ya era peligroso. Me jugué la vida por mis hijos, pero es de lo que más orgullosa estoy. Son un equipo y se llevan genial», expresa Begoña.
Su primera hija fue Beatriz, ahora tiene 31 años y es empresaria. Cinco años después llegó Fátima, criminóloga de 26 años. El tercero fue Jaime, tiene 21 años y estudia Economía en la Universidad de Salamanca. Después, Julio e Íñigo fueron los dos últimos, tienen 15 y 14 y se decidan al mundo del toro además de ser estudiantes. «La mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos no es el dinero, sino la educación. Todo lo que les enseñamos en casa lo reflejan en la calle. Nosotros somos muchos, pero siempre nos esperemos para comer y cenar juntos», cuenta la madre.
Para ellos, el orden es fundamental en su día a día para que todo funcione correctamente. Antes tenían ayuda doméstica, pero ahora ya no: «Es cuestión de organización y de repartir las tareas. Somos una piña. Mi marido suele cocinar para todos y cada uno limpia sus habitaciones. Además, siempre se han ayudado entre ellos en los deberes del colegio, cuando se vestían de pequeños, para pedirse consejos...».
Begoña define como un «esfuerzo titánico» cubrir las necesidades básicas en una casa de siete miembros: «Recibimos cero ayudas y son muchos gastos: educación, higiene, comida, médicos, ropa, luz, agua, gas...Tengo que trabajar muchas horas para que no les falte de nada, hay temporadas que he dormido cuatro horas».
«Todo es una locura», añade la madre. En la cesta de la compra se suelen gastar unos 1.000 euros de media al mes y tienen que programar mínimo tres lavadoras al día: «Nos juntamos con mucha ropa de colegios, deportiva...».
Para que todos entren en ella, la mesa de la familia Rebaque-Luis es muy larga. El único momento del día en el que coinciden es en las comidas y las cenas. «La mesa es un intercambio de experiencias de nuestro día. Aunque a veces es un tanto locura porque todos quieren hablar a la vez, es gracioso porque pedimos turnos de palabra», ríe Begoña, que añade que desde pequeños les han inculcado lo que significa la educación, el esfuerzo y el «ganarse el pan».
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