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“Enfermar es inevitable. Ayudar es opcional. Si les ayudas, les quedan muchos sueños por cumplir”. Es el alegato que se podrá ver hoy en muchos de los paneles informativos de la ciudad y que la asociación Párkinson Salamanca lanza con motivo de la celebración del Día Mundial de esta enfermedad neurodegenerativa, contra la que miles de salmantinos pelean cada día.
Toñi González, Eloy Sánchez y Jaime Herrera conocen de primera mano lo abstruso que, entre todas las afecciones existentes en la sociedad actual, resulta tener párkinson. Antes de participar en la iniciativa que la asociación organizó este lunes en el Campo de San Francisco para conseguir más ayuda y más visibilidad, consistente en la plantación de tulipanes como símbolo de la cantidad de variedades diferentes que presenta esta flor, similares a las múltiples manifestaciones de la enfermedad, a los tres les es imposible no acordarse del momento en el que recibieron “un auténtico jarro de agua fría” en forma de diagnóstico.
Junto a más de una decena de familias y de personas afectadas y a las concejalas de Salud Pública y de Medio Ambiente, María José Fresnadillo y Miryam Rodríguez, aportaron su granito de arena pidiendo más ayuda y más comprensión para la lucha a la que cada día se tienen que enfrentar.
En ella, lo que realmente les ‘mata’ es mirar hacia el futuro, pero, pese a ello, se mantienen firmes en una batalla que mucha gente desconoce y que, con el paso del tiempo, no para de ponerles limitaciones.
“Cuando el médico me dijo que tenía párkinson, lo primero que se me pasó por la cabeza fue que me iba a quedar en silla de ruedas”, asegura Toñi González. A sus 64 años, ha tenido que derribar algunas barreras, muchas de las cuales se le presentaron en forma de tratamiento, viendo cómo apenas era capaz de andar, de lavarse los dientes o de darse una crema en la cara.
Eloy Sánchez recibió el “batacazo” de su vida el pasado 29 de mayo. Aunque se ‘olía’ que podía padecer la enfermedad por los numerosos temblores que tenía durante el día, cuando finalmente conoció su diagnóstico, llegó a plantearse que su vida no iba más allá. De repente, la ilusión que sentía por todo aquello que, hasta ese momento, le había hecho feliz, se esfumó. Pese a la gran depresión en la que se vio sumido a raíz de recordar la muerte de su hermana -también por párkinson- y, a contrarreloj, ha ido ganando confianza y respeto hasta el punto de que, a día de hoy, afronta con entera la contienda en la que lleva implicado algo más de un año.
Junto a compañeros de ‘faena’ como Jaime Herrera, asegura que “la asociación debería contar con más medios para que los enfermos de párkinson retrasaran esta enfermedad degenerativa” y que la sociedad debe ayudar a que se acabe con el estigma que hay en torno a la misma y a que todos aquellos que sienten miedo a pedir ayuda o a ir a la asociación, den el paso que, definitivamente, les ayudará a “ver la vida de otra forma”. “Lo más complicado de tener párkinson es aceptar que lo tienes. Cuando tienes una vida tan ‘movida’, te enfadas al ver que, poco a poco, no puedes hacer lo que antes te llenaba”, sentencia Jaime Herrera.
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